El cambio climático y las técnicas de producción – Negocios & Política
 

Presente & Futuro |El cambio climático y las técnicas de producción

Lo sucedido durante los dos últimos dos siglos en materia ambiental no tiene posibilidad de revertirse. Tampoco existe oportunidad de reducir el consumo sin que eso implique un terremoto político y una crisis civilizatoria. Las transiciones energéticas, que históricamente posibilitaron la calidad de vida del ser humano, se encuentran ante una nueva transformación. Por qué la baja en la productividad afectará gravemente la vida.
Adrián Machado
Presente & Futuro
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El año finalizó con la abrupta cancelación por parte del gobierno de Sri Lanka de la prohibición de importación de fertilizantes químicos. La medida en favor de la agroecología duró apenas seis meses. Además, tiene que indemnizar por un total de 200 millones dólares a los agricultores perjudicados por la medida.

Luego de dar por tierra con la iniciativa, el gobierno distribuyó rápidamente partidas de abono de nano urea importado de India para el cultivo de arroz. Además, importaron 30.000 toneladas de cloruro potásico de Lituania y sulfato de amonio también desde India.

La reversión de la medida supuso un paso atrás para el presidente Gotabaya Rajapaksa, quien había impulsado la prohibición de la importación de todos los insumos agrícolas químicos, como fertilizantes y pesticidas, en un intento de lograr una agricultura completamente ecológica.

Sri Lanka es uno de los países de mayor desastre ambiental.

El gobierno de Sri Lanka tuvo que hacer frente a las protestas y al descontento generalizado en los distritos agrícolas del país por la falta de tiempo y de disponibilidad de fertilizantes orgánicos para que los agricultores pudieran hacer el cambio a la agricultura orgánica completa.

También preocupaba la caída de la producción de muchos cultivos de exportación, como el té y el caucho, ya que dependen del uso intensivo de insumos químicos para su cultivo. La mayor dependencia ocurre en el arroz, con un 94%, seguido del té y el caucho, con un 89% cada uno.

Los arbustos de té son un cultivo muy intensivo en productos químicos, ya que necesitan una aplicación constante de fertilizantes al menos dos o tres veces al año. Los ingresos por exportación de este cultivo suponen unos 3.000 millones de dólares anuales para Sri Lanka.

El caso de India

El doctor en Economía por la Universidad Federal de Río de Janeiro Manuel Gonzalo realiza un preciso resumen histórico de la evolución en la forma de producir alimentos en el gigante asiático.

“Entre 1965 y 1967 India fue afectada por fuertes sequías, que sumadas al incremento poblacional y de los ingresos per cápita de la década previa, colocaron enorme presión sobre la agricultura india, obligando a la importación y racionalización de granos en diferentes estados”, relata Gonzalo. Y agrega que dicha presión obligó a descartar los planes quinquenales y canalizar la mayoría de los recursos hacia el agro para aumentar la producción y evitar hambrunas.

En el plano político, señala el economista, sucedía un período de transición en el gobierno, ya que había fallecido Nehru en 1964. Esto dio paso a que asuma al año siguiente, por el Partido del Congreso, Indira Ghandi.

“En lo concreto, la política agraria india hasta entonces, consistió a groso modo en un avance muy heterogéneo de la reforma agraria (principalmente en Bengala y Kerala), grandes obras de irrigación e intentos de cooperativismo y extensionismo rural”, continúa el académico. Luego, agrega que ante las sequías, India debía aumentar considerablemente los rindes para evitar las brutales hambrunas que signaron al periodo colonial –medio o un millón de muertos–.

Pese a las semillas de alto rendimiento en India se registra una de las desigualdades más importantes del planeta.

“El giro en la política agraria consistió entonces en la introducción de semillas de alto rendimiento, acompañadas por el paquete de fertilizantes y herbicidas que inicialmente fueron aportados por la Rockefeller Foundation y posteriormente parcialmente producidos en India”, explica Gonzalo.

Con esas semillas el país pasó a producir 17 millones de toneladas de trigo en 1967, 5 millones más que su anterior pico de producción. “Este proceso fue claramente acompañado de inversión pública principalmente enfocada a obras de irrigación más descentralizadas, crédito al sector privado para la incorporación de tractores y tecnología y un fuerte trabajo de extensionismo tecnológico”, enumera el doctor en Economía.

Para fines de 1970 la India alcanzó la autosuficiencia agrícola, con 30 millones de toneladas en stock para no depender en demasía de importaciones. En la actualidad, debido a la cantidad de habitantes –1.300 millones–, los rindes agrícolas, las sequías, las inundaciones y el uso de la tecnología agrícola continúan siendo temas principales.

La encrucijada

De vuelta al presente inmediato de la enorme extensión de tierra gobernada por Narendra Modi, se produce un álgido debate sobre las distintas técnicas de producción.

