El nuevo informe del Observatorio de la Deuda Social Argentina (ODSA) es una fotografía de alta resolución sobre la crisis en la que se encuentra el país. A lo largo de sus 42 páginas queda demostrado que la pobreza, la desigualdad, y la marginalidad es de “carácter estructural”.
También se destaca “la necesidad de reformular de manera estructural y estratégica el modelo de crecimiento y los sistemas de seguridad y protección social en clave distributiva”. En definitiva, el documento resulta una clara interpelación a toda la clase política.
Según el informe del observatorio de la Universidad Católica Argentina (UCA), la inestabilidad económica sostenida en el tiempo se transformó en un problema sistémico. Y su resultado ha sido que la pobreza haya terminado en un problema crónico y acumulativo.
En 2015 es desempleo fue de 9,4 y al año siguiente aumentó de 9,9. Cuando Mauricio Macri terminó su mandato fue de 10,9. Durante la gestión de Cambiemos el subempleo inestable trepó de 15,6 a 20,6. El incremento de ambas categorías significó la caída de las personas que se encontraban con empleos precarios y de pleno empleo.
El ODSA señala que en el país hay “una estructura productiva heterogénea que genera empleos de baja productividad y remuneración” y “un modelo de crecimiento dual, desigual y combinado que genera excedentes absolutos de fuerza de trabajo”. En definitiva, una economía que crece de manera desequilibrada que no genera ni derrama los empleos productivos necesarios.
Con el agravante de la pandemia
Como si el cuadro de situación no fuese suficiente, ahora se sumó una pandemia que además de llevarse puestas a miles de vidas, congeló la economía en todo el mundo.
En ese sentido el director del ODSA de la UCA, Agustín Salvia, consideró que "ya antes de la pandemia" el país se encontraba "contra las cuerdas en lo social y, luego de un duro segundo trimestre, se espera que la pobreza baje unos puntos". Luego de que el Indec informara sobre un aumento de la pobreza a 40,9% al cierre del primer semestre, Salvia destacó que el índice puede bajar a partir de los planes asistenciales implementados en el marco de la emergencia sanitaria por la pandemia de coronavirus, y de una paulatina recuperación de la economía.
Un muestreo de 500 hogares del área Metropolitana de Buenos Aires (Ciudad de Buenos Aires y 30 partidos del conurbano bonaerense) indica que durante el periodo de cuarentena el 38,8% de los consultados se vio afectado por la reducción hasta un 50% de sus ingresos. El 37,1% dijo que no ha cambiado su situación, el 18,8% tuvo una merma que supera el 50%, y sólo el 5,3% vio un incremento en sus ganancias.
El 26,4% de los encuestados informó que sigue trabajando como siempre o más que antes de la cuarentena. El 4,2% se encuentra de licencia por ser grupo de riesgo, el 22% está trabajando menos horas. Sólo el 8,2% dijo que perdió el empleo y el 39,3% se encuentra suspendido o debió dejar de trabajar.
Lo primero que vale aclarar es que la muestra es de mayo. Lo segundo es que la situación laboral sería peor si no fuese por las medidas que adoptó el gobierno para evitar los despidos, desde la doble indemnización hasta el pago de un porcentaje de haberes o cargas patronales.
"Se empobrecieron las clases medias bajas y los trabajadores informales, y los que se emplean por cuenta tuvieron una caída abrupta en su actividad y, por lo tanto, de sus ingresos", explicó el titular del Observatorio de la Deuda Social e investigador del Conicet en declaraciones a la radio Metro 95.1.
La pobreza durante el primer semestre de 2019 había alcanzado al 35,4% y la indigencia el 7,7%, ahora con la crisis mundial por la pandemia todo se disparó: 40,9% y 10,5%.
Salvia señaló que "hay un sector de los indigentes, que ya dependían de los planes sociales, que pudieron salir de esa indigencia gracias a nuevos complementos y adicionales que dio el Gobierno nacional por la pandemia".
Para el ODSA-UCA “tanto la desigualdad persistente como la pobreza estructural son resultado de un modelo económico-productivo desequilibrado con efectos de exclusión, marginalidad y desigualdad a nivel socio-cultural, socio-demográficos y socio-ocupacionales”. También advierte que “no ocurren derrames hacia los sectores menos dinámicos sino hay políticas activas redistributivas y de desarrollo productivo local-regional hacia el sector informal y el mercado interno”.
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