La historia es conocida y el enigma de que pasó esa noche con la carismática mujer del barrio villa Golf de Río Cuarto, continúa dormido. Los vaivenes de la investigación fueron alrededor de un solo sospechoso: su marido, el viudo, Marcelo Macarrón.
El juicio por el crimen de Nora Dalmasso, la mujer asesinada en 2005 por circunstancias aún desconocidas en la localidad de Río Cuarto, estaba pronosticado llevarse a cabo en el segundo semestre de este año, después de la feria judicial de julio. Sin embargo, Marcelo Macarrón, viudo de la víctima, afrontará un juicio oral señalado como el instigador del asesinato de su esposa bajo la causa de “femicidio”: se sentará en el banquillo de los acusados en la primera mitad de 2022.
A 15 años de que la pizpireta mujer fuera encontrada desnuda y estrangulada con el lazo de su bata de baño en su casa del exclusivo barrio privado Villa Golf en una presunta escena sexual, continúan los interrogantes que deberán esperar a ser resueltos el año que viene. Dilatada la fecha inicial del juicio, está previsto que, en febrero próximo, se sorteen los jurados populares, que excepcionalmente podrían 50, y que en marzo de 2022 comience el debate para el que serán convocados al menos 250 testigos, en lo que sería la conformación de un juicio por jurados populares.
Según el último fiscal de la causa, Luis Pizarro, Dalmasso fue asesinada porque le había pedido el divorcio a su marido. Se acusa a Macarrón y “sus adláteres”, no identificados, de planificar el crimen para no tener que dividir los bienes de la pareja. Para el fiscal, habrían tenido como objetivo, “obtener una ventaja política y/o económica”.
El viudo no se opuso a la elevación a juicio. Según expresó su hijo, Facundo Macarrón, lo aceptó “confiado en que será absuelto” y “para que de una buena vez finalice la persecución contra la familia y se empiece a perseguir al verdadero asesino”. Pero con lo que no contaba Macarrón era que su imputación de homicidio calificado por el vínculo, alevosía y precio o promesa remuneratoria, en concurso ideal sería actualizada y se juzgaría bajo la nueva legislación que contempla los crímenes de género.
Lo que pasó
Una lluviosa madrugada de hace 14 años, Nora Dalmasso llegó a su chalé del 527 de la Calle 5 de barrio Villa Golf; se desvistió, se acostó en la cama de su hija Valentina –la chica estaba en EEUU-, revisó los mensajes de su teléfono, hasta que su asesino la sorprendió y la mató.
Cinco horas antes, Nora había llegado al Alvear, un coqueto restaurante ubicado en el 923 de la calle con el mismo nombre, a dos cuadras de la plaza Roca de Río Cuarto. Había sido inaugurado en septiembre de 2006, apenas dos meses antes y era “el” lugar de moda en esta rica ciudad del sur cordobés ubicada a 220 kilómetros de la Capital.
Cuando Nora llegó, ya estaban Marta Carranza, Silvana Masoero, Rosario Márquez, Graciela Compagnucci, Amelia Molinuevo y Paula Fitte de Ruiz. Se demoró porque había pasado por una galería de arte a saludar a su cuñada en un evento social. Nora tampoco sabía que esa sería su última visita a un evento social. Las siete mujeres se hacían llamar “congresistas”, porque sus cenas de amigas eran verdaderos congresos donde hablaban cosas que sólo ellas sabían. Y que nunca declararían a terceros, incluso a la Justicia, que luego de esa noche las interrogó por el asesinato de Nora.
Cinco de las congresistas, incluso la víctima, que no sabía que esa sería su última cena, vivían en Villa Golf, un barrio abierto con aires de country. Ese mediodía del viernes 24 de noviembre de 2006, Nora había almorzado con su mamá Delia Grassi, “Nené”, para todo el mundo.
Cerca de las seis de la tarde, Nora se dio un chapuzón en la pileta de su casa. Estaba sola y ese iba a ser un fin de semana de soltera. Su hijo mayor, Facundo, vivía en Córdoba, donde estudiaba Derecho. Su hija Valentina en EE.UU. en un viaje de intercambio estudiantil. Su marido, el traumatólogo Marcelo Macarrón se había ido el día anterior con unos amigos a jugar al golf a Punta del Este y regresaría el lunes siguiente.
