La Argentina debe salir de la grieta en la cual se encuentra. Es una trampa que parte de la casta política y sectores económicos han impuesto desde el inicio de la práctica democrática en 1983 hasta el momento.
Desde el enfrentamiento del Alfonsinismo vs. las organizaciones sindicales; el Menemismo vs. el Duhaldismo; el Kirchnerismo vs. la vieja política; el Cristinismo vs. el sector agropecuario y los medios de comunicación; el Macrismo vs. el Cristinismo, y ahora el revival del Progresismo vs. el Neoliberalismo, aclarando que en el medio de todo esto los dirigentes se acomodan a las circunstancias solo para no perder privilegios y seguir siendo parte del negocio que significa permanecer en el Estado.
Antonio Cafiero, luego de estar 40 años inmerso en la vida institucional de la Nación, en 1985 se mostraba como renovador. Los miembros de la Junta Coordinadora Radical llevan 37 años instalados en la escena pública haciendo creer a la gente que aún son el cambio y en realidad fueron un fracaso tras otro. Sergio Massa posee más de 30 años de militancia política y observó que el negocio era ser la amplia avenida del medio, y desembocó en la transversalidad, retrocediendo varios escalones en su proyecto político inicial. El PRO, que se formó con peronistas como Puerta, Ritondo, Santilli, Larreta, Tagliaferro, Majdalani y Mercado, se olvidó de sus raíces y hoy pretende llenar el casillero dejado por Álvaro Alsogaray, malinterpretando sus ideas y cuyo resultado fue políticamente un fiasco.
Los trabajadores, los desocupados y los jubilados son hoy una masa importante de opinión y de acción, que fueron mal dirigidos por la clase dirigencial contemporánea, utilizándolos para justamente provocar una grieta interminable. Dicha grieta culmina en crisis económicas severas, desmanejo de la gestión pública, copamiento de las instituciones republicanas y disimulaciones de la realidad, y el argumento válido que siempre tienen estos dirigentes es que la culpa de todos los males la tiene el pasado, una entelequia o un cimbronazo internacional, pero nadie va en búsqueda de la unidad nacional. No es negocio.
Si se sigue este camino como sociedad sin compromiso político y dejando que los camaleónicos dirigentes sigan conduciendo nuestras vidas, llegaremos a ser un país congoleño, con una sufrible y penosa grieta social, cuasi trivial, dónde millones vayan a las ollas populares a comer y algunos miles disfruten de los variados menús servidos en Puerto Madero.
Es el momento de tomar el control y reivindicar la democracia como herramienta unificadora de la Nación y como vínculo directo con la cultura, la educación, la producción, el trabajo y el progreso.
*Alejandro Mansilla, Licenciado en Ciencias Políticas, presidente del Movimiento de Reafirmación Peronista.