A prueba y por burbujas: la nueva modalidad de las fiestas de egresados – Negocios & Política
 

Por la pandemia |A prueba y por burbujas: la nueva modalidad de las fiestas de egresados

El regreso en 2021 depende de un período de prueba de 15 días y por ahora será con mesas y en modo gastronómico. La esperanza por las flexibilizaciones en aforo y horarios y las ilusiones de miles de chicos, mientras las autoridades combinan los festejos con la seguridad sanitaria.
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"Se nos exige que la vuelta sea bajo 15 días de prueba. De acuerdo a cómo resulte esta evaluación, se irán flexibilizando, o no, las medidas. Pero las fiestas de egresados, multitudinarias, con pista de baile, tal y como las conocíamos, no están autorizadas por ahora", subrayó Omar Capalbo, presidente de la Cámara de Empresarios de Discotecas y Entretenimiento de la Ciudad de Buenos Aires (CEDEBA), tras tener una reunión en la Jefatura de Gobierno porteño con colaboradores del ministro de Desarrollo Económico, José Luis Giusti.

Un día antes, el 13 de septiembre, a través de dos resoluciones publicadas en el Boletín Oficial, el Ejecutivo porteño flexibilizó las condiciones de trabajo en bares y restaurantes porteños y, en consecuencia, en salones de fiesta y boliches, espacios que todavía no recuperaron su identidad y funcionan como si fueran locales gastronómicos. Y el jueves se anunció que ya no deben respetar límite de aforo.

Debido a una baja sostenida en el número de contagios de coronavirus, el Gobierno, entre otras medidas,  resolvió ampliar hasta las tres de la madrugada el horario de servicio en estos lugares. Y además de la eliminación de la restricción en el aforo, el Ejecutivo incorporó en la norma un verbo que no se nombraba desde hacía 18 meses: bailar.

"Únicamente se permitirá bailar en el espacio asignado a cada asistente, sin interactuar con personas de otras mesas", dice el protocolo nuevo y Capalbo lo traduce: "Es un baile en burbuja, una burbuja por mesa, seis personas como máximo".

Para Capalbo, la aparición del verbo "bailar" es un primer acercamiento a la liberación de la actividad. Pero aclara que eso sólo ocurrirá si se cumple con las exigencias de las autoridades: "Los chicos todavía no están vacunados. Ahora no pueden darse los amontonamientos que había antes. Ya se vio lo que pasó con la variante Delta en la escuela ORT. Hay que minimizar el riesgo para los egresados, hay que encontrar una forma de combinar fiesta con seguridad sanitaria".

Capalbo es propietario de Dorsia Club, un boliche en Puerto Madero. Su local está habilitado para 760 personas. Hasta la semana pasada solo podían acceder 236, pero ahora las cosas cambiaron. "Con ese número, no hay fiesta de egresados posible, si se la piensa como eran antes. Pero, al permitirse el baile, es un paso para estar más cerca de recuperar el funcionamiento de discoteca. Nuestros colegas tienen que ser muy responsables. Es importante que en estos 15 días nadie se pase de la raya. La situación es crítica: no tenemos el agua al cuello, la tenemos por la nariz. No podemos permitirnos errores. Si nos equivocamos vamos a perder lo poco que nos permitieron".

Al empezar la temporada de fiestas de egresados, la preocupación que tienen el Gobierno porteño y la Cámara de Discotecas es que proliferen las fiestas clandestinas. "La persona que te alquila la quinta en el conurbano, por ejemplo", dice Capalbo. Y antes de despedirse agrega un deseo: "por favor, que la clandestinidad no convenza a los padres".

Las fiestas de egresados en territorio porteño tienen restricciones desde tiempos pre pandémicos. La ley establece que pueden hacerse sólo en locales bailables de clase “C” y no puede haber venta ni consumo de alcohol. La Agencia Gubernamental de Control, además, las restringe al período comprendido entre septiembre y diciembre, y exige que haya al menos cinco padres presentes. Hasta 2019, el ingreso del público fue hasta las 4 de la madrugada y las edades permitidas iban de los 15 a los 18 años.

Club Aráoz, el boliche con 17 años de antigüedad en Palermo, empezó a recibir en las últimas semanas consultas respecto a las fiestas de egresados. "Pero el sistema que le ofrecemos, tipo bar, no les interesa. Los chicos quieren otra cosa, la pista de baile, la libertad de movimiento, situaciones que hoy no están permitidas", dice Jorge Becco, propietario de Club Aráoz y secretario general de CEDEBA.

