Dos batallas, poco debate, demasiadas chicanas y la caída de un personaje – Negocios & Política
 

Análisis |Dos batallas, poco debate, demasiadas chicanas y la caída de un personaje

Sin propuestas, los candidatos a diputados nacionales por Buenos Aires se limitaron a imponerse mediante golpes de efecto, con poco éxito. Vidal-Santoro y Bregman-Milei, las guerras discursivas por la grieta y el electorado volátil.
Federico García
Opinión
Federico García
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La palabra “falacia” fue sin duda el vocablo más repetido en el ágora del canal TN el último miércoles, una noche en la que las vociferaciones se sobrepusieron a las ideas en el debate político que protagonizaron los principales candidatos para diputado nacional por la Ciudad de Buenos Aires. 

Bajo la lógica imperante de la ideología bicéfala, los dirigentes se esforzaron, sin excepción, por ligar los conceptos de la mentira y el engaño a los discursos de sus contrincantes. Para ello, recurrieron a romper las reglas que ellos mismos habían firmado para organizar el debate, ya que, presos de tener que responder a los golpes, ni siquiera lograron respetar los turnos de habla, clave para que la comunicación humana llegue a buen puerto, sin ruidos ni interferencias.

En ese horizonte, se plantearon dos batallas discursivas de candidatos porteños que, por momentos, se sobrepusieron unas a otras y, por otro lado, apenas si sobrevolaron temas relacionados con la vida en la capital argentina.

De un lado, Leandro Santoro y María Eugenia Vidal rivalizaron como representantes de los dos modelos de país que los tienen en veredas diferentes. 

Encerrados entre los dos signos de la grieta, Myriam Bregman y Javier Milei se eligieron como adversarios y capitalizadores del “volátil voto indignado” que el libertario reunió en su mayoría en las últimas Paso y que varios quieren arrebatarle. 

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Los referentes del Frente de Todos y de Juntos por el Cambio le dieron al público el show esperado. Santoro eligió a Vidal y Vidal a Santoro, tanto en el debate libre como en ronda de preguntas y repreguntas.

El legislador porteño logró un golpe de efecto cuando obligó a la ex gobernadora a responder por la deuda macrista con el FMI y ésta terminó reconociendo que la estrategia hubiera consistido en pagarla con más deuda: "Para quien no tiene crédito nunca hay deuda posible de pagar. Por supuesto, si nosotros hubiéramos ganado la elección, el mundo que sí confiaba en nosotros nos hubiera dado crédito y por supuesto hubiéramos tenido mejores plazos", dijo la candidata.

Cuando Vidal lo atacó con el tuit de Aníbal Fernández contra el dibujante Nik, Santoro le respondió con espionaje ilegal, causa en la que la “Leona” es querellante en calidad de víctima: “Estoy segura de que Mauricio Macri no tuvo nada que ver”, se limitó a diferenciar, en una arremetida que terminó en un contragolpe blando.

La ex ministra de Desarrollo Social de la Ciudad de Buenos Aires buscó todo el tiempo nacionalizar el debate, y fustigó contra la gestión de la pandemia -sobre todo en el eje educativo- y el tema seguridad, “donde tuve que dar grandes batallas”, mientras que ante las disputas menores en los diálogos libres dejó que los demás cacareen y se limitó a gesticular. Fue en esos momentos de silencio y rostros cómplices con el público cuando Vidal se sintió más cómoda.

Incluso Leandro Santoro, uno de los baluartes discursivos más serios del oficialismo, terminó en el terreno de la chicana y en el de las pesadas herencias, sin poder esbozar una propuesta o un posicionamiento claro. De esa forma el debate quedó enterrado en un pasado que, si bien se proyecta en el presente, no encuentra acuerdos que delineen el futuro del país. 

En ese mundo polarizado, el dirigente no binario -mitad radical, mitad peronista- tampoco buscó confrontar con el libertario Javier Milei, salvo para apoyar cada ataque de la izquierdista Myriam Bregman hacia el economista. 

El objetivo del amigo del presidente pasó por convencer a los que no fueron a votar para que lo hagan en noviembre y engrosen los números de la principal fuerza opositora en la Ciudad, que quedó muy cerca del acecho de Milei. Para eso mencionó la venta de tierras, la falta de ayuda económica del gobierno de Larreta en la pandemia y de contrapeso en la Legislatura.

Sin propuestas, no hubo demasiados golpes de efecto entre Santoro y Vidal. La ex gobernadora le lanzó el vacunatorio VIP y la fiesta de cumpleaños de Fabiola Yáñez y defendió la gestión de Larreta en educación, al destacar la medida de sacarle días de vacaciones y horas libres a los alumnos, algo que, según entendieron desde el Gobierno porteño, no los perjudicará electoralmente porque la juventud vio con buenos ojos la pelea por las clases presenciales en la Corte Suprema.

La candidata de Juntos por el Cambio buscó desactivar la oficialista, salir de la provincialización e ir hacia la nacionalización de la campaña, al entender que en la Paso el Frente de Todos perdió por un castigo a la gestión.

Del otro lado del cuadrilátero, el alfonsinista se centró además en recordar la gobernación de Vidal en Buenos Aires y la de Mauricio Macri en el Ejecutivo nacional, haciendo foco en la deuda: “Tenés que ayudarnos María Eugenia”, le espetó con un dejo de melancolía.

