El segundo juicio por los abusos a niños hipoacúsicos en el Instituto Antonio Próvolo de Mendoza, que tiene como imputadas a dos monjas, exdirectivas y exempleadas del establecimiento, comenzará y, debido al contexto de pandemia, el debate se desarrollará de manera semipresencial, confirmaron fuentes judiciales.
Se trata del segundo juicio, luego de que, a fines de noviembre del 2019, el sacerdote Horacio Hugo Corbacho fuera condenado a 45 años de prisión, el cura italiano Nicola Corradi (83) recibiera una pena de 42 años y el exempleado, Armando Gómez, 18 años.
Este nuevo juicio unifica tres causas y son nueve las personas imputadas en delitos que van desde el abuso sexual agravado y corrupción de menores a la participación por omisión.
La monja japonesa Kumiko Kosaka (46), acusada por los delitos de abuso sexual agravado, corrupción de menores y partícipe primaria por omisión, es la única imputada que llega al juicio con prisión preventiva domiciliaria, mientras que el resto están en libertad.
Completan la nómina de imputadas la monja Asunción Martínez (53), la representante legal Graciela Pascual (65), las exdirectoras Gladys Pinacca (66), Valeska Quintana (48), Cristina Leguiza (50) y Laura Gaetán (60), la psicóloga Cecilia Raffo (43) y la cocinera Noemí Paz (63) acusadas como partícipes necesarias y/o secundarias por omisión.
"Va a ser un proceso largo y difícil para las víctimas: tener que volver a declarar en muchos casos y revivir su dolor. Entendemos que las pruebas son suficientes para llegar a una condena al final del debate y nuevamente, como sucedió en el primer juicio, esta condena sea histórica y reparadora para ellos y ellas", explicó Lucas Lecour, uno de los abogados querellantes y presidente de la organización de Derechos Humanos Xumek.
Está previsto que el juicio se inicie este lunes 3 de mayo a la 8 y en total, solo podrán estar presentes 25 personas dentro de la sala 4 del fuero penal colegiado, debido a las restricciones por la pandemia de coronavirus, informaron las fuentes judiciales. Según detallaron desde el Poder Judicial, en este juicio deberán producirse 52 cámaras Gesell y, luego, ver si, de los planteos que surjan, deben declarar.
En un primer momento se fijaron audiencias de debate hasta octubre, aunque no se descarta que el juicio pueda extenderse. Desde Xumek sostienen que "el juicio a las mujeres imputadas busca arrojar luz y justicia a una red escabrosa de complicidad y silencio" y destacan que "la vulneración a los sobrevivientes del Próvolo y sus familias continúa hasta hoy, dadas las dilaciones y ocultamientos que sostiene la Iglesia e involucra incluso al Vaticano".
Lo qué pasó…
El caso Próvolo inició su proceso judicial en noviembre de 2016 y rápidamente escaló a una megacausa, con más de 20 denuncias por hechos de violencia física, psicológica y sexual por parte de sacerdotes, monjas y personal administrativo del Instituto, perpetuados de manera sistemática contra niñas, niños y adolescentes sordos o hipoacúsicos que asistieron al establecimiento entre 2005 y 2016.
Las condenas contra los sacerdotes Nicola Corradi y Horacio Corbacho fueron históricas porque recibieron las penas más altas impuestas a integrantes de la Iglesia Católica. La Corte Suprema de Justicia de Mendoza ratificó en septiembre las condenas a 45 y 42 años de prisión para Horacio Corbacho y Nicola Corradi, y al ex empleado Armando Gómez, quien recibió 18 años.
Los testimonios recabados a lo largo de los años son extremadamente gráficos. Una víctima expresó que se desmayaba del dolor que le producían las vejaciones; otra que se cortaba a sí misma de manera regular como consecuencia del trauma; y otros coincidieron en indicar que, además de practicar los abusos, los sacerdotes forzaban a los niños más grandes a explotar a los más chicos.
En total, los acusados fueron encontrados culpables de 28 ataques y torturas sexuales entre 2005 y 2016, y fueron absueltos en otros por falta de acusación por parte del fiscal o por el beneficio de la duda. Sus víctimas tenían entre 7 y 17 años de edad.
“Era muy mala la vida ahí adentro. Nosotros no aprendíamos nada, no teníamos comunicación, no sabíamos lengua de señas, escribíamos y no sabíamos qué, preguntábamos a otros compañeros y, también, nadie entendía nada”, contó Ezequiel Villalonga.
Otro de ellos, llamado Yoel, contó que allí los abusos “siempre eran de noche” y que a los niños que dormían en el instituto se los obligaba a quitarse los audífonos para ir a dormir, para que no escucharan los gritos.
J.J.R fue violado al menos 8 veces mientras estuvo en el instituto. En ocasiones hasta llegaba a desmayarse por el dolor que sufría durante esos ataques. Contó cómo en una de las oportunidades el cura Corradi encontró a dos violadores mientras atacaban al ex alumno. Lejos de hacer la denuncia correspondiente, se limitó a ordenarles a Gómez y al otro ex empleado que se retiraran a sus habitaciones.
Luego de los abusos, los criminales se encargaban de trasladar al joven misionero al médico. Las consultas ocurrían siempre fuera del instituto, de acuerdo al relato del joven. Ya atendido por los médicos, a J.J.R. lo llevaban generalmente a un local de comidas rápidas y allí le compraban una hamburguesa con papas fritas, presumbiblemente para garantizar su silencio.
Su familia descubrió sus padecimientos cuando, de vacaciones en su provincia natal de Misiones, su madre lo llevó a un control médico porque evidenciaba dolores.
La victima cuenta que viajaron ese mismo día a Mendoza, porque ella fue a pedir explicaciones en el instituto por lo que había observado el médico", relató una fuente de la investigación. Esa fue la última vez que J.J.R. pisó el Próvolo.
La cantidad de abusos, su magnitud y el hecho de que ocurrieran a lo largo de varias décadas y en distintas partes del mundo posaron también el foco de atención sobre el accionar de la Iglesia Católica, tanto en la Argentina y en Verona como en su centro neurálgico, el Vaticano.
Tanto las víctimas italianas del Instituto Próvolo como las de las dos sedes argentinas aseguran que la Iglesia sabía sobre las acciones de Corradi y no obstante lo pusieron a cargo de niñas y niños sordos en Argentina.
El Vaticano tomó su primera acción oficial respecto de los abusos en 2017: envió a dos sacerdotes argentinos a investigar lo ocurrido en Mendoza. El vicario judicial Dante Simón, uno de esos responsables, dijo que los hechos denunciados son “horribles” y “más que verosímiles”.
Kosaka era llamada “la monja mala” porque se dice que azotaba a los niños. Sin embargo, los crímenes de los que se le acusa van más allá de la violencia física. Tiene nueve imputaciones como partícipe primaria en los abusos cometidos por los curas pedófilos. Se la acusó, entre otras cosas, de ponerle pañales a los chicos abusados para disimular los sangrados y de seleccionar a los más “sumisos” para entregárselos a los curas abusadores. También se le acusa de haber abusado ella misma.
Fueron las autoridades argentinas las que ordenaron el cierre del Instituto en la ciudad mendocina de Luján de Cuyo en 2016. Las autoridades del departamento de Lujan de Cuyo adquirieron el terreno en agosto de este año y lo convirtieron en un Parque Cívico, donde se instalaron las dependencias administrativas de la municipalidad.|