La noche de la que sería su última cena, Nora la terminó en la casa de Rosario Márquez, una de sus amigas y vecina, bebiendo champán Pommery. Llovía a cántaros en Río Cuarto. Los policías de la garita de la entrada de Villa Golf no notaron nada raro. Esa noche, encima, había dos fiestas en Villa Golf, con entrada y salida de vehículos.
Cerca de las 3 del sábado 25 de noviembre, las mujeres se despidieron y acordaron verse horas después para pasar un día de pileta. Cuando Nora llegó al garage de su chalé, Paula Fitte la vio entrar, la saludó con un bocinazo y Nora le devolvió el saludo con la mano y sonriendo.
El sábado, no hubo juntadas de amigas. Nora no respondió ningún llamado ni mensajes de textos SMS que se usaban en esa época. Las congresistas supusieron que estaría aprovechando su fin de semana de soltera.
La que se preocupó fue su mamá, “Nené” Grassi, el instinto de madre le hizo sospechar que le había pasado algo grave. La mujer llamó a Pablo Radaelli, un vecino de los Macarrón/Dalmasso, de unos 70 años de edad, que tenía la llave del chalé de los vecinos.
El hombre entró por la puerta de la cocina, en la mesa del living encontró una nota que había dejado Paula Fitte invitando a Nora al Alvear; no notó nada raro. El VW Bora de la mujer estaba estacionado. Gala, la perra cocker de la familia no estaba en la casa, lo que le llamó la atención del vecino. Radaelli golpeó las palmas varias veces y llamó a la dueña de casa varias veces.
Cuando subió a la planta alta, vio las herramientas y tachos de pintura en la habitación matrimonial, que estaba siendo refaccionada. El dormitorio de Facundo estaba vacío y allí dormía Macarrón. También, en esa cama, mantenía relaciones sexuales el matrimonio, como declaró el hijo en la causa, “porque era más cómoda” que la de su hermana menor.
Justo al ingresar al cuarto de Valentina, Radaelli olfateó un olor nauseabundo. La humedad del fin de semana y las altas temperaturas de noviembre sofocaron el ambiente. Cuando Radaelli encendió la luz vio a su vecina desnuda, muerta y con un cinto de bata blanco en su cuello. Las sábanas color verde manzana tenían el ADN del asesino.
Pero todavía no se sabía que era un crimen, y se instaló maliciosamente la versión de la hipoxia y el juego sexual de una mala mujer. Una mala esposa. Y una mala madre. Todo lo que no era Nora Dalmasso.
En cuestión de minutos la casa se llenó de gente, hasta el cura Jorge Felizzia vio a la víctima desnuda y pidió, con cierto pudor, que un policía la cubriera. La autopsia practicada por tres forenses, Virginia Ferreyra, Guillermo Mazzuchelli y Martín Subirachs reveló que esa noche, la mujer había mantenido “una relación sexual fuerte, vaginal, anal y sin preservativo”.
Una usina de rumores muy cercana al viudo se instaló que esa noche, Nora había muerto en un juego sexual con Rafael Magnasco, un funcionario de la Secretaría de Seguridad de la provincia.
En febrero de 2007, policías de Homicidios que se alojaron en un hotel de Río Cuarto con los gastos pagados por el viudo Macarrón, torturaron a un joven débil mental, que terminó culpando del crimen al pintor Gastón Zárate que trabajaba en la casa como peón: “Yo no estuve con Norita”, dijo.
Con los policías cordobeses de caza para detener a Zárate en el mejor de los casos- sin más pruebas que un joven con la edad mental de un nene de 12 años, al día siguiente que se lanzara su orden de captura; un abogado se presentó a los Tribunales y entregó al sospechoso. Veinticuatro horas después, una nutrida movilización logró liberar a Zárate, quien recorrió las calles de Río Cuarto en andas de la gente.
Ese mismo año, pero en junio, el mismo fiscal Di Santo, con las pruebas colectadas por los mismos policías de Homicidios, imputaron al hijo de la víctima, Facundo Macarrón, del asesinato de su madre. La acusación, al igual que la del pintor cayó años después. Hoy Facundo Macarrón es diplomático de carrera en el Servicio Exterior argentino y se desempeña como jefe de Sección Consular, Política y Cultural de la embajada argentina en El Cairo, Egipto.
El viudo Marcelo Macarrón, ni sus hijos Facundo ni Valentina nunca en estos 14 años reclamaron justicia por Nora. Enrique Dalmasso, el papá de Nora murió en 2010 sin saber quién y por qué asesinaron a su hija. “Nené” Grassi tiene casi 90 años de edad y está postrada hace años, con algunos raptos de lucidez.
