De acuerdo a los voceros, los incidentes comenzaron en el predio de 520 y 181 cuando algunos presos pidieron ser trasladados. De esta forma, redujeron a uno de los penitenciarios, dando inicio a la revuelta. A pesar del tenso momento, la rápida intervención de las autoridades permitió resolver el conflicto en pocos minutos. "Gracias a la negociación y el diálogo, no hubo heridos, ni de parte de los internos ni del personal penitenciario", explicaron. Sin embargo, internos manifestaron que "no quieren repartir mas recursos con nuevos internos" y que necesitan "salir de la cárcel para atenderse en hospitales" debido a que no confían en los médicos carcelarios.
En la Alcaidía 3 se encuentran detenidos los rugbiers acusados de haber asesinado a golpes a Fernando Báez Sosa el pasado 18 de enero de 2020. Se trata de Máximo Thomsen (20), Ciro Pertossi (20), Luciano Pertossi (19), Lucas Pertossi (21), Enzo Comelli (20), Matías Benicelli (21), Blas Cinalli (19), Ayrton Viollaz (21). También estuvo detenido en dos oportunidades Rodrigo Eguillor (24), hijo de la fiscal federal Paula Martínez Castro, acusado de abuso sexual. Actualmente, se encuentra cumpliendo arresto domiciliario.
Del operativo participaron efectivos del Servicio Penitenciario, de la Policía de la provincia de Buenos Aires y se hizo presente la fiscal de turno. Finalmente, las fuentes agregaron que todos aquellos que participaron de la revuelta "ya fueron derivados a penales de máxima seguridad".
¿Cómo es la realidad de las cárceles?
Desde que se declaró la pandemia y entramos en cuarentena, en las cárceles argentinas 100 mil personas viven en tensión permanente. Y mucho más que eso: ya hubo motines en Santa Fe, Entre Ríos, Corrientes, en la Provincia y en la Ciudad de Buenos Aires. ¿Cuáles fueron las primeras consecuencias? Siete asesinatos, varios de los asesinados estaban acusados o condenados por delitos sexuales.
La pandemia agudiza la crisis del sistema penitenciario en Argentina, declarado en emergencia por sobrepoblación en 2019. El año pasado, una revuelta de detenidos se desató en la unidad federal de Devoto, ubicada en Ciudad de Buenos Aires, donde se habían confirmaron los primeros cuatro casos positivos de covid-19 en el personal penitenciario.
Los reclusos que se enfrentaron al personal penitenciario reclamaron ser excarcelados, ante la imposibilidad del sistema de garantizar el aislamiento social preventivo contra el coronavirus. Las autoridades aseguraron que estaban tomando medidas para prevenir el contagio del covid-19 en las cárceles federales, como la vacunación de todos los presos contra la gripe, el refuerzo de las medidas de higiene y el control de síntomas en el personal penitenciario. Además, se habían suspendido las visitas.
Los episodios de violencia estallaron durante el 2020 en cárceles como la 54 de Florencio Varela, Batán, Coronda y Las Flores. Un preso en revuelta decía: “Nos dan 20 jabones y somos 50. ¿Con eso nos van a salvar?. Yo duermo con otros ocho chabones en una celda en la que tienen que entrar cuatro. Los penitenciarios no usan ni barbijo ni guantes. Reclamamos por la higiene y por la comida, las viandas no llegan o vienen a medio cocinar. Se cortaron las visitas, nuestras familias nos traían la comida. Somos más de 50 tipos y nos dieron 20 jabones para que nos salvemos del coronavirus”.
Con la cuarentena, se terminaron las visitas y no solo perdieron la paz que les generaba ver a un familiar, sino todo lo que les traían: remedios, comida, productos de higiene y también drogas, que a veces pasan con la complicidad del servicio penitenciario. Sin visitas, la vida en las cárceles es mucho peor porque los servicios penitenciarios no cubren las necesidades mínimas. Y no todos los familiares pueden enviar encomiendas.
A eso se le sumó el covid-19. En el encierro, la información es escasa y los miedos se agigantan. Y con fundamentos, sobre todo cuando lo poco que saben es que el mejor método para cuidarse es mantener distancia. Justo en la cárcel, donde comparten celdas entre dos, tres y, en algunos casos, hasta siete personas.
Lo cierto es que la pandemia, acentuó las situaciones de precariedad y el estado de salud de muchos reclusos que no reciben atención médica desde el inicio del Coronavirus. Uno de los reclusos del penal de Melchor Romero Brian de Olivera, murió de tuberculosis, que con los cuidados y atenciones necesarias hubiera podido sobrevivir.|