El médico Facundo Manes eligió el formato video-selfie para anunciar su candidatura a las elecciones legislativas y confirmar una vez más cuál es el espacio preferido al que se imantan los independientes outsiders de la política: la derecha.
En un video de poco más de un minuto, Manes deja en evidencia varias cosas, analizables más que nada cuando su breve pero significativo discurso se pone en un contexto en el que, para renovarse, Juntos por el Cambio apuesta a la inclusión de rostros reconocibles pero despolitizados.
“Esta es la lucha de nuestras vidas”, refleja con fuerte marca épica el ahora precandidato de la Unión Cívica Radical, que además llamó a los argentinos a no hundirse en el miedo y a mirar hacia el futuro con “esperanza”, palabra santa del duranbarbismo marketinero.
Pero esa gesta se ve truncada cuando Manes confirma que “decidí aceptar la invitación que me hizo la UCR y participar en las próximas elecciones”, como si el Cid Campeador dijera a su mesnada que, si bien él muchas ganas no tenía, ciñó la espada porque el rey Alfonso se lo pidió. Una operación donde se instala una ambivalencia entre la lógica de la victoria compartida y la de la división de la culpa.
Por otro lado, las deícticas frases arrojadas por el cerebrista —a quien los cibernautas se encargaron de inmediato de recordarle sus pasadas incursiones en la anti-política de la crisis 2001— apuntan a la desideologización y la puesta en escena de un discurso vaciado, pero con un enemigo claro, al que sólo se sugiere: “No podemos enfrentar una crisis de esta magnitud con las mismas prácticas de siempre”.
De todas formas, alguien debería explicar, en un extenso análisis de la psiquis política de la Argentina, la paradoja que constituye que una “cara nueva”, que busca el refresh de la dirigencia del país, aterrice en el partido más tradicionalista actualmente en vigencia y que, lejos de apostar a su origen de justicia social, hoy se erige como el eslabón principal de un frente conservador.
Otro de los caminos de la desideologización que empuja la alocución de Manes se basa en la despersonalización de una política en la que ya no hay líderes fuertes, por lo cual “la pregunta no es quién se involucra, sino cómo hacemos todos para involucrarnos”.
Con ese refugio en la masa, sumado a la premisa de “me lanzo porque me lo pidieron”, el candidato parece querer curarse en salud, como diría Cortázar, o bien atarse a un salvavidas personal, antes que desarrollar y mostrar un interés real por cambiar las cosas a través del debate de ideas.
En el video-lanzamiento de Manes, la ausencia de las palabras “Cambiemos”, “Juntos por el Cambio”, “Macri”, o cualquier otra referencia al campo semántico del frente, deja en evidencia los desmanes de la feroz interna política por la que atraviesa el espacio, cuyos puristas desilucionados esperaban además una candidatura de su preferida, Patricia Bullrich. Por ello, Manes se presenta como rostro de la Unión Cívica Radical, no de JxC, cuyos caudillos de otrora pasan a segundo plano (¿buscando la unidad?).
En este sentido, al auditorio del Cambiemos más duro, la postulación del neurocientífico no le cuadra muy bien, ya que todavía lo recuerdan como “el médico que operó a Cristina” (aunque esa premisa fuera desmentida oportunamente) y como quien coqueteó en su momento con La Cámpora de Máximo Kirchnery Wado De Pedro, con quien se reunió en 2014 tras rechazar una candidatura a gobernador ofrecida por Ernesto Sanz.
Allí, sobre ese pasado bien marcado y trazado, el neurocirujano observa que “el futuro no está escrito, depende de nosotros”, por lo cual “necesitamos un sueño común”, como si desconociera que la democracia es la voluntad de la mayoría y los partidos políticos, representaciones de clase. |