De linaje francés e irlandés, descendiente de los más destacados apellidos de la política y la aristocracia argentinas, después de un largo derrotero, Patricia Bullrich Luro Pueyrredón parece haber encontrado finalmente su lugar.
Ese reducto es, ni más ni menos, que “el PRO”, como pasará a la historia Propuesta Republicana, el espacio creado por Mauricio Macri, quien supo ser uno de sus más acérrimos contrincantes políticos.
Superada esa grieta, la Piba –como la solían llamar en sus épocas de militante peronista y, más precisamente, como parte de la agrupación izquierdista Montoneros– supo reciclarse a sí misma, luego de deambular por los más variados estadíos ideológicos, hasta convertirse en la referente número uno del ala dura de la coalición opositora de Juntos por el Cambio.
Allí recaló luego de separar su partido, Unión por la Libertad, de la alianza que tenía con la Coalición Cívica de Elisa “Lilita” Carrió –otra de las férreas y antiguas rivales del ingeniero–, con quien se volvió a encontrar, aunque sin coincidir casi nunca, en las filas de la opción democrática que en 2015 terminó con 12 años de kirchnerismo. A siete años de aquella fecha, la chaqueña fue desplazada por la porteña en las preferencias opositoras.
Durante los años del macrismo, la Piba forjó una imagen de “dama de hierro”, al liderar como ministra de Seguridad de la Nación a las Fuerzas Armadas de la Argentina. Tanto así, que cultivó ese personaje vistiéndose incluso con los uniformes característicos para ser retratada de esa forma en distintos operativos. De luchar contra la dictadura militar a lookearse de mimetizado. Toda una transformación.
La fama de Bullrich en los últimos años fue subiendo al punto de ser, hoy por hoy, la máxima representante de los Halcones, facción que puja con la de las Palomas lideradas por el jefe de Gobierno porteño, Horacio Rodríguez Larreta, y el gobernador de Jujuy y titular de la Unión Cívica Radical, Gerardo Morales, en la carrera por la candidatura presidencial de 2023.
Una Piba de impacto
Patricia Bullrich Luro Pueyrredón vive en modo campaña y cada cosa que dice o hace va destinada a llevar agua hacia el molino de su propio proyecto político: llegar a sentarse en la silla de directora suprema de las Provincias Unidas del Río de la Plata, cargo que alguna vez ocupó su antepasado Juan Martín tras la Independencia del reino de España.
La última semana, la ex hockista de 65 años, que comenzó sus andares militantes en la Juventud Peronista, a la temprana edad de 15 años, inició un recorrido proselitista por el nicho justicialista por excelencia, la provincia de Buenos Aires, viaje que seguirá por todo el país con la finalidad de dar a conocer su figura y sus propuestas.
Pero para imponer su nombre, la presidenta del PRO apela a algo más que caminatas y charlas. Como lo marca su historial político, es de utilizar actos de alto impacto mediático. Por ejemplo, al regresar al país tras el exilio durante la dictadura para militar para Antonio Cafiero (el histórico peronista, abuelo del actual canciller Santiago), intentó tomar el primer buque inglés que se dirigía a Malvinas desde Montevideo, lo que le valió varias tapas de diario y editoriales en Clarín y La Nación.
Finalmente, tras 24 años de participación en el PJ, con el que llegó, por ejemplo, a la Cámara de Diputados por primera vez, decidió emprender su propio camino, el cual la encuentra hoy encabezando la oposición más dura de lo que ahora considera “un problema para la Argentina”.
Su carrera hacia 2023 se inició el último martes en Chascomús, donde el intendente Ramiro Ferrantes la recibió y la llevó a la casa de Raúl Alfonsín, a quien acusó de no tener proyecto de país, en ocasión de un acto pejotista realizado en el Luna Park, en 1984.
Pero ese no fue el único ni el último cruce de la Piba con los radicales, con quienes dirime en la actualidad el liderazgo de Juntos por el Cambio. Las vueltas de la vida confluyeron para que, más acá en el tiempo, dependiera de ellos para llegar al poder.
Radicalizar radicales
Tras la aplastante derrota de Mauricio Macri a manos de la fórmula Fernández-Fernández, el ala radical del por entonces Cambiemos comenzó a levantar la cabeza, luego de cuatro años en los que se circunscribieron a cargos menores, como testigos predilectos del fracaso estrepitoso del gobierno, el primero desde la recuperación de la democracia en no ser reelecto.
Pero ahora, decididos a pisar fuerte dentro de la oposición, la conciencia de su necesidad para ganar en 2023 les da fuerzas para pelear contra la Piba por la comandancia del espacio.
En los últimos meses, una serie de sucesos dejaron en evidencia ese enfrentamiento interno que, por otro lado, brota en los medios, lejos de suceder en las sombras.
El primero de ellos fue en noviembre, cuando en ocasión del cierre de campaña de las elecciones legislativas, mientras Bullrich daba su discurso –ladeada por el radical y ex kirchnerista Martín Lousteau–, los correligionarios corearon: “No se habla, con Milei no se habla”, con el ritmo de It's a heartache, la canción de 1977 de Bonnie Tyler que suele entonarse en las canchas de fútbol para rechazar el desempeño de los jugadores.
Es que los coqueteos de la Piba con el economista de cabellos despeinados despertaron el rechazo de las Palomas, que ven con preocupación la posibilidad de que el referente de Avanza Libertad pueda sumarse a su campamento de cara a las presidenciales.
Prueba de ese pavor fue la reunión que mantuvo la conductora del PRO con su par de la UCR, el gobernador de Jujuy Gerardo Morales, cónclave en el que la figura de Javier Milei fue uno de los temas centrales.
Por su parte, la ex ministra de Trabajo del gobierno de la Alianza considera que, con ello, la coalición evitaría perder votos por derecha y, para eso, entiende que debe flirtear con lo más irracional y radicalizado de la derecha, un movimiento que profesa la locura y la fantasía de la desaparición del Estado que la propia Unión Cívica Radical históricamente ayudó a construir.
Entre esos dos acontecimientos, Bullrich expresó su “indignación y angustia” luego de que el bloque radical en la Cámara baja se fragmentara por la decisión de Martín Lousteau de crear su propio grupo, Evolución, en su pelea con el tradicionalismo de Mario Negri.
“Radicales júntense, déjense de joder. No es tan importante el presidente del bloque. En la historia del radicalismo hubo 50 presidentes de bloque y nadie se acuerda”, chicaneó Patricia.
Sus declaraciones no cayeron bien en el ala blanda, ya que desde allí consideran que ella tuvo una actitud similar, al querer desbancar a Cristian Ritondo como jefe cambiemita.
Así las cosas, mientras de ambos lados se pasean por el filo del serrucho, la Piba camina nuevamente hacia una nueva elección, en la que asegura que “estamos para ganar el gobierno”. Esta no será una vuelta más en su zigzagueante trayectoria política, ya que todo dependerá de si logra o no contagiar al radicalismo de su propio frenesí. |