"Nos tenemos que ir de Argentina. Se está volviendo muy peligroso vivir en este país".
Noel abría los ojos más grandes que nunca. A sus 28 años, y con seis viviendo en Argentina, nunca se había sentido tan cómodo en un lugar como en estos últimos años.
"Gran Vega" era el nombre de su exclusivo club del habano en Palermo. Funcionaba de maravillas. Gente de toda la capital argentina se acercaba a su bar temático para saborear esos puros sensacionales, y él gustoso compartía los secretos. Era casi un evangelizador de aquellas joyas caribeñas que nunca habían terminado de arraigar en nuestro país.
Además, se daba el gusto de demostrar sus dotes como pitcher en el primer equipo de béisbol de Independiente de Avellaneda. "Tienen un negro cubano como lanzador...", era la expresión de más sana envidia que deslizaban los capitanes de los otros equipos rioplatenses.
El joven matrimonio disfrutaba del pequeño Noé, de sólo seis años, concebido en Cuba y nacido en Argentina. El pibe corría detrás de la pelota y ya había sido aceptado para ingresar a la escuelita de River.
Pero el “discurso del miedo” que bajaba de los medios en aquella época prendió, o vaya saber cuál habrá sido la razón real. Lo cierto es que la pareja, o más bien, la mujer de la pareja y su entorno, decidieron en 2008 mudar esa joven familia hacia Panamá.
"Yo nunca tuve un episodio de inseguridad en Argentina. Ella ni su familia tampoco. Al contrario, me sentía muy seguro. Mucha gente me conocía, yo conocía a mucha gente. Estaba muy bien. Pero no sé muy bien cuál era el trasfondo de mi exmujer. Y en ese entonces decidimos mudarnos".
Y así fue como terminaron afincándose en la patria donde funcionaba el estudio Mossak Fonseca, el paraíso de las offshores. Paraíso que estallaría recién ocho años más tarde. Pero eso parece ser otra historia (¿otra?).
DESTINO, ARGENTINA
Noél Tortoló contesta por Zoom desde Madrid, donde vive actualmente. Tiene 42 años y España es el sexto país en dónde ha vivido en los últimos 14. Su vida pasó por todos los estados de ánimo, desde la gloria hasta el ostracismo.
Fue felicitado y compadecido casi en iguales dosis. Fue glorioso triunfador y también besó la lona. Fue campeón, fue ensalzado, fue motivo de orgullo. Pero también fue perseguido, encarcelado y humillado. Perdió todo: casa, hijos, matrimonio. Pero supo sobrevivir y salir adelante. O al menos en eso está.
"Soy nacido en Cuba. Y fanático de Argentina", son sus primeras frases. Quizás su mejor presentación. "Tengo muchos amigos en tu país: gente que quiero, gente que me quiere. Algún día voy a volver".
En el año 2001 acababa de dejar el béisbol. O quizás el béisbol lo dejó a él. Con 21 años tenía una carrera promisoria como lanzador en las ligas cubanas. Pero una lesión truncó ese camino. "Entonces empiezo a estudiar en una escuela de cocina, en La Habana Vieja, para tener un medio de vida", cuenta.
A las pocas semanas de recibir su diploma, enganchó un trabajo para cocinar en un festejo de cumpleaños de una turista argentina. Una acaudalada turista argentina que estaba estudiando en La Habana.
El lunch debe haber sido un éxito. A tal punto que, a los pocos meses, el chef y la cumpleañera ya se habían convertido en feliz pareja.
Un año más tarde viajaban de regreso a la Argentina. Marcela, embarazada, daría a luz en nuestro país al primero de los cuatro hijos de la joven familia.
Noel no tardó demasiado en tramitar la ciudadanía argentina. Dejaba atrás una complicada vida en Cuba, no por carencias ni por las limitaciones del modelo comunista, sino porque su familia y él habían sido víctimas de una verdadera campaña de bullying nacional, a causa de la actuación de su padre militar en la isla de Granada (ver aparte: “Si quieres correr veloz…”).
NUEVA VIDA EN PANAMÁ
Cuando el cubano-argentino y su esposa, Marcela Santa María, decidieron marcharse de nuestro país, terminaron recalando en Panamá. Allí iniciaron una nueva vida, ayudados, sin dudas por una muy buena posición económica de la familia de ella. En Panamá iniciaron varias empresas, vinculadas con la administración de bienes raíces y de capitales. Llegaban con dos hijos nacidos en suelo argentino. Y en esa tierra tuvieron dos hijos más, una pareja de mellizos.
Al igual que en Argentina, fueron también seis años de residencia allí, hasta que en 2014, después de varias visitas a la isla, la familia decide repatriarse a Cuba.
