El abogado Luis Tagliapietra, padre de uno de los 44 tripulantes del ARA San Juan, contó la historia de su hijo Alejandro y reconstruyó la incertidumbre que vivieron los familiares hasta el hallazgo del submarino en el denominado "Punto de interés 24", donde un dispositivo equipado con cámaras HD identificó a 900 metros de profundidad "un tubo de aire comprimido, la vela y la hélice" de la nave perdida de la Armada.
A cinco años de uno de los naufragios más dramáticos de la historia argentina, Tagliapietra revivió la experiencia de embarcarse 90 días en el barco oceanográfico de la empresa Ocean Infinity para buscar a su hijo junto al resto de la tripulación, y finalmente ser testigo directo de la localización del submarino, un instante en el que sintió la "piel de gallina y un escozor por todo el cuerpo".
En aquel momento, lo que había sido detectado como una aparente formación rocosa de 30 metros de largo pasó a convertirse, a partir de las imágenes submarinas, en el desaparecido ARA San Juan, submarino clase TR-1700 de la Armada Argentina.
Tagliapietra y los otros dos familiares que participaban de la búsqueda asimilaron la noticia en medio de llantos, abrazos y el inicio de un duelo atravesado por la adrenalina de llevar tanto tiempo arriba de un barco en aguas del Atlántico Sur.
Al confirmarse el destino trágico de los 44 marineros -entre ellos Alejandro, el mayor de sus tres hijos- Tagliapietra sintió que se iniciaba una nueva etapa, la obligación de cumplir con otra promesa íntima.
Si el primer objetivo había sido encontrarlo para "hacer el duelo", desde ese instante -las 00.30 del 17 de noviembre de 2018- llegaba la hora de seguir la pelea por "llegar a la verdad de lo que pasó y hacer justicia".
"Es duro, agotador, pero le prometí íntimamente a mi hijo llegar a la verdad de lo que pasó y hacer justicia, y eso es lo que voy a hacer", desafió Tagliapietra hacia el final de la entrevista, en la que habló largamente sobre Alejandro, quien había egresado con diploma de honor como uno de los tres mejores promedios en la Escuela de Oficiales de la Armada de Río Santiago.
Tras mencionar la pasión de su hijo por los deportes náuticos, Tagliapietra recordó que se había criado a pocas cuadras del Río de la Plata, en el partido de San Isidro, con un "amor temprano por el agua"; con los años, el joven -agregó el abogado- se convirtió en un "fiel compañero" para entablar "distintas aventuras".
"Estudiaba muchísimo, estaba muy entusiasmado con este viaje en el ARA San Juan porque era el último de su instrucción; ya tenía todos los exámenes aprobados. Se recibió post mortem como submarinista con el mejor promedio de la Escuela de Submarinos, tengo su medalla y diploma de honor", destacó, con una mezcla de orgullo y tristeza en la voz.
Télam: -¿Cómo se enteró de que "algo no estaba bien" con el ARA San Juan?
Luis Tagliapietra: -El 16 de noviembre a la noche me llama el director de la Escuela de Submarinos, se presenta y me dice que hubo un "problema de comunicación con el submarino", que estaban trabajando para solucionarlo y que nos avisaba antes que nos enteremos por los medios. Me pareció algo normal estando en medio del Atlántico Sur, se les podría haber roto la antena o algo secundario que no implicara riesgos.
- ¿Cuándo se dio cuenta de la gravedad de la situación?
- Todo ese fin de semana fue una tortura, ya había empezado (el vocero de la Armada Enrique) Balbi con los comunicados en las escalinatas del edificio Libertad, y era estar pendiente a cada parte. El punto de inflexión fue el lunes siguiente, cuando sale en los medios el mensaje naval donde comunican que habían tenido un ingreso de agua y se había producido un incendio. Ahí me puse como loco. Era evidente que la Armada estaba al tanto y nos habían mentido.
- ¿Cómo tomó la noticia? ¿Qué podía hacerse desde su lugar como familiares?
- Me desesperé, me puse muy mal. Empecé a dimensionar un abanico de posibilidades y a eso se sumaban las mentiras y las tensiones con el Gobierno (se refiere a la gestión de Mauricio Macri), la Armada, y ahí decidí ir al juzgado federal a hacer las denuncias que hice. Habiéndonos mentido tanto no sabíamos qué creer. Ahí empezó el periplo para que se los siga buscando.
- En ese sentido, el apoyo internacional fue importante…
- Habían venido 26 países a ayudar en la búsqueda, pasaron los días y había tan poca prueba de nada que todo era posible. Tuve el honor de que se acerque a mí Gustavo Zerbino, uno de los rugbiers uruguayos sobrevivientes de la tragedia de los Andes: me habló, nos reunimos, me brindó su apoyo, y me dijo: "Mirá, Luis, a nosotros también nos dieron por muertos a los 10 días que cayó el avión y sobrevivimos 72, no pierdas la esperanza". Eso fue una inyección de fuerza y esperanza.
- Pasaban meses y el ARA San Juan seguía sin aparecer, ¿Cómo lograron mantener activa la búsqueda a pesar de las resistencias del entonces Gobierno?
