Maltratado por su propia familia, el arquitecto Reynaldo Flehr, vivía con el continuo temor de que un día acabarían con su vida. La brutal ejecución que sufrió el pasado 28 de diciembre en su propia casa de barrio Los Bulevares comienza a vislumbrar algunas respuestas frente al críptico escenario donde hallaron el cadáver.
Atado de pies y manos a una silla, amordazado y con disparos en el rostro y en el cuello, con un televisor a todo volumen, el lugar del cruento asesinato parecía no brindar detalles clave a los investigadores. Tras la muerte de su esposa surgieron inconvenientes con Reynaldo y su hija Irina Flehr. La aparición del yerno, Leandro Moscarello, terminó por agudizar el conflicto. Esto generó una de las hipótesis de la investigación que terminó con la detención de ambos y tres hombres más.
Reynaldo manifestaba constantemente el “infierno” que era vivir con su hija y su yerno: “Me voy de la casa porque tengo miedo de que una noche me peguen un fierrazo en la cabeza y me maten”, había dicho a modo de anuncio. Y eso se cumplió. Desde el momento uno, la familia supo que Irina y Leandro estaban involucrados: “en ningún momento tuvieron duda sobre quiénes eran los responsables. De hecho, así lo manifestaron bajo juramento cuando les tocó testimoniar en la causa. Siempre supimos que no se trató de un robo sino de un homicidio vinculado directamente con la hija de Flehr”, indicaron desde la Fiscalía.
Meses antes del asesinato, el arquitecto decidió irse de la casa. Se fue a vivir solo a una vivienda que está a 200 metros de la anterior, cruzando la calle “porque tenía miedo de que lo mataran”. Asimismo, el abogado de la familia señaló la saña con que se había confeccionado el asesinato: “esto fue un crimen premeditado, donde hay mucho odio e intereses económicos porque existe una herencia importante en bienes inmuebles del arquitecto”.
Según los investigadores, el famoso móvil de la codicia, nació luego de que enviudara y quedara en el limbo la herencia para su hija, su sucesora. El odio de Irina a su padre era inmenso, inclusive en el manifiesto de los familiares se asentó la idea de que hubo inclusive agresiones físicas por parte de Leandro Moscarello hacia su suegro.
La fiscalía dispuso también la detención de David Silvestre, Samuel Moscarello y David Suárez, implicados como coautores del delito de homicidio agravado por el uso de arma de fuego. Se presume que se agregará la figura de alevosía, por la forma en que Flehr fue ejecutado, además del agravante por el vínculo dado que está involucrada la hija.
Irina y Leandro son padres de un bebé de un año. Por tal motivo, la defensa solicitará la liberación de la joven para que pueda estar con su hijo, que actualmente está bajo los cuidados de su suegra. “Consideramos que hay elementos suficientes que involucran a los detenidos por el asesinato. Tenemos la prueba incorporada, se hizo un trabajo de seguimiento, de intercepciones telefónicas y de inteligencia criminal que ha llevado a tomar estas medidas”, precisó el abogado.
El crimen
Aquel 28 de diciembre todo iba bien. En horas de la noche Flehr llegó a su casa en su auto Honda de color gris. Lo dejó estacionado en el jardín, no en la cochera. Su domicilio está ubicado en una zona oscura de la ciudad, casi a las afueras, en la avenida que dirige hacia el aeropuerto y Sierras Chicas.
No se sabe si los asesinos ingresaron después que la víctima, o si lo esperaron dentro. El punto es que ningún vecino vio ni escuchó algo extraño. La zona en la que vivía Flehr está rodeada de empresas y algunas pocas viviendas. Por la hora del día los negocios estaban cerrados. Lo único cerca, en funcionamiento, era una estación de servicio frente a la casa que está abierta las 24 horas.
Ni bien ingresó a la casa, el ataque fue inmediato: lo ataron de pies y de manos con precintos plásticos y lo sentaron en una silla en el comedor. Uno de ellos puso el televisor a todo volumen, con la intención de que no se escuchen gritos o disparos. Con Flehr completamente reducido, uno de los asesinos le disparó con un arma calibre 22 desde una distancia de aproximadamente dos metros. Apuntó a la cabeza. Apuntó a matar.
La primera en llegar a la escena fue una hermana de la víctima, al día siguiente, preocupada porque no respondía sus llamados. La mujer se encontró con Flehr sin signos vitales, el comedor lleno de sangre y pisadas que daban cuenta de que había más de una persona implicada en el asesinato. Fue ella quien dio aviso a la Policía.
Reynaldo Flehr tenía 61 años y era viudo. Estaba en pareja con una mujer hacía un tiempo. Era dueño de algunos terrenos y vendía productos para ferreterías y corralones. Su situación económica era favorable. Un mes y medio después del crimen, la sospecha fue confirmada y la principal implicada en el asesinato es su hija.|