Anil Ghanwat –líder de la organización Shetkari Sanghatana, con sede en Maharashtra, que también fue miembro del comité designado por el Tribunal Supremo sobre las leyes agrícolas ahora revocadas en 2021– ha instado al primer ministro a levantar la moratoria sobre la aprobación de los cultivos genéticamente modificados en la India, argumentando que los cultivos transgénicos ayudarían en última instancia a los agricultores, mientras que la tan publicitada “agricultura natural de presupuesto cero” sólo perjudicaría sus intereses debido a la disminución de la producción.

Ghanwat, presidente del ala política del Shetkari Sanghatana, el Partido Swatantra Bharat, dijo en su carta al primer ministro que si el gobierno central no levanta la moratoria sobre los cultivos transgénicos antes del 16 de febrero, su organización y otras lanzarán un “movimiento por la India libre” el 17 de febrero con el lema “Biotecnología para alimentar a la India. La agricultura natural para matar de hambre a la India”, en el que se destaca cómo el experimento de agricultura orgánica en Sri Lanka ha perjudicado a los agricultores de ese país.

Los activistas de la SS pondrán en marcha el movimiento plantando una variedad no aprobada de semillas transgénicas que, según Ghanwat, están falsamente etiquetadas como semillas transgénicas ilegales. La Sanghatana lleva mucho tiempo exigiendo que se aprueben los cultivos alimentarios transgénicos, incluida la berenjena Bt, y los cultivos transgénicos no alimentarios, como el algodón HTBt (tolerante a los herbicidas). Hasta ahora, India sólo ha aprobado el cultivo comercial de un cultivo transgénico, el algodón Bt.

La carta de Ghanwat llega en un momento en el que la Coalición por una India libre de transgénicos y otros grupos, entre ellos Swadeshi Jagran Manch (SJM), se han opuesto al reciente proyecto de reglamento sobre alimentos transgénicos del regulador alimentario central FSSAI, afirmando que la medida allanaría el camino para “facilitar la entrada” de alimentos transgénicos en el país sin proteger los intereses y la salud de los consumidores.

“El ZBNF perjudicará tanto al agricultor como a la tierra... Debemos aprender de la desastrosa experiencia de la agricultura ecológica obligatoria de Sri Lanka en 2021. Muchas zonas informan de que esta vez la cosecha es el 60% de la temporada pasada. Sri Lanka se ha arriesgado a una hambruna por su moda no científica”, escribió Ghanwat.

Transiciones energéticas

Para clarificar un tanto la cuestión acerca de los debates actuales y el proceso productivo histórico consideramos importante concluir este recorrido con el detalle de las transiciones energéticas históricas que posibilitaron un salto fundamental en la calidad de vida del ser humano.

El economista y profesor de Universidad de Río de Janeiro Eduardo Crespo explica de forma pormenorizada los avances tecnológicos que permitieron satisfacer las necesidades de los seres humanos a lo largo de la historia. Esta lectura adquiere aun más relevancia debido a que nos encontramos ante una nueva transición energética.

Expresa Crespo que a pesar que la discusión sobre los motivos que condujeron al “descubrimiento” de la agricultura, una tesis cada vez más aceptada es la de la economista danesa Ester Boserup.

La autora afirma que “las agriculturas no fueron descubrimientos afortunados que facilitaron el crecimiento de la población, al contrario, fueron respuestas a las presiones nutricionales del propio crecimiento demográfico. A largo plazo las técnicas, así como el cambio cultural en general, se modifican en función de las necesidades. No casualmente comenzaron a surgir agriculturas en coincidencia con la ocupación de casi todos los espacios habitables del planeta al final de la era glacial y la extinción de la megafauna, probablemente una consecuencia antrópica por el exceso de caza. A medida que las poblaciones se fueron quedando sin fronteras de expansión, el crecimiento cuantitativo de la especie se tornaba incompatible con las formas tradicionales de obtener alimentos. Antes de la agricultura, los bandos de cazadores-recolectores ya habían experimentado y saboreado casi todos los frutos silvestres y animales salvajes potencialmente comestibles. En algunas regiones no debieron tener más alternativa que enfrentar la inanición o adoptar nuevas estrategias para sustentarse. Es así como la domesticación de plantas y animales multiplicó la biomasa comestible. La llamada ‘revolución agrícola’ trajo aparejado un notable aumento de la productividad por unidad de tierra. Los agricultores necesitan para alimentarse un espacio incomparablemente menor que los cazadores y recolectores nómades”.

La consecuencia más notoria del proceso descripto por el profesor Crespo es la multiplicación exponencial de las poblaciones. En 200 mil años de existencia, con la caza y la recolección como métodos de subsistencia, los habitantes del planeta alcanzaron los 6 millones. En los 10 mil años siguientes, en base a la agricultura, la población llegó a mil millones en 1800.

