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Alejandro Barrionuevo
Opinión
Alejandro Barrionuevo
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No basta con la caída en las encuestas de un gobierno que no parece tener chances electorales de remontar en los próximos meses. Expertos en redoblar la apuesta hasta el paroxismo, el Gobierno de Alberto Fernández y Cristina Kirchner sigue exponiendo a los argentinos a un tablero internacional que solo encaja en su agenda de trasnoche.

¿Nos juntamos con quienes queremos o solamente con los que nos aceptan en su mesa? Los números de la pandemia siguen escalando espantosamente. La cantidad de muertos supera en dos veces y medio a los de la ultima dictadura. Medida en términos de vidas perdidas es, sin dudas, la peor tragedia nacional de nuestra historia.

En medio de hospitales saturados y rebelión ante los intentos de encierro muchas de las vacunas prometidas siguen siendo solo anuncios.

Incapaz ante el desastre económico y sanitario, inmóvil ante las demandas sociales, el Gobierno ahora suma sus desvaríos de dimensión internacional.

“Lo lindo de esto es lo feo que se está poniendo...” El apotegma solía repetirlo un viejo asesor que desembarco con Néstor Kirchner desde el califato santacruceño. Revolucionarios tardíos y poco creíbles. Una parte de la dirigencia cree interpretar al pueblo, abrazando falsos mitos del pasado de más de medio siglo de grandes fracasos argentinos.

Aliados por conveniencia (?) al nuevo mapa de socialismo populista desprecian la “nueva normalidad-realidad” reflotando teorías de los dos demonios que vomitaron en el pasado. Devaneos retrógrados de café porteño de aquellos que predican con la izquierda, pero aman cobran con la derecha.

¿Y la oposición? Bien gracias. Salvo por la irrupción hasta desopilante de Patricia Bullrich afirmando sin pruebas que hubo un supuesto pedido de coima a Pfizer, el resto sigue demostrando que los votos que obtuvo el macrismo parecen desperdiciados. Es un gran porcentaje el de ciudadanos de un país partido por la brecha que se siente cada vez más abandonado por la política.

Es verdad que reaparece Mauricio Macri, al que las encuestas lo ponen a la par de Cristina en impopularidad, para tratar de ponerse al frente del armado antikirchnerista. Pero tampoco basta. No se les cae una idea. Nada de algún proyecto que insinúe sacar a la Argentina de este profundo atolladero.

Joe Biden, el “presidente peronista” para el imaginario K, sorprende exigiendo a la CIA que investigue con urgencia si la pandemia estalló por una fuga provocada o accidental del virus del Covid de un laboratorio en Wuhan. Un giro contundente del demócrata, la misma sospecha que agitó siempre el republicano Donald Trump acusando a China de haber desatado algo más que una guerra comercial por el predominio en el mundo.

Ahora Biden dejó de ser “peronista” (remember?). Y Argentina abandona de un portazo el Grupo de Lima rechazando la condena a los crímenes de lesa humanidad del régimen de Nicolás Maduro en Venezuela, una política dura que Estados Unidos mantiene invariable en sus Administraciones.

En medio de esta locura también a la pandemia y las vacunas las convierten en una cuestión ideológica. Chile ofrece donar 15 mil dosis a Rio Turbio por el intercambio constante de chilenos y argentinos, y nuestro país lo rechaza aduciendo que la Anmat no lo autorizó. Insólito cuando aun no explicaron por qué nunca tuvimos vacunas de Pfizer si la Argentina prestó más brazos voluntarios que ningún otro para experimentar con el antiviral.

¿Vacunas chilenas no, pero cubanas si? La ministra de Salud Carla Vizzotti y la “superasesora” presidencial Cecilia Nicolini (una especie de comisario político predilecto que envía Alberto a cada cierre de trato por nuevas dosis) pasean por Cuba negociando una vacuna inexistente todavía. La isla castrista siempre ha sido más efectiva haciendo marketing que en los milagros medicinales que publicita.

Si hay algo que en lo que Gobierno sin plan viene demostrando es coherencia para tomar todas las decisiones erráticas también en política exterior. Y la lista ya es demasiado larga. La condena del canciller que no sabe siquiera pronunciar “welcome”, Felipe Solá, condenando los ataques de Israel a Hamas en la Franja de Gaza, poniendo en falsa igualdad a un estado con un mero grupo terrorista.

Absurda también fue la reacción de la Cancillería cuando Colombia impidió el ingreso al piquete Juan Grabois que viajo como “observador” de la convulsión interna de protestas, muertos y desaparecidos del gobierno de Iván Duque. Grabois salió de Buenos Aires con el pasaporte vencido y su intromisión acabo siendo eyectada por las autoridades colombianas. Lo condenó Solá... mientras que al Vaticano que lo apadrina no le arrancó una sola línea de comunicado oficial.

¿Otro disparo a los pies...? Fue la aparición estudiada del embajador en Beijing, Sabino Vaca Navaja, haciendo lobby para que el país se incline por la tecnología 5G china a sabiendas que gran parte de la guerra comercial entre el gigante de Asia y Estados Unidos tiene eje en la disputa de este botín mundial.

Mascullando todavía el sabor frustrado del pase de gorra de la gira europea de la que Alberto volvió no solo con las manos vacías sino con una derrota en serie, es “momento de cambiar de monta...”, imaginará. Porque el español Pedro Sánchez lo mandó a respetar la Constitución en una lección de primero de Derecho. Y Emmanuel Macron, lo despidió de París con un “pague primero vuelva después...”, mandándolo a arreglar con al Fondo Monetario antes de hablar de otra deuda: la del Club de Paris.

Al final de la semana logró que la alemana Angela Merkel, que se rehusó a recibirlo en su país, le dispensase unos minutos por videollamada. Alemania no le dio trascendencia al hecho. Pero en la Rosada sobreactuaron con cierta euforia: Merkel, que se esta yendo del cargo que ocupa desde 2005, “apoyó” la renegociación que el ministro Martin Guzmán le ruega con el Fondo, dijeron.

Quizás en tantos despechos haya que buscar el giro copernicano de las relaciones exteriores. Como si la culpa siempre fuera ajena y no fruto de los incumplimientos históricos argentinos.La sentencia de un viejo embajador a lo mejor lo engloba todo: “... estamos cada vez más solos, y al mundo ya no le despertamos ni compasión...”.   |

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