A 27 años del asesinato de Gucci: la verdad detrás de la tragedia de celos y poder que salió a la luz – Negocios & Política
 

En un libro |A 27 años del asesinato de Gucci: la verdad detrás de la tragedia de celos y poder que salió a la luz

Testigo de las inferencias y mentiras, de los titulares sensacionalistas, de las entrevistas televisivas e interminables ataques sin decir una sola palabra, hoy la hija del magnate de la moda, sacó a la luz el dolor por la muerte de su padre y marcó sus duras sospechas. Las cinco mujeres que condenaron a Gucci y sus coartadas. ¡Qué empiece el show!.
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Allegra Gucci, la hija de Maurizio Gucci y Patrizia Reggiani, fue arrastrada hace 27 años por la mayor tragedia de su familia. Con fuerzas que no le quedaron construyó buscó "una burbuja para poder respirar pese a que te rodeen los tiburones" y publicó un libro arrojando la verdad detrás de la muerte de su padre.

Padre asesinado, madre encarcelada y los rumores y dichos que asediaron su vida y marcaron los destinos de los personajes reales que sustituyeron el dolor por el cabaret y la verdad por la banalidad. Una corte de "hipócritas, aduladores, ladrones, asesores fraudulentos y sembradores de discordia", encerraban la vida de Maurizio y de Patrizia. No era una tragedia del glamour, celos y crimen como se planteaba en la historia policíaca mal escrita y peor interpretada titulada House of Gucci, señaló la hija de ambos.

Allegra, que acaba de cumplir 41 años, ha permanecido en silencio, siendo testigo de las inferencias y mentiras, los titulares sensacionalistas, las entrevistas televisivas e interminables ataques sin decir una sola palabra. Ahora cuenta toda la verdad a lo largo de las 200 páginas de Fine dei giochi (“Se acabaron los juegos”, de Ediciones Piemme).

El día que se enteró del asesinato de cuatro tiros en manos de un sicario en el centro de Milán, “estaba en mi habitación, esa noche no había dormido bien. Mi madre, Patrizia Reggiani, entró y me dijo a toda prisa que mi padre había muerto. Yo, a mis 14 años, me agacho en el suelo y miro a través de la ventana que da a la plaza de San Babila. Abajo, en la calle, los taxis amarillos y la gente siguen moviéndose. Pero yo estoy inmóvil, como en una burbuja, como si mi vida se hubiese detenido”.

A partir de allí, escribió su libro que pretende dar luz a las muchas sombras que aparecen en la historia. Para ella, cinco mujeres son las culpables de la caída de un imperio que pretendía marcar la diferencia en el mundo de la moda: Paola Franchi, pareja de su padre en aquel entonces, Giuseppina Auriemma, conocida por todos como "la maga", Loredana Canò, compañera de celda de su madre, su abuela, Silvana Barbieri Reggiani, y por último Patrizia Reggiani, su madre.

Paola Franchi

Descrita por los titulares como la víctima en este asunto. La noche de aquel 27 de marzo, pocas horas después de la muerte de su padre, organizó la mudanza del piso de unos 1.000 metros cuadrados en la calle Corso Venezia donde vivía con él. Lo mismo sucedió con la casa de St. Moritz en los días siguientes.

En la película se cuenta la historia de su madre, que llega a la casa de Corso Venezia para echarla, pero según Allegra es mentira, su madre nunca fue allí. Su hermana Alessandra fue a esa dirección para preguntar por su padre: quería volver a respirar su aroma, abrazarlo por última vez, pero Franchi no aparecía. En su lugar, la persona que abre la puerta le entrega rápidamente a mi hermana uno de los jerseys blancos de mi padre que se había dejado en un sillón. Franchi abandonó la casa en julio, muchos meses después. Estaba todo registrado.