“Los cazadores-recolectores necesitaban unas 5000 kilocalorías per cápita para alimentarse, vestirse, calentarse y confeccionar herramientas. Este promedio llegó a unas 30 mil kilocalorías en sociedades agrícolas avanzadas como el Imperio Romano o la China de la Dinastía Song. La domesticación de plantas y animales fue la solución técnica a las restricciones ambientales que enfrentaban la mayoría de las poblaciones que se sustentaban en la caza y la recolección. Esta solución, por su parte, a largo plazo también tuvo severas consecuencias sobre los ecosistemas: la biomasa comestible creció en desmedro de la biodiversidad, la extensión de cultivos provocó deforestación generalizada, el sobre-pastoreo contribuyó a la desertificación de numerosas regiones del planeta”, explica el economista.

Parte de las mencionadas restricciones posibilitaron la segunda transición energética: la Revolución Industrial. Si observamos desde el presente, la gestión de los bosques era brutal.

Las economías avanzadas de Eurasia utilizaban “madera para cocinar, calentar residencias, producir barcos (2000 árboles por unidad en la Marina de Guerra Británica), casas, muebles, fundir metales (un horno de hierro forjado requería una temperatura superior a 1500 grados)”.

“Incrementar la extracción de madera equivalía a reducir el área sembrada o desplazarse hacia tierras de menos fertilidad. El aumento de la demanda de madera generaba una presión alcista sobre los precios de los alimentos. En los albores de la Revolución Industrial los bosques de donde extraer madera en Inglaterra rondaban entre 5 y 7% del territorio. Debían adquirirla en el Báltico y Nueva Inglaterra (Boston, USA). El Imperio, como casi toda Eurasia, enfrentaba una restricción ambiental”, relata Crespo.

Los combustibles fósiles –la combinación del carbón con la máquina de vapor– transformaron estructuralmente la historia. Estas fuentes de energía poseían propiedades calóricas mayores que la madera y no presionaban sobre el precio de los alimentos.

“El combo carbón-máquina a vapor transformó la actividad siderúrgica. Según Edward Wrigley, sin el carbón habría sido necesario cortar todos los árboles del mundo para fundir el millón de líneas férreas que se colocaron durante el siglo XIX. Revolucionó los transportes con ferrocarriles y barcos a vapor, así como catapultó la industria textil británica hacia todos los mercados del mundo. Un siglo después, en simultáneo con la creciente utilización de otro combustible fósil, el petróleo, también la agricultura fue industrializada mediante la incorporación de máquinas como tractores y cosechadoras y la aplicación de agroquímicos como fertilizantes, herbicidas, fungicidas e insecticidas. Desde entonces en las economías desarrolladas no faltan alimentos y los bosques ocupan áreas mayores que en el siglo XIX”, argumenta el autor.

La industrialización fue la solución técnica a las restricciones ambientales que enfrentaban las sociedades agrarias orgánicas. De todos modos, el crecimiento demográfico se multiplicó por 8 en 200 años. Pero el consumo y la utilización de energía crecieron aun más: “En las economías desarrolladas cada persona utiliza en media unas 500 mil kilocalorías para atender sus necesidades”.

Como es de público conocimiento, los combustibles fósiles enfrentan límites. No se trata del recurrente anuncio del agotamiento del petróleo o sentencias similares por parte de los cultores del decrecionismo. La restricción principal es la generación de gases de efecto invernadero, con el consecuente impacto sobre las actividades humanas y la biodiversidad planetaria.

¿Qué hacer?

Lo sucedido durante los dos últimos dos siglos no tiene posibilidad de revertirse, excepto catástrofes que impliquen una reducción del tamaño de la población mundial. Tampoco existe oportunidad de reducir el consumo –exceptuando algunos pocos países totalmente desarrollados– sin que eso implique un terremoto político y una crisis civilizatoria.

En 2020 pudimos comprobar lo que ocurre con una fuerte caída del PIB. Ahora, en el caso argentino, se vivió la experiencia de la falta de energía: no hay demasiados entusiastas que promuevan una vida sin electricidad, agua potable, aire acondicionado, Internet, o desplazamientos limitados.

En otras palabras, nadie quiere vivir peor. Porque es ese el camino propuesto por distintos prohibicionismos productivos o la promoción de “saberes ancestrales”. Una asociación que no suele efectuarse muy seguido, pese a que está en la superficie de la problemática, es que la baja en la productividad afectará gravemente al ambiente y a las personas que lo habitan.

Las tecnologías que permitirán una transición a una matriz energética limpia son costosas, inalcanzables para la mayoría de los países del mundo. Los Estados desarrollados son los que tienen –o van en ese sentido– sus energías sustentables.

Es por ello que no debe pasarse por alto que contaminar es muy barato, así como que los países pobres son los que menos cuidado por el ambiente tienen, debido a los costos tecnológicos y de control e intervención estatal para cumplir con las distintas metas.  |

*Adrián MachadoLicenciado en Comunicación Social y especialista en nuevas tecnologías.


Fotos: EFE y Télam

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