“Sumar o dividir”, literalmente una premisa que no se aplicaba solo a las operaciones de matemáticas, sino a evaluar en qué lado estas ante un complicado contexto. Ya no tenés el día a día, el contacto directo con los padres, con los chicos, la tiza ni el pizarrón. El timbre del colegio ya no está presente. El uniforme continua colgado juntando polvo, a la espera de nuevas directivas.
Cómo todos, especialmente te sentís desorientado, confuso, ¿cómo educaré a la distancia?. Inmediatamente te planteas: no es lo mismo, pero te esforzás porque sabés que tus alumnos crecen y deben aprender. Contexto difícil o no, deben recibir enseñanza y sabés que sos el pilar fundamental para ayudar a “moldear” mentes.
Junto a los directivos comienza la ronda de impartir conocimientos desde casa. Deciden “aggiornarse” a las nuevas tecnologías: cables, cámaras, micrófonos, buena señal o no de internet, todo listo para empezar a cautivar a niños, niñas y adolescentes por medio de una pantalla. A veces bien, a veces mal, el Zoom se convierte en parte de su día a día. Mate, desayunos, meriendas y hasta cenas en horas y horas interminables de reuniones y de clases.
Enseñar a dividir por la plataforma Zoom, aprender a editar videos para los alumnos, replanteos, amigarse con nuevas tecnologías, fueron algunos de los desafíos. El mayor creo fue hacer entender a los padres que la modalidad virtual llegaba para instalarse y que necesitaban de ellos para poder lograr sus objetivos.
Los padres pasaron a ser los “maestros” guiados por los verdaderos “profesionales detrás de la tiza”. Eran maestros, psicopedagogos, psicólogos, madres y padres a la vez. Pero a su manera, supieron sentirse retribuidos y junto a los docentes, lograron encaminar la educación argentina en medio de un contexto extraño.
"Cuando nos atravesó esta pandemia todos tuvimos que aprender algo bueno y valioso", aseguró Eugenia Clidas, maestra de escuela primaria en un colegio privado de la ciudad La Plata. "Lo más lindo" de esta experiencia fue comprobar cómo pudimos acercarnos un poco más con nuestros alumnos con "mensajes y saludos directos a través de los teléfonos. Que ellos vean que yo estoy de este lado", fue muy enriquecedor dijo la maestra.
Eugenia armó videos para los días patrios con fotos que le enviaban sus alumnos; enseñó la división en forma virtual; editó videos donde ellos se veían y después los compartió con su familia, etc. "Empatizar con el otro, ponerse en el lugar del otro", resumió la docente.
"Un aprendizaje que se produjo a la vez que se ensayaba y se corregía al ritmo de condiciones que aún hoy, en septiembre de 2021, continúan modificándose en formas que no necesariamente podemos anticipar", añadió, Mariana Maggio, directora de la Maestría en Tecnología Educativa de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires (UBA) y especialista en Educación.
La otra cara de la enseñanza
Cómo madre puedo decir que la pandemia me atravesó de muchas formas. Si bien soy hija de un docente puedo decir que el alma “matter” de la enseñanza no corría literalmente por mis venas. Entendía la situación pero en cierta forma la incertidumbre y el no saber enseñar me carcomían las pocas emociones que me dejaba el encierro sin carcomer.
Con una hija iniciando el tercer grado y con contenidos que ya no recordaba tuve la bendición de contar con una docente que me guiara y alentara ante cada desafío que debía emprender con ella. Era difícil no perder los estribos y enseñarle sin motivarla a caer en la decepción y el fracaso. Pero allí estaba, “ese bendito ángel instruido” al otro lado de la pantalla para aleccionarme día a día como poder orientarla.
En el mismo sentido y tal como reflejé párrafos arriba, soy hija de docente. Si les describo el síntoma de cansancio, les puedo decir que es lo mínimo que pude percibir cada vez que nos comunicábamos por videollamadas. Mi papá estaba tranquilo. Por primera vez en 29 años de enseñanza podía ver el descanso en su cara.
Es que la situación lo ameritaba. En su caso estaba en medio de una salida jubilaría (frenada por la pandemia) y con alumnos secundarios que directamente aparecieron a fines del 2020 preguntando que “debían” hacer para pasar el año. Él no imparte las materias principales pero les puedo asegurar que Publicidad, Cultura y Estética e Historia del Arte entre otras más, no son pavadas que pueden postergarse. Son tan importantes como las 10 materias restantes de la curricula general.
Pero sin entrar en muchos detalles, lo que más puedo resaltar es lo difícil que le resulto a un hombre de más de 60 años enseñar por medio de la computadora. – ¡Maricel! No sale el audio, no puedo hablar con los alumnos, cuando vengas a casa, por favor fíjate que tiene o – ¡Maricel! Necesito enviar este material por correo a los alumnos – Bueno viejo, decime y enviaba uno por uno. ¡Una lista de 40 y pico de alumnos, él enviaba ¡uno por uno!
Eso no fue todo. Junto en cuarentena se sumó a la era de los teléfonos táctiles y el universo del whatsapp se abrió delante de él. Hasta entonces venía con un telefonito con botones y nadie lo podía ubicar por medio de la plataforma de mensajería. Lo lindo fue que envió mensajes uno por uno a sus alumnos mientras aprendía a poner el dedo en un solo lugar (y no apretar otras teclas). – Viejo, dame, te armo un grupo por curso y les mandás a todos juntos. –No, nena, cada situación es diferente- me dice- algunos están debiendo materias del año anterior, otros no saben ni que todavía no me salió la jubilación.
Les puedo asegurar que fue eterno. Pero fuera de lo divertido de la situación, puedo asegurarles que la dedicación tanto de él como la del cuerpo docente en general fue quintuplicada durante la emergencia epidemiológica. Muchos no contaban siquiera con acceso a internet. Otros, como él, no podían aggiornarse tan bien a las tecnologías. Otros presentaban la incertidumbre de saber si cobrarían sus horas laborales porque solo tenían horas de suplentes.
Lo cierto, es que la pandemia fue un desafío en todos los trabajos. "La pandemia nos trajo algunas dificultades, pero muchísimos aprendizajes", dijo Paula del Cura, maestra de segundo grado de la Escuela Almafuerte de Rosario. Para muchos, esto fue una evolución de la docencia, del accionar individual al colectivo. Con sus idas y venidas, educación al fin, en un tiempo corto pero intenso que vino para quedarse.|