Hay otros dos asuntos relacionados con Franchi que se narran el libro: un documento llamado "Convenio regulador" y el de la demanda para obtener su custodia porque era menor. El primer documento era importante debido a dos motivos: primero una prueba del gran amor que compartieron mi padre y mi madre, una hermosa historia que duró 13 años y que se vio interrumpida por su separación en 1985. Su matrimonio no terminó por culpa de Franchi, como se suele afirmar en los periódicos: la separación tuvo lugar al menos siete años antes de su relación. En segundo lugar, porque el acuerdo de convivencia da fe del deseo de mi padre de no volver a casarse. Se lo dijo a todo el mundo: no volvería a crear una familia porque su familia éramos nosotras, mi hermana y yo.

“Franchi no era la mujer de mi padre, no era mi madre y tampoco era mi amiga. Cuando mi madre fue declarada culpable en 1998, Franchi acudió al Tribunal de Menores e hizo saber que mi patrimonio y yo nos habíamos quedado "en la estacada" y que se ofrecía a protegerme a mí y a mis intereses. Otra bofetada en la cara. Yo, hija de un padre asesinado y de una madre encarcelada, también tuve que pasar por aquello. Y pese las autoridades suizas ya me habían nombrado un tutor por ley, por lo que no podía quedarme en la estacada, en aquel momento tuve que pensar en defenderme, en ir ante un juez a explicar cómo me sentía, cómo era mi vida, en justificarme para evitar cualquier otro ataque. Paola Franchi no nos dio un respiro. Y continuó. No entiendo cómo puedes atacar de esa manera a una chica tan joven. O tal vez sí: sólo buscaba ser recompensada, porque sus acciones iban en contra de las intenciones de amor y cuidados que solía declarar”, sostuvo Allegra.

Silvana Reggiani

Su abuela. Una mujer hermosa, con uñas perfectas pintadas en rojo, su pelo peinado hacia atrás, recogido en un precioso moño y sus piernas largas. En la película House of Gucci, ella y su abuelo, representado en camiseta de tirantes como si fuera camionero, aparecen de manera muy distintas. “Más mentiras. Mi abuelo solo llevaba camisas de seda y chaquetas perfectamente planchadas”, dijo Allegra.

Siempre tuvo un carácter fuerte incompatible con el de su madre. “Cuando arrestaron a mi madre me pusieron a su cuidado. Yo confiaba ciegamente en ella. Ella, en cambio pronto me di cuenta de que para Silvana lo importante era únicamente el dinero y el poder que conlleva tenerlo. Nos manipuló haciéndonos sentir culpables. Y manipuló a los demás con el poder que adquirió gracias al dinero”.

Entre sus hazañas se cuenta la venta de la casa en lo alto de la plaza de San Babila, la compra de Villa Innocenti, cuyos ingresos desaparecieron, y algunos movimientos sospechosos en sus cuentas corrientes.

“Al comprobar los libros de contabilidad nos dimos cuenta de que la abuela ocultaba parte de los fondos destinados a nosotras y a nuestros gastos transfiriéndoselos a sus propias cuentas corrientes. Aquello se prolongó durante años y decidimos escribirle una carta para pedirle que nos lo aclarara. Reaccionó mal, como no podía ser de otra manera, y nos quedó claro que actuó de mala fe. Pero la cosa siguió también con la venta de Villa Innocenti, donde mi madre se alojó cuando le dieron su primer permiso para salir de la cárcel. Nosotras financiamos el chalet pero pertenecía a una empresa de mi abuela. Nos quedamos sin nada. Otra decepción más”, relató con dolor.

Giuseppina Auriemma

Arrestada y condenada por el homicidio de su padre y conocida por todos como “Pina, la maga”. Primero entró en la vida de Maurizio y luego en la de su madre. La conocieron en Ischia y durante un tiempo dirigió también una tienda de Gucci en Nápoles. Cuando mi padre dejó a mi madre, Giuseppina consiguió que mi madre le abriera su corazón y se convirtió en su persona de confianza, su confidente. “Tanto es así que pasaba mucho tiempo con nosotros, la abuela Silvana la odiaba y a medida que fuimos creciendo nos dimos cuenta de lo incómoda que nos resulta su presencia. Ella misma se ha declarado culpable. No puedo más que considerarla absolutamente culpable de lo ocurrido. Su influencia sobre Patrizia fue fundamental en el crimen.

