Estos días, miles de personas están recibiendo la dosis de recuerdo de la vacuna. ¿Por qué es necesaria? ¿Cuándo se hace efectiva la inmunización? ¿Cuánto dura? ¿Es inmune un vacunado a cualquier cepa? ¿Es más efectiva la inmunidad según el tipo de persona que recibe la vacuna?
Para explicarlo, empecemos por el principio. La respuesta inmunológica frente a las vacunas Covid-19 empieza cuando nos inoculan el antígeno del patógeno. Es decir, una pequeña parte del virus que no es peligrosa, y que se ha comprobado que logra inducir una respuesta inmunológica similar a la que producía el agente infeccioso, pero sin causar la enfermedad.
Tras la inyección, las células de la primera línea de defensa inmunológica responden produciendo anticuerpos y células T de memoria. Si en el futuro se vuelven a encontrar con el patógeno, los anticuerpos podrán bloquearlo, mientras que las células T destruirán las células de nuestro cuerpo a las que haya infectado.
Esta respuesta inicial se desarrolla entre 7 y 14 días después de recibir la primera dosis de la vacuna frente a Covid-19. Transcurrido ese tiempo, vuelve a su punto inicial. Y es entonces cuando se puede volver a inocular una segunda dosis del antígeno y generar otra oleada de células de memoria que amplifiquen la primera respuesta.
No todas las vacunas necesitan doble dosis para generar una respuesta inmunológica potente y de gran amplitud. Solo le ocurre a las vacunas basadas en pequeños antígenos, pero no a aquellas diseñadas a partir de patógenos completos inactivados. Es el caso de las vacunas de Pfizer y Moderna, basadas en ARN, que es una molécula bastante diminuta.
Teniendo en cuenta el tiempo de espera entre la primera y la segunda dosis, hará falta que transcurra casi un mes y medio antes de considerar a alguien correctamente vacunado frente a Covid-19.
Aunque es variable y depende de cada antígeno, lo que se ha observado en los ensayos clínicos con las vacunas de Covid-19 es que la respuesta inmunológica dura entre cuatro y seis meses. Incluso es posible que dure bastante más.
Una vez vacunados, ¿nuestro sistema inmunológico va a reconocer cualquier variante o cepa del virus SARS-CoV-2 si nos infectamos? Puesto que la respuesta memoria se compone de dos tipos de células, y estas células reconocen al antígeno del virus de forma algo diferente, no es fácil que una variante nueva afecte a ambos tipos celulares a la vez. Es decir, que si una variante afectara a la capacidad de reconocerla de alguna célula T de memoria, todavía tendríamos un amplio repertorio de anticuerpos que podrían neutralizar al virus. Y lo mismo si es al revés.
Además, afortunadamente la tecnología de las vacunas ARN permite modificarlas rápidamente y adaptarlas con facilidad a las nuevas variantes. En definitiva, parece que siempre tendremos vacunas que sean eficaces frente a las nuevas cepas.
Para empezar, depende de la edad. La respuesta inmunológica también envejece, y eso implica que tanto las células T como las células B productoras de anticuerpos responden peor en las personas mayores. Es lo que en la jerga se denomina senescencia inmunológica.
La genética tampoco le es indiferente. La respuesta a las vacunas puede verse perjudicada por deficiencias genéticas que afecten a las células del sistema inmunológico o bien a la producción de sustancias que regulan la respuesta inflamatoria y la función del sistema inmune, entre ellas las citoquinas.
En cuanto al género, diversos estudios apuntan a que las vacunas son más eficaces protegiendo a las mujeres del tétanos, la gripe y otras enfermedades infecciosas.
A esto hay que sumarle otros factores, como infecciones silenciosas que podemos tener sin saberlo a la hora de vacunarnos. O estar sometidos a tratamientos con antibióticos y otros fármacos cuando vamos a inocularnos.
Incluso hay evidencias de que nuestra dieta, el consumo de alcohol, el ejercicio físico que practicamos o el estrés condicionan la respuesta a la vacunación.
Por último, cualquier condición física que disminuya nuestro estado inmunológico, ya sea una enfermedad o una condición no patológica como el embarazo, podrían reducir la respuesta a las vacunas.
La respuesta es un rotundo no. Una vacuna no es ni mucho menos un medicamento que mate al virus. Únicamente previene la infección o reduce la gravedad de la enfermedad. No hay que olvidar que la vacunación individual no va a hacer desaparecer al virus. Solo cuando un amplio porcentaje de la población esté vacunado tendremos una buena inmunidad global frente a Covid-19.
Además, aún es pronto para saber si la vacunación tiene efecto en la transmisión del virus. Habrá que esperar a que un número alto de la población esté vacunado para poderlo determinar. Hasta entonces, el mejor apoyo que podemos dar a la campaña de vacunación es seguir aplicando las medidas de mascarillas, distancia social y evitar situaciones de riesgo. |
*Carmen Álvarez Domínguez - Bioquímica y bióloga molecular, inmunológa, experta en vacunas y profesora de investigación en Procesos Sanitarios en la Facultad de Educación, UNIR - Universidad Internacional de La Rioja |