La última decisión del Gobierno Nacional es clave en el futuro. “Una gestión sin sorpresa”, dicen por lo bajo en la Casa Rosada. No es una mirada errada. El Ejecutivo intentó una jugada que era “inteligente” pero careció del sistema táctico para aplicarla. El primer error fue claro: el presidente anunció algo, que no estaba definido y que, luego, sería algo inversamente distinto.
En materia económica, la previsibilidad es un valor. Pero, en política, la previsibilidad puede ser un virus, si lo que se anuncia no se puede cumplir. Puede ser la evidencia de una incapacidad para adaptarse al cambio o a un escenario nuevo, o el inicio de un vacío de poder. Eso es lo que está pasando.
“Basta de decir una cosa en los medios y después, por abajo, llamar para pedir una mano porque se les descontroló la situación sanitaria”, explicó a N&P una importante fuente del Ejecutivo Nacional. El enojo es claro y la estrategia inicial también. “Los gobernadores (e intendentes grandes) piden que todas las decisiones las tome el Gobierno, para después quejarse o no poner la cara con la gente o los comerciantes”, agregó. La disyuntiva ahora es cómo seguir, en un panorama político donde cada gobernador e intendente dispone a su antojo para salvar las ropas en un año electoral.
Lo previsible es estático. No se mueve. No deja lugar a la innovación, a la regeneración, a la sorpresa. Pero, la realidad de la pandemia exige algo completamente distinto. Vivimos una realidad que es cambiante y que exige nuevas ideas, respuestas y soluciones. La previsibilidad es la renuncia y la aceptación de un determinismo político marcado por los propios límites del poder. Eso está claro.
Los gobernadores dicen sí por conveniencia y luego, cuando llegan a su provincia, se encuentran con la realidad de sus votos: “ni se te ocurra cumplir eso”, y ahí marcan la diferencia. En Olivos aseguran que “los están cagando” y que “nadie se hace cargo del costo político”. En el zoom que Fernández tuvo con los mandatarios provinciales, antes del anuncio del endurecimiento de la flexibilización de la cuarentena, no hubo voces disidentes. Todos dijeron que sí o no dijeron nada, luego fuera de la mirada presidencial endurecieron su postura.
En el kirchnerismo duro la observación de la situación es diferente. Exigen mano dura con aquellos que no se comprometan con la situación. “Hay que llamar uno por uno a los que se hacen los giles y apretarlos, esto es política y estamos gobernando un país”, sostuvo a este medio un importante diputado nacional de La Cámpora. En esa pata de la coalición oficial sostienen que “no hay lugar para tibios” y que lo único que se genera desde el discurso oficial es “que cada uno haga lo que quiera”.
Con el correr de las horas, los gobernadores e intendentes se están alineando al “marco general” del decreto presidencial. Ninguno quiere quedar expuesto, pero tampoco quieren pagar el costo político. La política es como una mesa de blackjack, pierde el que pide más: las cartas ya están repartidas.