Loredana Canò:

La compañera de celda de su madre. "Mi madre es como el negativo de una polilla. Le atrae la oscuridad”, relató Allegra en su libro. “Mi madre la conoció en la cárcel en 2012. Al empezar a salir de permiso nos dijo que veía a algunos amigos, los pocos que le quedaban. Había algo que no nos cuadraba y pronto descubrimos que en realidad también estaba viendo a Canò fuera de la cárcel. Una vez nos enteramos de la historia y el motivo de la condena de Canò, le pedimos explícitamente a Patrizia que no cometiese el mismo error que cometió con Auriemma. Incluso le pedimos que eligiese entre nosotras y Canò. Por desgracia, la eligió a ella”, añadió.

“A veces me pregunto si nos equivocamos al darle aquel ultimátum. Años después me he dado cuenta de que en aquel momento también nos estábamos dedicando por fin a nuestras vidas, a nuestras propias familias. Pero cuando empezamos a no poder ni siquiera hablar con nuestra madre por teléfono no nos quedó otra opción, y siguiendo el consejo de nuestro abogado presentamos una denuncia ante la fiscalía para que investigara la situación. El asunto sigue pendiente de resolverse en la actualidad. Seguimos esperando”, acotó.

“Después de la muerte de mi padre, todo el mundo desapareció. Todos. La elegante burguesía milanesa, siempre bronceada por el sol de la hipocresía, a menudo invitada a nuestras casas, a nuestras fiestas y vacaciones, se esfumó. En el funeral no había casi nadie. Pero una cosa es verdad: lo que no mata te hace más fuerte. Y eso es algo que se consigue con el paso del tiempo. Hoy me resulta fácil contar lo que me pasó. Pero entonces yo era poco más que una niña atrapada en pleno tsunami. En aquella situación, lo único que cabe hacer es buscar una burbuja para poder respirar. Y no importa si te rodean los tiburones. Tu primer objetivo es respirar”, dijo.

Pero no todo fue negativo. Hubo figuras que resultaron ser positivas en su vida como Fabio Franchini Baumann, abogado y amigo de su padre: “Fabio fue el valiente capitán que me salvó de las olas y los tiburones. Trabajaba con papá, era su mejor amigo. Se nos fue el año pasado. Fabio no sólo me ayudó a nivel personal y jurídico. Fabio me hizo ver lo que sentía dentro de mí pero no encontraba en mi familia: los valores, la honestidad en las relaciones, la importancia de saber comportarse. Era un hombre puro, honesto e intachable que tuvo que luchar contra este mundo de sombras que quiso empañarlo”. El otro hombre fue Enrico, su marido, que llegó en un momento muy difícil. Somos como dos piezas de puzzle que encajan: nos conocimos cuando él también perdió a su padre. Sentir aquel dolor de manera recíproca me hizo comprender lo que de veras quiero en mi vida. Me aferré a él porque poseía la luz necesaria para atravesar la cortina de sombras que cubría mi vida”.

Patrizia Reggiani

Su madre. “De niña, su manera tan suya de quererme fue suficiente para mí. No fue fácil criar a dos hijas sola. Y yo le estoy agradecida. Allí estaba ella, su amor, su creatividad. Tenía fallos, pros, contras... Pero la situación empezó a cambiar de veras en 1992. Le diagnosticaron un tumor cerebral maligno. Más tarde resultó ser benigno. Pero recuerdo las noches llorando de miedo por su propia muerte. La operación fue muy invasiva: le extirparon una masa del tamaño de una mandarina del lóbulo frontal. Después de aquello nunca fue la misma. Nos dimos cuenta por cosas triviales: le encantaba jugar a las cartas y leer, y de repente no podía concentrarse en sus cartas ni leer una sola línea. Estoy convencida de que la operación afectó a su comportamiento. Y de que hoy en día sigue condicionándola”.

