Una revolución que es imparable, a pesar de que sigue teniendo muchos obstáculos. Todavía queda un largo camino por recorrer hasta que la totalidad de los coches que se vendan abandonen la gasolina o diésel como combustible en favor de alternativas que contribuyen menos a la crisis climática, como las baterías eléctricas o las pilas de combustible de hidrógeno.
Pero ya han cambiado muchas cosas en el sector.
Según los datos de la Agencia Internacional de Energía (AIE), el año pasado las ventas mundiales de vehículos eléctricos ascendieron a 6,6 millones de unidades, alrededor del doble que en 2020, y un 5.500 % más que en 2012, cuando se vendieron unos 120.000.
Porque cuando el Model S llegó al mercado, fabricantes como General Motors (GM), Ford, Toyota y Nissan, ya comercializaban vehículos eléctricos o híbridos.
A principios de 2022, AIE estimaba que en todo el mundo existían unos 16,5 millones de vehículos electrificados (eléctricos e híbridos), tres veces más que en 2018.
China es el principal país en número de vehículos electrificados (VE) en circulación. Sólo el año pasado, en el gigante asiático se vendieron 3,3 millones de unidades, el 50 % del total mundial. En Europa la cifra de ventas fue de 2,3 millones de dólares. Y el millón restante correspondió casi en exclusiva a Estados Unidos.
La producción de VE también está dominada hasta el momento por China y Europa, mientras que EE. UU. es el tercer país.
Pero estas cifras siguen siendo una fracción de las ventas totales de automóviles en el mundo, que en 2021 alcanzaron 66,7 millones de coches, tras caer en 2020 a 63,8 millones por los efectos de la pandemia. En 2019, las ventas mundiales de todo tipo de coches fueron 74,9 millones de unidades.
Es decir, el año pasado, las ventas de vehículos electrificados supusieron alrededor del 10 % del total.
Pero diez años después de que Tesla pusiese en las calles de Estados Unidos las primeras unidades del Model S, los fabricantes de automóviles del mundo han asumido que el futuro es eléctrico y tienen planes para abandonar por completo en los próximos años el montaje de vehículos de combustión.
General Motors (GM), tradicionalmente el mayor productor de automóviles de Estados Unidos, y que posee las marcas Chevrolet, Cadillac, GMC y Buick, se ha comprometido a dejar de vender vehículos de combustión para 2035.
Para ello, el fabricante ha destinado 35.000 millones de inversiones durante el periodo 2020-2025 para el desarrollo y producción de vehículos eléctricos y vehículos autónomos.
"El cambio climático es real y queremos ser parte de la solución poniendo a todos en un vehículo eléctrico", afirmó en julio de 2021 la presidenta y consejera delegada de GM, Mary Barra.
Ford, Stellantis, Volkswagen, Nissan, Toyota y otros fabricantes tienen planes similares.
Ahora que Tesla ha convertido los vehículos eléctricos en un producto de deseo y estatus social, lo que está acelerando el nivel de aceptación de estos automóviles entre el público en general, el mayor problema que tienen los fabricantes para vender coches eléctricos es solucionar la producción masiva.
El componente más crítico de un VE es la batería. Las baterías más utilizadas hasta el momento por los fabricantes son las de litio-ion, prácticamente las mismas que se usan en aparatos electrónicos como móviles u ordenadores portátiles.
Además de las de litio-ion hay baterías de níquel-metalhidruro, de plomo y ácido y supercondensadores.
Pero la producción de suficientes baterías para equipar a decenas de millones de vehículos que se tienen que fabricar cada año para sustituir a los vehículos de combustión supone un quebradero de cabeza logístico que las empresas todavía no han solucionado.
En los dos últimos años, todos los fabricantes de automóviles se han apresurado a firmar acuerdos con empresas mineras que extraen cobalto y litio, los dos principales componentes de la baterías, y con otras compañías para asegurarse el suministro de los materiales necesarios.
La disponibilidad de baterías no es la única barrera a la rápida producción de cantidades masivas de vehículos eléctricos. La infraestructura de cargadores rápidos de baterías sigue siendo insuficiente y, por supuesto, no se puede comparar con las redes de gasolineras que existen en todo el mundo.
Y finalmente, el otro obstáculo para el uso masivo de los coches eléctricos es la aceptación del público, que todavía tiene que entender mejor cómo funcionan y qué ventajas ofrecen, más allá del ahorro en la compra de combustible.|
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