Los aires de apertura que se vivían por aquellos años de primavera diplomática entre Barak Obama y Raúl Castro permitían soñar con un reencuentro con las raíces, con la cercanía con los padres, y con la posibilidad de desarrollar en su propio terruño un proyecto que incluyera las dos grandes pasiones de Noel: el béisbol y sus hijos.
"A los niños les encantaba Cuba, entonces me surge la idea de hacer un equipo independiente, con chicos que estaban fuera de las ligas provinciales, y comenzar a entrenarlos para competir".
Así fue como nace el proyecto Habaneros. "Todo esto yo lo hacía de algún modo para que mi hijo se fuera fogueando", admite Noel, aunque detrás de ese pequeño sueño fue tejiendo uno mucho mayor: llevar por primera vez en 50 años un equipo juvenil cubano de béisbol a competir fuera del país.
Ese sueño se concretó en 2015, cuando fueron invitados a jugar un torneo en Miami. "Imagínate: el gobierno cubano nos dio las autorizaciones, conseguimos las visas y llevamos un equipo de 11 niños cubanos y un argentino a Miami. ¡Fue un espectáculo!", recuerda. "De 22 equipos agarramos el bronce, una cosa increíble. Y después llevamos a los chicos a los parques de Disney y al de ESPN, que es puro deporte", recuerda.
Cómo habrá sido de insólita la experiencia que terminó convirtiéndose en un documental que fue ovacionado por la comunidad latina en La Florida.
"La gente estaba como loca. Todo el mundo contento. Nos felicitaban por las calles de La Habana, nos ofrecían ayuda para continuar con el proyecto. Me traían niños que estaban fuera y yo los entrenaba", cuenta Noel.
ROBARSE EL CHOW
Lo exitoso de la experiencia no tardó en traer nuevas invitaciones. Ese mismo año fueron a República Dominicana, donde obtuvieron un quinto puesto. Y al año siguiente regresaron al mismo torneo. "Pero ahí ya tuvimos más tiempo para entrenarnos, con más tecnología, con materiales. Nos vuelven a invitar al torneo en Punta Cana. Por eso hago una preselección más grande, entrenamos mejor y logramos ganar el oro", recuerda.
Fue una final “a muerte” con Panamá. "Ahí nos robamos el chow", bromea Tortoló, recordando "la algarabía que se armó al final cuando salimos campeones".
No imaginaba en ese mismo instante estaba ocurriendo algo que le cambiaría la vida. Aprovechando el descuido de los festejos, dos de los muchachos de su equipo, que no tenían más de 14 años, "se montaron a un auto blanco que los pasó a buscar y se fueron".
El profe Noel no lo podía creer. Él se había hecho cargo ante los padres por la seguridad de esos chicos, y le acaban de secuestrar a dos hermanos.
Sólo pocas horas más tarde ya se había podido determinar que no había sido un secuestro sino un rapto. Y quien lo había perpetrado no era otro que el padre de estos muchachos, cubano, que había ingresado ilegal a República Dominicana y que desde hacía meses venía pergeñando ese momento.
"El objetivo era sacar a estos chicos de Cuba para llevarlos a Estados Unidos a que firmaran en las grandes ligas", comentaba Tortoló. Uno de esos muchachos lo haría por 2,8 millones de dólares con los Tigres de Detroit, y el otro por 80 mil dólares con los Marlins de la Florida. "Por eso me usaron. Se beneficiaron ellos a sabiendas de lo que me iba a pasar a mí", recuerda el entrenador.
DE LA GLORIA A LA PRISIÓN
La vuelta a Cuba fue una rara mezcla de la gloria por el logro deportivo con la amargura y la preocupación por las consecuencias que traería aquel episodio. La decisión entonces pareció la lógica: paralizar el proyecto Habaneros.
El entrenador había reunido toda la documentación acerca del episodio y lo presentó a las autoridades. Luego de una primera reunión, ese mismo año, 2016, le dijeron que estaba todo en orden.
Pero sólo un año más tarde, Noel Tortoló, el hijo del coronel, el hombre que había elegido dejar Argentina y Panamá para retornar a Cuba, el que había armado un equipo, con chicos de bajos recursos y los había llevado a vivir un sueño, terminaría detenido en Combinado del Este, una de las cárceles de máxima seguridad de la isla.
¿La acusación? Tráfico de personas, actividad económica ilícita -por entrenar a los niños y hacer un documental-, evasión al fisco y cohecho.
"Fueron cambiándome las acusaciones, una detrás de la otra, porque no podían encontrar nada. Entonces seguían buscando y buscando, porque yo era el hijo de Tortoló y tenía que quedar preso", contaba el entrenador de béisbol infantil, que en ese momento veía cómo sus laureles se convertían en pesadilla.