Pasaron 17 largos años de visitas a su madre en la cárcel desde que la condenaron: "cada miércoles y viernes que Dios quiso. Nos dividimos entre mi hermana y yo. Mi madre tiene muchos defectos pero una gran virtud: su increíble espíritu de supervivencia. Tenía dos hurones estando en la cárcel, seguía siendo vital y generosa. Todas las semanas le llevábamos un paquete con ropa, sábanas y comida porque sólo quería comer los platos que cocinaba su madre, la abuela Silvana, además de otras delicatessens de Peck [una tienda de productos gourmet en Milán]. Fueron años muy largos de muchos sacrificios, de profundo dolor. Todo el mundo habla de los que están en la cárcel, pero no de los familiares que hacen cola durante horas, en medio de la desesperación, adaptando su vida a los ritmos de su régimen de detención. Por no hablar de quienes trabajan en la cárcel. En la cárcel de San Vittore, en Milán, encontré más humanidad que en el mundo exterior”.

“Fue muy difícil. Pero de veras creí que tarde o temprano se acabaría, que se acabaría haciendo justicia, que la verdad saldría a la luz. Mi hermana y yo hemos luchado todos estos años porque siempre hemos creído en la inocencia de nuestra madre. Pero nos enteramos por la televisión y más adelante por sus frases a medias de que no era así”, dijo.

“Sentí que me habían tomado el pelo”, siguió, “ahora tengo dos hijos y jamás podría pedirles lo que mi madre nos ha pedido a nosotras en aquellos 17 años. Me enfadé. Y tras el enfado traté de entender si esa persona que me hablaba se trataba realmente de mi madre o no. No sé si quizás estoy tratando de justificarla con tal de seguir adelante. Lo que sí sé con certeza es que esas influencias la han marcado para siempre. Mi madre se había convertido en lo que siempre había sido. Una analfabeta de los sentimientos de lo más dañina. Insensible a todo lo que no sea material y reluciente".

En cuanto a su padre, dijo que siempre estuvo. “Fue un gran visionario, como demuestra el Green Book, un documento de 1989 sobre el futuro de Gucci. Parece escrito a día de hoy, solemos olvidarnos del gran empresario que fue y de todo lo que consiguió, de que el punto de inflexión de Gucci se lo debemos a él, no a Domenico De Sole. Fue él, por ejemplo, quien quiso que un trío de talentos estadounidenses [entre ellos, Tom Ford] relanzase la marca. También recuerdo nuestro último fin de semana en París, estando solos él y yo. Una noche jugamos a las cartas en la habitación del hotel después de visitar el Louvre. Recuerdo sus pies descalzos, que nunca antes había visto. Aquel momento de intimidad me hizo ver lo normal que podía ser la felicidad. Por desgracia, fue mi último momento de intimidad con él”.

“Tengo dos hijos pequeños. Al ver el revuelo que se ha montado con la película House of Gucci no quise que crecieran sin saber la verdad sobre la familia de la que proceden. Reconstruí mis recuerdos pieza a pieza, documento a documento. A veces sentía dolor, a veces sentía que me estaba liberando. Encontrar todos los fragmentos de esta historia siendo adulta me hizo comprender aún mejor cómo sucedieron las cosas. Y verlos así, en negro sobre blanco, me ha dado una serenidad de lo más inesperada”.

“He aprendido que en la vida hay que saber valorar bien a las personas que se tienen cerca. Hay que saber en quién se puede confiar y distinguirlos de los que están ahí solo porque les conviene. La vida es dura, pero también es hermosa. Lo que hay que hacer es saber encontrarle el lado bueno a las cosas. Hay que ser capaz de encontrar esas pequeñas chispas de felicidad en medio de tanto dolor”, cerró.

Los ingresos por la venta de Fine dei giochi alimentarán a la Fondazione Francesca Rava, que se ocupa de niños en situaciones difíciles dentro y fuera de Italia y que ahora mismo está prestando ayuda en Ucrania.|

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    Ant Sig