Más de 60 millones de personas trabajan a lo largo y ancho del globo en la industria textil y lo hacen a menudo en condiciones infrahumanas. La moda que tanto nos gusta comprar (a precio de ganga) y por supuesto lucir es muchas veces tan opaca como huérfana de justicia.
Revestir a este ramo de actividad de algo más justicia es precisamente el objetivo de Tip me, una startup alemana que quiere devolver una pizca de dignidad a quienes fabrican por sueldos ínfimos las prendas que vestimos con propinas que llegan a sus manos directamente desde el cliente final.
Tip me vio la luz en el año 2018 de la mano de Jonathan Funke. Él y su equipo querían hacer más justa la industria de la moda, en cuya trastienda (esa que a veces no queremos ver) hay salarios bajísimos y condiciones laborales deplorables.
En Kenia, por ejemplo, los trabajadores de la industria textil ganan una media de 207 dólares al mes, una cifra que dista mucho de ser suficiente para vivir. Tip me hace llegar propinas por su trabajo a quienes cosen la ropa que después llevamos puesta en países como Pakistán, Vietnam o Kenia. ¿El objetivo? Cuidar y hacer visibles a los habitualmente desprotegidos empleados de la industria textil.
«Se trata de algo fantástico para mí y para todos nuestros trabajadores porque mejora nuestra situación financiera y podemos pagar alimentos o matrículas para ir a la escuela», explica Vincent Kennedy, un sastre originario de Kenia.
El sistema de propinas por el que se rige Tip me es en realidad muy simple. En las tiendas online que colaboran con Tip me se indica al cliente antes de realizar su pedido si desea hacer o una propina. Y el dinero llega después de manera segura y sin ningún tipo deducción al teléfono móvil de los trabajadores mediante un SMS. Los empleados pueden a continuación cobrar el dinero en metálico en quioscos o en bancos locales.
Una de cada dos personas que compran en las tiendas online asociadas a Tip me realiza algún tipo de propina. La startup de Funke se precia de haber enviado ya alrededor de 20.000 euros a los trabajadores de la industria textil. Y los 300 empleados originarios de Pakistán, Kenia y Vietnam a los que ha llegado a ese dinero agradecen enormemente la iniciativa que, pese a ser solo un pequeñísimo primer paso, obra francamente un efecto balsámico en un sector (el de la moda) despojado durante demasiado tiempo de su propia dignidad.|