Hace justo medio siglo, 16 representantes del gran consumo tomaron una decisión en Nueva York que sería el inicio de una revolución en el comercio mundial: el diseño del código para identificar productos, el cual dio como resultado el señalamiento de barras que hoy se lee 6.000 millones de veces cada día.
La propuesta, que sigue la idea del código morse, rápidamente se extendió por todo el planeta hasta convertirse en uno de los inventos que más han transformado la economía moderna, según una clasificación de la BBC.
Un Chicle
Hubo que esperar un año para tener la primera aplicación práctica: Sharon Buchanan, dependienta en un supermercado de Ohio (Estados Unidos) escaneó por primera vez un código de barras, un paquete de chicles que costaba unos pocos centavos.
La idea cruzó el Atlántico muy rápido y sólo tres años más tarde se fundó en Bruselas la European Article Numbering Association (EAN), una organización sin ánimo de lucro para la gestión de estándares comerciales.
En la actualidad, GS1 es la organización sin ánimo de lucro que proporciona los estándares globales para una comunicación comercial eficiente, con presencia en 116 países.
“El código de barras ha transformado la economía y la vida de los propios consumidores. Los ciudadanos reclaman más información sobre los productos y las empresas necesitan más datos para ser más eficientes y lograr ser más sostenibles desde el punto de vista económico, social y medioambiental y el código de barras es un gran instrumento“, explica el director de GS1 Spain/Aecoc, Pere Rosell.
Datos y utilidades: 6.000 millones de lecturas al día
Según el dossier preparado para celebrar esta efeméride, los códigos de barras -hay de varios tipos- sirven para identificar, capturar y compartir información sobre productos, localizaciones, empresas y todo tipo de datos.
Su lectura se ha convertido en un acto cotidiano que se repite hasta 6.000 millones de veces al día, pues está presente en 1.000 millones de productos de todo el mundo y lo usan dos millones de empresas.
Según los datos de Aecoc, reduce un 60 por ciento los recursos destinados al intercambio de información entre los agentes de la cadena alimentaria y es clave también para uno de los retos más perseguidos: reduce el desperdicio alimentario hasta un 40 por ciento.
La ingeniería de lo simple
Un consumidor tiene complicado interpretar los números y las líneas que componen un código y que transmite toda esa información si se lee con un láser.
Aecoc explica que los números, a simple vista, no aportan información y no tienen significado, son el “equivalente al DNI de una persona”, pues el valor del código es la información contenida en su base de datos.
En el habitual código de barras de trece dígitos se puede dividir su lectura en tres apartados, los primeros para identificar a la organización de GS1 que le asigna y a la empresa que lo ha solicitado.
Los siguientes sirven como contador de las referencias dadas de alta por las empresas y, finalmente, el dígito de control es el resultado de un cálculo que permite identificar de forma única los productos.
Las barras del código simplemente contienen la información numérica mediante símbolos para permitir su lectura con escáneres.
Hacia dónde evoluciona
Después de medio siglo, aquel código diseñado por el ingeniero de IBM George J.Laurer ha evolucionado en dos direcciones fundamentalmente. La primera, el desarrollo de más códigos lineales diferenciados para su uso en almacenes o con fines logísticos.
Y en segundo lugar se están extendiendo los códigos en dos dimensiones, con el desarrollo de algunos más pensados para medicamentos y tabacos, y el QR abierto, que está llamado a ser el futuro del código de barras en el punto de venta, pues al estar codificado con una URL con información estandarizada (GS1 Digital Link) permite la introducción de todo tipo de información.
Madura bien el código de barras en un mundo globalizado y digitalizado, en el que la información, el dato y la conexión son la savia que recorre la economía y el comercio mundial.