En esos momentos donde está plenamente consciente, “decidió saber quién asesinó a su hija y nombró como abogada querellante a Ivana Gnesutta, una asesora letrada de los Tribunales locales. Juan Dalmasso, el hermano menor de Nora, apoyó plenamente la decisión de su mamá y fue quién buscó a la letrada para avanzar en busca de la verdad. La hermana mayor de Nora nunca se interesó por ella cuando estaba viva, mucho menos, muerta.
Lo que se dijo
El caso Dalmasso tiene todo lo que pretenden los productores de una serie: crimen, misterio, traición, sexo, poder, injusticias y una lista de sospechosos. Más de veinte personas alrededor del cuerpo desnudo de Nora, en la habitación de su hija, en la casa del barrio privado villa Golf de Río Cuarto. La empleada doméstica ordenando las cosas y un cura tapando el cuerpo de la víctima por pudor.
Hubo siete sospechosos, pero el único imputado es Marcelo Macarrón, que irá a juicio este año por ser el supuesto autor intelectual del crimen, que contempla una pena máxima de cadena perpetua.
Javier Di Santo, el extraviado primer fiscal del caso, que aparecería en la primera temporada si esto fuera una serie, dejó circular la versión de los amantes de Nora. Sin embargo, en el expediente consta que la única relación extramatrimonial que ella tenía era con Guillermo Albarracín, un amigo de su esposo y durante el asesinato, los dos hombres cenaban en Punta del Este, donde jugaban un torneo de golf.
La pista “amantes” apuntaba a un juego sexual, desmentido pocas horas después del crimen o a un femicida despechado que no aceptó el rechazo de Nora o el corte de la relación.
Para el fiscal Daniel Merelles, Macarrón pudo haber tomado un “avión fantasma” desde Uruguay a Río Cuarto para matar con sus propias manos a su mujer. Pero nadie lo vio y su coartada no pudo ser derribada. Es más: tuvo sexo con su esposa horas antes del asesinato y por eso el líquido seminal hallado en la escena del crimen es suyo.
¿El móvil? Una traición amorosa o algo que supuestamente sabía la víctima sobre los contactos políticos de Macarrón. Ahí aparece el móvil económico. Se habla de testaferros, de contactos estrechos con el poder y de reuniones turbias. Nada de esto pudo ser probado.
Una de las imputaciones más escandalosas fue la de Facundo Macarrón, el hijo de Nora. Se la llamó “La pista Edipo”. Sin ninguna prueba, Di Santo dedujo que Facundo había entrado en la casa con sus llaves y que había manoseado a su madre, con quien estaba peleada porque ella no estaba de acuerdo con su orientación sexual. El tiempo le dio la razón a Facundo y la acusación se cayó. “Más allá de destruir mi juventud, lo que hizo el fiscal Di Santo y el aparato judicial que lo respaldó fue intentar matarme socialmente”.
Una de las hipótesis más alocadas, que se desvaneció por el peso de la mentira, fue impulsada por una trabajadora sexual de Río Cuarto. “Yo participaba en fiestas sexuales con Norita y su marido, y con políticos. La mataron porque sabía de sus negocios sucios”, dijo la mujer a un periodista. Cuando el fiscal la llamó a declarar, confesó entre lágrimas que había mentido. La imputaron por falso testimonio.
Se dijo también que Nora y su marido participaban en reuniones nocturnas con otros matrimonios en los que ponían las llaves de sus casas en una olla. Se mezclaban las llaves hasta que las iban sacando de a una. Ejemplo: una mujer sacaba una llave y debía irse con el dueño de esa llave. Más allá de que nada de eso fue cierto, tampoco aportaba nada a la pesquisa.
Pero la pista de la fiesta sexual con prostitutas no fue la más insólita. Una denuncia anónima afirmó que el asesino de Dalmasso había sido un sicario colombiano que viajó a Río Cuarto solo para estrangularla, identificado como Hugo Armando Trujillo Ospina.
Mientras tanto, el viudo espera que esta historia termine de una vez por todas. “No hay una sola prueba, yo ni siquiera estuve en Río Cuarto ese día. Sólo un monstruo podría planificar un crimen así”, le dice a sus íntimos. Mientras tanto, 14 años y la historia continúa impune.|