Alberto Fernández ungió a Máximo Kirchner para ir por la presidencia del Partido Justicialista bonaerense y, con eso, decretó la guerra que se viene: La Cámpora contra los intendentes díscolos. La batalla ya se gestó y estaba dando sus primeras explosiones, pero el fuego neutral desde la Casa Rosada permitía controlar lo que ya no será. Ahora, con el presidente dándole su respaldo absoluto, los barones del conurbano ya saben que están incomodando.
"Es un gran dirigente, con capacidad de diálogo y preparado. Tiene todas las virtudes ocupar un cargo de esa naturaleza", sentenció Alberto en un reportaje radial y los teléfonos empezaron a sonar. La presidencia del PJ bonaerense es un cargo que en la práctica no sustenta ningún poder pero que en lo estructural organiza al Frente de Todos detrás de una conducción concreta y no simbólica.
Hoy, el sello está en mano de los intendentes históricos, representados por el jefe comunal de Esteban Echeverría, Fernando Gray, actual presidente del partido. Gray conoce bien a los Kirchner. Llegó a la intendencia militando desde el ministerio de Desarrollo Social, donde se forjó como la mano derecha de la entonces ministra, Alicia Kirchner y luego puso la cara cuando el macrismo se llevó todo puesto. Esa actitud le permitió mantenerse de pie y conseguir el sillón del justicialismo, hasta ahora.
La reelección de fondo
La verdadera discusión de intendentes y La Cámpora es una sola: poder derogar la ley que le pone coto a la reelección indefinida a los intendentes. La Ley está vigente desde el 2016 y permite solo dos mandatos consecutivos de intendentes, legisladores, concejales y consejeros escolares.
La ecuación es simple, el 70% de los intendentes de la provincia deberán dejar su puesto en las próximas elecciones. De 135, 95 no podrán ser reelegidos.
En noviembre último, Fernández se reunió con jefes distritales en la Quinta de Olivos y dio a entender que iba a habilitar la discusión puertas adentro. Pero lo que al principio se sintió como un espaldarazo luego se diluyó en la lontananza oficial. Alberto estaba haciendo lo que mejor sabe: calmar el fuego.
Entusiasmados, los intendentes fueron a La Plata con el certificado presidencial, pero el gobernador Axel Kicillof no dio acuse de recibo por una sencilla razón: él y los dirigentes de La Cámpora no quieren dar esa batalla.
¿Quién armará las listas?
Para la agrupación que lidera Máximo Kirchner, el 2023 es el momento para obtener el poder real de los distritos que hasta ahora son tabicados por los viejos caciques. Este es el único motivo y real motivo por el cual los intendentes están en pie de guerra. "Los votos los pusimos y los vamos a poner nosotros", sostuvo a N&P un importante intendente de la zona oeste del conurbano, hoy señalado como el orquestador de una serie de operaciones que habrían molestado al presidente.
Fernández mantuvo un encuentro con intendentes en Lomas de Zamora, encabezado por el propio Martín Insaurralde, pero los barones más afectados con el poder de La Cámpora y los que articulaban la derogación de la Ley no fueron: Gustavo Menéndez (Merlo), Juan Zabaleta (Hurlingham) y el mismísimo Grey.
Por las dudas ahora la batalla se va a centrar en el armado de listas para las próximas elecciones, donde los intendentes piensan empezar a dirigir la sangría de los suyos. Lo concreto es que Máximo ya ganó el primer partido antes de ser Rey, quizá el partido más importante.