"Era todo mentira. Pero lo que ellos querían era inventar un delito. Me tuvieron seis meses de interrogatorio, me preguntaron por decenas de personas que yo ni conocía, me admitieron que no encontraban nada, pero me seguían teniendo detenido", cuenta.
EL DEPORTE COMO LIBERTAD
Por detrás de esa lucha por recuperar la libertad, transcurría otra batalla: la de su matrimonio, que comenzaba a desbarrancarse. Cuatro hijos a quienes podía ver poco y una esposa acaudalada que no parecía muy dispuesta a sostener la situación. "Las peleas eran por plata, por dinero, por cosas materiales. Yo le dije: 'Tú quédate con tu plata que yo me quedo con mi vida'". Y un buen día, Marcela desapareció. Pero ése es otro capítulo.
Mientras tanto, Noel resistía dentro de la prisión e intentaba allanar un camino que le devolviera la libertad.
En una cárcel de máxima seguridad, lo primero que intentó hacer, como estrategia de supervivencia, fue "aprender rápido los códigos, porque una vez que los tienes, te vuelves un referente ahí dentro". Y eso fue lo que hizo.
Al poco tiempo, ya estaba organizando el primer torneo carcelario de béisbol. "Había mucha gente que necesitaba del deporte, y fue lo que yo le propuse al director de la cárcel. Me encargué de conseguir guantes, pelotas, bates y organizamos todo esto que fue un espectáculo".
Poco tiempo pasó hasta que Noel fue designado encargado del deporte en el intramuros. "Ayudé a muchas personas, le di clases de educación física a gente de todas las edades y con todos los antecedentes", comenta, abrazado una vez más al deporte como el más universal de los lenguajes.
SUSTRACCIÓN DE MENORES
Su encarcelamiento duró hasta mediados de 2019, cuando obtuvo la condicional, que le fue adelantada seis meses por haber trabajado dentro de la prisión. Entre medio, la justicia cubana se quedó con su vivienda y con la de su madre.
Pero quizás el mayor despojo que vivió Noel a su salida fue enterarse que su ahora ex mujer, Marcela Santa María, se había ido del país con los cuatro hijos, para volver radicarse en Panamá. "Yo no presté ningún consentimiento para esto. Ella se los llevó sin avisar, y por eso le montamos una denuncia por sustracción internacional de menores", contaba Noel.
Entre medio, se había reencontrado con una amiga de la infancia con la que decidieron formar una nueva pareja. "Nos conocemos desde niños, y bueno, las vueltas de la vida, ella en un momento muy difícil para mí dio un paso adelante, y aquí estamos", se consuela.
La batalla por sus niños se libró ante la justicia de Panamá, donde finalmente fue retirada la denuncia por sustracción y se logró acordar un régimen de visitas. "Ella no quería por nada del mundo que yo pudiera tener acceso a mis hijos, pero la justicia me dio la razón", recuerda el fundador de Habaneros.
Aún con un acuerdo por el régimen de visitas, y alimentando todo lo que puede su vínculo con los chicos (el mayor, argentino, tiene 19 años y estudia en Estados Unidos. Los otros tres, de 17 y de 12 años, permanecen en Panamá viviendo con la madre), las desavenencias con su exmujer continuaron, y continúan hasta la actualidad.
El presente de Noel Tortoló lo encuentra viviendo en Madrid. "Me vine aquí, donde tengo familiares", relata. En España busca recomponer su vida, "tratando de salir adelante".
Eso sí, aclara: "Nunca pierdo la esperanza de algún día volver a la Argentina".
“Si quieres correr veloz…”
El coronel Pedro Tortoló (foto) era un alto militar del gobierno de Fidel Castro en plena Guerra Fría. Fue destinado a varias misiones en todo el mundo y era tenido en alta consideración por el gobierno de la isla.
Pero eso fue hasta 1983, cuando lo terminaron haciendo responsable por una capitulación vergonzante en una remota isla del caribe, Granada, donde había sido enviado con su tropa por el líder de la revolución, para defender a esa pequeña república de la invasión de Estados Unidos.
Corría octubre de ese año y la mayor potencia mundial no parecía muy conforme con el nuevo gobierno de Granada, de corte comunista y de estrecho vínculo con Castro. De allí a decidir una invasión pasaron muy pocos meses. Cuba envió tropas para disuadir la invasión, pero la diferencia militar era tan categórica, que el cubano encargado de la misión decidió capitular, con el fin de evitar una derrota que hubiera costado cientos de vidas.
A su regreso a cuba, Tortoló y su familia serían humillados públicamente durante décadas. Al punto que el apellido se hizo conocido por un refrán que se instaló en el imaginario popular: “Si quieres correr veloz, usa tenis Tortoló”.