Respecto de los cruces que mantuvieron con los candidatos que se pelean por la teceridad, Santoro recibió los embates de Bregman, quien acusó al peronismo de ser cómplice en la Legislatura porteña. En la otra punta de los atriles, Vidal fue objeto de Milei, quien aseguró "gané el debate", cuando la ex funcionaria se comprometió a no crear más impuestos ni a subirlos, algo que su partido hizo cuando fue gobierno.

Más allá de eso, ni uno ni otro se erigió como un claro ganador en la pelea, aunque las muecas de María Eugenia le permitieron pasar desapercibida de ciertas situaciones que involucraban directamente a la gestión macrista.

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Es difícil -o casi imposible- saber quién gana en un debate político que no tuvo debate. Es decir, no se podría establecer fehacientemente qué argumentos fueron mejor sostenidos porque, directamente, no hubo argumentos. Por el contrario, las contiendas se definieron por quién dio el mejor golpe de efecto, con las redes sociales como órgano de contralor discursivo.

En ese escenario, al economista Javier Milei le costó imponer sus gritos porque, esta vez, no estaba sentado frente a periodistas condescendientes ni, mucho menos, frente a otros políticos que compartan su pensamiento. A contramano, los moderadores lo llamaron varias veces al silencio, le apagaron el micrófono y lo acusaron de monopolizar la palabra.

Myriam Bregman lo aprovechó bien y utilizó los dichos públicos del libertario para ponerlo en aprietos. El candidato de Avanza Libertad se mostró titubeante y poco concentrado, ya que además fueron varias las ocasiones en las que le sobró tiempo para exponer sus ideas.

Ambos referentes se disputaron el voto volátil. Continuando con sus ataques contra la “casta política”, Milei señaló como miembros de ese grupo a todos los presentes. Enseguida, la postulante del Frente de Izquierda lo expuso como “empleado de las multinacionales”.

El economista, además, comenzó con un tono bajo, respetuoso y amable, lejos de su acostumbrado personaje, pero en poco minutos viró a la verborragia que acostumbra: “Acá empezó haciéndose el educadito, pero en los actos nos dice zurdos de mierda, se rodea de un montón de defensores de la dictadura y dice ‘zurdos de mierda, van a correr’; apenas empieza el debate ya empieza el mismo ataque”.

Milei se negó a responder preguntas y se limitó a hacerle una “al pueblo argentino”, en una nueva muestra de su dificultad por respetar las normas que él mismo había acordado. 

Bregman, no obstante, utilizó la presencia de defensores de la dictadura militar en la lista de Milei, como Victoria Villaruel, y su pasado como asesor del ex represor Antonio Domingo Bussi, con el fin de establecer que “dice que no pertenece a la casta política pero metió en su lista a la peor casta, la militar”.

Obligado a ofrecer una explicación, el libertario optó por deslindar que "si Bussi tenía tantos problemas, la que falló fue la democracia".

En otro orden de cosas, el único punto de acuerdo entre al menos tres de los candidatos lo ofreció la negativa de Milei a reconocer la incidencia del cambio climático y poner en duda la efectividad de las vacunas covid, lo que le valió la gesticulación al unísono del rechazo de los demás a esas ideas.

Párrafo aparte merece además la actitud de Bregman de no saludar a Milei al finalizar el programa, un gesto simbólico que parece establecer cuál es el límite, desde la óptica de la izquierda, para una tolerante vida en democracia.

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Los vaivenes de la batalla se explican quizás en la preocupación que genera el libertario de los dos lados de la grieta y en el propio Frente de Izquierda, que no quiere dejar de ser la tercera fuerza a nivel nacional. Según un cálculo simplemente matemático, el liberal le robó más sufragios al Frente de Todos que a Juntos por el Cambio, porque el primero perdió más que el segundo, y ahora sólo podría aspirar a erosionar al larretismo.

En la oposición, comprendieron que el economista cosechó un voto blando, por lo cual buscan hacerse de esas intenciones electorales con el endurecimiento del discurso contra el gobierno nacional, pero sin confrontar directamente con Milei, lo que quedó demostrado en la nula intervención de Vidal cada vez que el economista atacaba a Cambiemos.

De hecho, coincidió con Vidal al calificar como injusta la quita de la coparticipación al territorio porteño. No hubo necesidad de confrontación en el debate porque el libertario mostró un discurso poco sólido, pero la ex gobernadora marcó su intención de mostrar que sólo su espacio puede ponerle un "freno" al kirchnerismo por una cuestión nominal: tendrá más diputados que el hombre de cabellos despeinados.

Planteado el escenario, de cara al 14 de noviembre, quedó claro que la guerra es ideológica y que existen pocas -si no nulas- intenciones de llegar a acuerdos que impliquen ceder terreo simbólico. También es de esperar que el resultado del debate no modifique el de las elecciones.

El que mejor interpretó eso fue el propio público, que tras la programación votó en más de un 55% que los candidatos "le dieron más importancia a los cruces y chicanas que a debatir sus proyectos", mientras otro 18% dijo que "tuvieron poca profundidad al presentar sus propuestas" y s´´olo un 27% sostuvo que "consiguieron demostrar sus diferencias y ser claros en sus propuestas".  |

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