El reordenamiento interno de partidas presupuestarias o "ajuste fiscal", como señala los economistas, pasó bastante por alto gracias a la concentración de atención que tuvieron los hechos que suceden en Juncal y Uruguay en las últimas semanas, que alcanzó un picó de tensión este jueves con el disparo que propinó Fernando Sabag Montiel, contra la vicepresidenta, Cristina Fernández de Kirchner.
Tras un julio de sobresaltos, con un dólar paralelo que llegó a cotizar a 350 pesos, la llegada de Sergio Massa al ministerio de Economía trajo una innegable calma a los mercados financieros.
Además de ratificar el rumbo con el FMI, adoptó medidas concretas como que el Banco Central deje de financiar el déficit fiscal; congeló ingresos en el Estado; ajustó -más- las tarifas de los servicios públicos, y recortó partidas en Educación, Salud Pública, Transporte, Obras Públicas y Desarrollo Territorial.
En menos de 30 días ganó lo que otros no lograron en meses, credibilidad y sembró algo de buena expectativa para lo que queda, que - aunque solo sirva para llegar a la orilla- no es poco después del shock de precios que se vio en julio.
En termino de ingresos, la AFIP avanzó con el adelanto extraordinario a las ganancias para unas 1.900 grandes empresas; además, logró un 85% de aceptación, en un canje de bonos en pesos que permitió extender cerca de 2 billones en pagos, para 2023.
Pero lo más duro está por venir. Massa hizo la tarea para enfrentar la evaluación del FMI con mejores números fiscales, sin embargo, no logró cumplir una de las grandes metas: acumularon reservas del BCRA.
Y, aunque prometió US$ 5.000 de los exportadores, el agro no se subió al tren de la alegría y apenas liquidó 20 millones. Mientras continúan las negociaciones, todo indica que lograrán liquidar a 200 pesos, pero el resultado de tal concesión no se hará efectivo antes del 12 de septiembre cuando Massa tenga su primer cara a cara con Kristalina Georgieva.
Y aquí el gran punto, por qué el Gobierno no le hace el guiño al sector que más dólares ingresa al país y acomoda las metas. Por qué, si la soja atesorada en los silobolsas no compone la canasta básica. Por qué, si el impacto en los precios sería casi nulo y el ingreso de dólares inmenso.
La respuesta tiene ribetes. Por un lado, el sesgo político, que con bastante prejuicio carga el nuevo ministro para asumir ahora también que es "pro-campo", el costo político de beneficiar a este sector cargado de grieta e ideología es altísimo. Pero no solo se trata de definiciones políticas, en términos económicos, son muchos los sectores que piden beneficios para exportar: la economía del conocimiento, la industria automotriz, la industria petroquímica, las mineras.
Al regresar de su gira, el ministro deberá continuar revisando los pedidos de cada uno de estos rubros y, definir asuntos de la economía de los hogares que hoy le permiten cumplir su primer mes en un tenso equilibrio.
Por ahora, y en medio de tanta tensión en ascenso, los pasos dados parecen son ser los necesarios, los que marcaron la "agenda urgente". Sin embargo, y es cierto que es poco tiempo aún, el plan de estabilización está en una etapa muy incipiente que no ha dado señales en sentidos cruciales: control de precios y recomposición de salarios.
Y, aunque la inflación no es una meta en sí frente al FMI, en el organismo preocupa que las previsiones corran al 90% en un país donde las mayorías no tienen margen para más ajuste. |