"La situación es difícil. Seguimos tratando de mantener los locales, los que todavía estamos", dice Becco. Según estadísticas de la Cámara, el 35% de los boliches porteños cerró por la pandemia. Caix, que reservaba noviembre y diciembre sólo para fiestas de egresados, cerró. Lo mismo pasó con Kravi, Liquid y muchos otros espacios. Pero pese a la gravedad, Becco intenta mantenerse optimista: "el avance de la vacunación, la baja cantidad de contagios, todo se perfila a una cierta normalidad y a nuestra vuelta".

En el lapso que lleva completar la secundaria, quinto año tiene un peso mayor. En ese tramo final, los estudiantes transitan  una serie de experiencias, ritos -el buzo de egresados, el último primer día, el viaje, la fiesta-, que los y las ayudan a elaborar duelos relacionados con el fin de la escolaridad y la entrada al mundo adulto. La pandemia cortó ese proceso.

En 2020, en la Ciudad, alrededor de 30.500 chicos y chicas no tuvieron fiesta ni viaje de egresados. Hoy quienes están atravesando quinto año se preocupan con el fantasma de que eso se repita y ensayan maneras para moverse entre la incertidumbre y la ilusión. "Es día a día. Ahora existe la posibilidad de que a partir del 1° de octubre se libere el viaje de egresados. Pero también sabemos que, si los contagios con Delta suben, esa posibilidad se cae", dice Julieta Ricco, quien tiene un hijo de 17 años en quinto año del Colegio Santa Catalina, en Barracas.

En el curso de su hijo, el alquiler de un boliche para la fiesta estaba dentro del paquete contratado con la empresa de turismo estudiantil. "Pero hoy de la fiesta no se habla, el único tema es el viaje". La contratación fue en 2019, cuando su hijo estaba en tercer año. En 2020, al ver que los alumnos y las alumnas de quinto perdían su viaje y que muchos de los amigos y amigas de su hijo se daban de baja, dejó de pagar las cuotas. Lo hizo por algunos meses hasta que a fin de año decidió entrar en un programa de refinanciación y completar el pago. La última cuota fue en julio.

"Al dejar de ir al colegio, los chicos perdieron la emoción. Mi hijo me decía: 'no pagues, no voy a ir'. Recién desde el fin de las vacaciones de invierno, cuando empezó a ir todos los días a la escuela, lo noto entusiasmado o pensando qué ropa va a llevar a Bariloche".

Virginia Giménez tiene tres hijos: Lautaro, Luciano y Julián. Los tres tienen 17 años y son alumnos de la Escuela Cangallo, en Balvanera. Dos comparten una misma especialidad, y por ende un mismo quinto año, y otro sigue una orientación distinta. Sólo en uno de los cursos, dice Virginia, un grupo de madres empezó a averiguar presupuestos en salones y quintas para una posible fiesta de egresados, que incluya a padres y estudiantes, en diciembre.

"A través de otra persona, que no tiene hijos en el colegio, pero sí en un quinto año, también supe que los salones están enviando propuestas baratísimas, con entrada, plato principal, postre, bebida y fin de fiesta, como un 15, pero considerablemente más barato". La opción de una fiesta en un salón o en una quinta no habilitada no es la que hubiera preferido, pero también entiende que ya no puede seguir sumándoles "no" a sus hijos.

"Ellos estuvieron de marzo a septiembre de 2020 sin salir, ni un día. Este año, cuando mi marido recibió la segunda dosis, nos plantearon 'hasta acá llegamos, vamos a cuidarnos y ver a nuestros amigos', y la verdad tienen razón".

"Mi último año no está siendo como lo imaginé en primero o en segundo. Pero si me comparo con los chicos que en 2020 cursaron quinto no la estoy pasando tan mal", dice Luciano, uno de los hijos de Virginia, y agrega: "En este último tiempo está apareciendo una vida más similar a la de un chico o chica que está en quinto año".

Lautaro, su hermano, dice: "Ir todos los días al colegio, ver a los amigos, te genera expectativa. Quizás antes no sabíamos qué iba a pasar y ahora estamos más esperanzados. El viaje y la fiesta son temas de los que hablamos: ¿Tendremos?, ¿cómo será?". El curso de Lautaro es el único con buzo de egresados. El resto, prefirió no tenerlo. "A principio de año decidimos hacerlo, pensando en que, si no teníamos viaje ni fiesta, al menos nos iba a quedar el buzo para recordar que habíamos vivido el quinto año",  dice. Hoy, más alejado de aquel febrero en que se quería garantizar un único recuerdo, se ilusiona con un egreso más parecido a los días en los que no había Covid.|

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