Se sabe, lo saben: el Gobierno de Fernández-Fernández es un hato de -en los mejores casos- buenas intenciones, ideales difusos y recortes a los jubilados, que militó la cuarentena -el encierro en definitiva- con el ahínco que merecen causas más dignas.
Lejos, muy lejos de aquella bullanguera hinchada que todos los días le cantaba a Cristina en el Patio de las Palmeras de la Casa Rosada "Cristina corazón, acá tenés los pibes para la liberación". Era 2015 y el “Vamos por todo” aún parecía posible.
Ya no.
Todos los intentos ultrakirchneristas durante 2020 fracasaron con un indisimulable estrépito:
En efecto, Vicentín, la Reforma Judicial, el caso Grabois, entre otros, quisieran ser olvidados por el kirchnerismo explícito como en su momento, fue olvidada la Ley de Medios.
No será posible porque entre otras cosas, esos intentos generaron una resistencia sin antecedentes entre la gente de a pie.
Si no fuera un pésimo proyecto que seguramente castigará más al capital ya enormemente mortificado por el delirante sistema impositivo argentino, solamente se trataría de inyectar algo de mística a la deshilachada escuadra K que necesita, quizás con desesperación, un pequeño norte para el cual militar justamente, en el "Día de la militancia": Todo parece bastante patético.
Y en eso están: trabajando en la mística revolucionaria del ajuste. Triste circunstancia para los creyentes herederos del “Nestornauta".