- Presentamos habeas corpus, denuncias, yo hablé con el embajador ruso para que sostuviera al buque ruso que había venido a ayudar en la búsqueda; también con la Embajada de Estados Unidos, para que nos sigan ayudando. Porque veíamos que desde el Gobierno argentino no había una actitud proactiva. A medida que fue pasando el tiempo no teníamos expectativas de que estuvieran con vida, pero era necesario encontrarlos porque era una manera. Primero, para cerrar un capítulo, y, segundo, para tener la prueba de saber qué es lo que pasó. Llegamos a encadenamos con otros familiares en Plaza de Mayo después de una reunión muy difícil con el ministro (de Defensa, Oscar) Aguad. Acampamos ahí por 60 días en pleno invierno, hasta que nos dieron una respuesta.
- ¿Así fue cómo se consiguió el nuevo pliego de contratación para continuar la búsqueda con una empresa privada?
- Exacto, participamos del armado del pliego nuevo, donde pudimos incorporar cláusulas muy importantes: que la empresa contratada trabajara por objetivos, que cobrara solo si encontraba el submarino, que se comprometiera a buscar por 60 días operativos mínimos y que dentro del buque pudieran haber veedores tanto del Estado argentino como de los familiares.
- ¿Ahí es cuando aparece el barco Seabed Constructor de la empresa estadounidense Ocean Infinity, que gana la licitación?
- Sí. Nos reunimos con el resto de los familiares y me eligieron como uno de los veedores que estarían a bordo. Abordé al buque el 5 de septiembre en Comodoro Rivadavia y volví el 4 de diciembre. Estuve 90 días embarcado.
- ¿Cómo recuerda esos días de búsqueda?
- Pasamos por muchas etapas, al principio muy esperanzados; después, con el transcurso de los días, no pasaba nada, y uno iba decayendo. De pronto, se detectaba algo, volvía la esperanza, pero cuando veíamos que no era el ARA San Juan, volvía la desesperanza, y así fue durante los 72 días que pasamos hasta encontrarlo.
- En la inmensidad del Atlántico Sur...
- Claro, pero sumado a eso hay que pensar que el fondo marino, en ese lugar, a esa profundidad, es como el infierno de Dante: hay rocas, montañas, es un submundo. De hecho, habíamos detectado ya al submarino el 17 de septiembre, pero habíamos interpretado esas imágenes como una formación rocosa. Estábamos buscando la forma original del submarino, como la de un habano, y con un tamaño más o menos de 60 metros de largo. Esta aparente 'formación rocosa' tenía treinta metros de largo y no tenía la forma. Entonces se descartó.
- ¿Por qué volvieron dos meses después a ese punto?
- En esta última exploración, por insistencia nuestra, logramos que pusieran los sensores a máxima resolución para descartar toda posibilidad en esa área. Un geólogo francés detectó alrededor de esa formación rocosa un efecto en el suelo de onda expansiva que entendió que no era natural y podía ser producto de un fuerte impacto en el suelo. Navegamos para verificarlo 20 horas, porque estábamos a 200 millas del lugar y hasta último minuto había dudas, porque la forma no tenía nada que ver con la del submarino. Nunca se pensó que iba a estar tan destruido.
- ¿Cómo recuerda las horas previas a la confirmación de que era el ARA San Juan?
- Esa noche del viernes 16 de noviembre, después del procesamiento del último punto de interés al que se lo denominó "Punto de interés 24", se decidió inspeccionarlo con uno de los ROV (dispositivo de operación remota equipado con cámaras HD). Nosotros estábamos en una sala de comando mientras el ROV iba bajando, veíamos en vivo lo que veía el ROV. Tardó unos 40 minutos en llegar a la profundidad de 900 metros del cañadón. A las 00.30 de ese 17 de noviembre empezaron a aparecer los primeros restos, un tubo de aire comprimido y luego la vela y la hélice del submarino, y ahí verificamos que se trataba del ARA San Juan.
- ¿Qué sensación tuvo en ese momento?
- Piel de gallina, un escozor por todo el cuerpo. En seguida, seguimos el protocolo de lo que tenía que hacerse en caso de hallazgo. El jefe de la misión, Hector Alonso, y el capitán del buque subieron al puesto de mando a comunicar al Estado argentino que efectivamente habíamos hallado al ARA San Juan, para que dieran el aviso oficial a los familiares y al resto de los argentinos. En ese interín, junto con los otros familiares, Castillo y Arjona que son hermanos de tripulantes, nos abrazamos, lloramos, nos descargamos al igual que algunos miembros del equipo de la empresa que se abrazaron. Fue un momento muy fuerte.
- ¿Cuándo pudo hablar con su familia?
- Esto empezó a las 23 del 16 de noviembre y terminamos a las 6 del día siguiente. Luego, lanzaron un dispositivo que sacó las famosas 67 mil fotografías de todos los restos. Esa sesión duró unas ocho horas y recién a las 19 nos reconectaron las comunicaciones para que pudiéramos hablar con nuestras familias. Ahí fue que hicimos una especie de duelo, pero con un nivel de inconsciencia importante, producto de la adrenalina de todo lo vivido. Cuando pude hablar con mi familia y amigos llevaba 36 horas sin dormir. Toda esa intensidad hace que uno no sea del todo consciente de lo que está viviendo.
- ¿Qué está pensando en estos días, a cinco años del hundimiento?
- A esta altura esperaba que pudiéramos saber jurídica y científicamente qué es lo que pasó, pero lamentablemente nos encontramos con mucha resistencia, ineptitud y corrupción por parte de la justicia. Hoy, cinco años después, seguimos peleando en esta nueva lucha judicial por esclarecer qué es lo que pasó.