Julieta Coria tiene 27 años. No terminó la escuela primaria y votó por primera vez hace tres. Un culto religioso, de carácter evangélico, en el que participaba junto a su madre y hermanos, la obligó a abandonar el colegio a los 11 años para vender pan en las calles de La Matanza. “Tuve que dejar la escuela en séptimo grado. Lo mismo mis hermanas. Lo mismo los vecinos que vivían en los departamentos de lado”, cuenta la denunciante por primera vez en una entrevista con Telenoche realizada por el periodista Rodrigo Alegre.
“El servicio a Dios es tiempo completo”, le había indicado, en aquel entonces, Eva Petrona Pereyra, alias “La Tía Eva, la líder religiosa del Templo Filadelfia”. Hoy está presa, acusada de trata de personas, abuso sexual, lavado de dinero y reducción a la servidumbre.
Hace un año, el juez federal Néstor Barral y el fiscal Santiago Marquevich ordenaron allanamientos y detuvieron a los responsables directos del culto. Sin embargo, los últimos días, la División Trata de Personas de la Policía Federal logró encarcelar “al núcleo duro” de la Iglesia Filadelfia, disperso en otras provincias del interior.
El altar principal funcionaba en un edificio de la calle Centenera al 3700 en la localidad de San Justo. El lugar, que ocupa casi toda una esquina, se comunica internamente con otros dos inmuebles donde están las habitaciones y también un sector de la panificadora de la Iglesia. Allí, la pastora Eva alojaba a los miembros de la Iglesia Filadelfia y celebraba “Las Fiestas del Señor”.
La denuncia de Coria envalentonó a una docena de víctimas que relataron los vejámenes padecidos dentro de la institución. Van desde la entrega de casas y niños como ofrendas hasta abusos sexuales en los rituales religiosos. Todo en nombre del Señor.
“Para los que vivimos adentro de Filadelfia, fue lo que nos arruinó la vida. Todo lo que está mal. Eso es Filadelfia”, relata Julieta.
La Iglesia Filadelfia convocaba todos los años a “La Fiesta del Señor”. La celebración se daba durante el primer fin de semana del mes de enero. Eran invitados y hospedados en San Justo todos los miembros de las sedes de la Argentina, Brasil y Paraguay. El encuentro consistía en cena, baile, lecturas bíblicas, misas eternas y hacia la madrugada comenzaba una pesadilla.
Eva Petrona Pereyra, hoy con 76 años y prisión domiciliaria, entraba en un trance profundo. “Era poseída por el Espíritu Santo. Se le manifestaba. Yo realmente creía que Eva era el Espíritu Santo. Era ley que agaches la cabeza ante ella. No podías mirar a los ojos”, recuerda Julieta, que estuvo dentro de la organización durante 16 años. “Hay gente de la misma congregación que entregaba a sus hijos. Era agarrarlos a chicos de 11 o 13 años de la mano y dejarlos en la punta de la escalera del altar. Era la ofrenda que tenían que dar”, dice la joven que impulsó la denuncia penal. Los niños eran separados de sus padres y criados por la pastora Eva o su colaboradora Adriana del Valle Carranza.
Durante la celebración de las Fiestas del Señor ocurrió lo peor. Así lo relató una de las víctimas en la Justicia Federal. “Eva (Pereyra) o Luz (Pereyra) te rozaban con los pechos o con la espalda y a algunos los tiraban al piso y con le pasaban el pelo en las partes íntimas a los hombres, vestidos, hasta que los hombres en un momento eyaculaban, esa eyaculación era que Dios nos estaba sacando la fuerza de hombre para darnos una fuerza distinta”, contó una víctima en la Justicia Federal.