Minutos antes a que se conozca el estrepitoso dato de inflación de julio y a pocas horas de haber informado un incremento para jubilados que buscó elevar a un nivel razonable la jubilación mínima pero ya comenzaba a devaluarse, el Banco Central decidió incrementar nuevamente la tasa de interés para atraer ahorro en pesos.
Mientras repercutía aun el aguado aumento con declaraciones del nuevo ministro de Economía Sergio Massa y la titular de la Anses intentando convencer a la tercera edad sobre una recomposición –frente a lo que se ya perdió por la inflación– un nuevo golpe: 7,4 %.
La inflación más alta en los último 20 años, volatilizó el aumento que percibirán los jubilados y pensionados desde septiembre a un ritmo relativamente menor al de los empleados que también vienen perdiendo la batalla contra los precios.
En términos interanuales, en junio, el Índice de salarios mostró una suba de 67,7%, como consecuencia de incrementos de 68,3% en el sector privado registrado, 72,6% en el sector público y 58% en el sector privado no registrado.
Para julio, la ecuación parece mucho peor ya que según estimaciones privadas los salarios aumentaron sólo un 3,5% en el mes que pasará a la historia como uno de los momentos de mayor incertidumbre en la gestión que encabeza Alberto Fernández, tras la salida de Martín Guzmán que produjo un shock financiero con una dispara en el dólar informal y en los precios.
El segundo semestre del año comenzó con datos que parecen irremontables: una suba de precios en siete meses de 46,2%, mientras que la comparación interanual trepó a 71%, según informó este jueves el Indec y los analistas que consulta el Indec, ya mencionan más de 90 puntos para diciembre de 2022.
La situación es preocupante y más si se tiene en cuenta que el grueso de la población, asalariados no registrados trabajadores que no tienen contabilizada antigüedad, aguinaldo ni vacaciones pagas, y monotributistas son personas que están ganando menos de 50.000 pesos.
El panorama no es mucho mejor para trabajadores registrados y jubilados –con aportes por ley–, que en promedio juntan 65 mil pesos por mes con una canasta básica que supera los $100.000.
Ahora, la aceleración de tasas a 69,5% anual que acerca la proyección afectiva anual a casi 100 % es una de las estrategias que el Gobierno utiliza para aspirar pesos y evitar más corrida del dólar paralelo, sin embargo, es un arma de doble filo ya que encarece el endeudamiento, que también lo pagan os sectores más vulnerables que en os últimos meses han recurrido cada vez más a préstamos usurarios y a tarjetas de crédito para comprar comida.
Frente a un escenario que muestra grietas y contradicciones por todos lados; produce alimento para 4 veces su población, pero más de un millón de niñas, niños y adolescentes saltean una comida por falta de dinero en sus hogares, una nueva incógnita ronda el plano de las expectativas. ¿Es lógico que un no economista esté al frente del super ministerio de Economía, Producción y Agricultura?
Hasta ahora, la economía productiva dio señales de crecimiento y reactivación en la mayoría de las actividades, sin embargo, las finanzas –que se alimentas de la proyección y la confianza– y la distribución no acompañaron. La jugada, la última del gobierno de los Fernández, parece ser más política que económica, y en ese sentido, parece que ya pasaron el primero y el segundo tiempo, tan sólo quedan unos minutos de un fortuito e impredecible alargue. |