¿Quién es el “ragazzi” argentino que conquistó el mundo a través del volante? – Negocios & Política
 

De las carreras de autos a los negocios |¿Quién es el “ragazzi” argentino que conquistó el mundo a través del volante?

El más tano de los porteños, Cristiano Rattazzi, supo crear un imperio por su intrépida curiosidad y marcar un antes y un después en el desarrollo automovilístico argentino. Extrovertido, mediático y con fama de “playboy”, es un estratega que combinó a través de los años su amor por los autos y los negocios. Sus amistad con Cecilia Bolocco, su decisión más triste, sus batallas libradas y su convicción política de ultraderecha ¿Cuál es la historia de este hijo argentino de la aristocracia italiana?
Celeste Cappello
Negocios
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"¿Le puedo hacer una pregunta?", le consultaron… "¿Cuántos años hace que vive en la Argentina y, todavía, sigue hablando con ese acento?". El aludido contestó en seco: "Nací en la Argentina y viví casi toda mi vida acá".  Una historia que pocos conocen, pero que más representa a Cristiano Rattazzi, el empresario más famoso del país. Quienes lo creen italiano por ser un claro descendiente de la poderosa familia Agnelli, creadora del imperio Fiat en el mundo, nació ni más ni menos que en Buenos Aires y supo trasladar la fama y la buena fortuna de sus padres a un país que mostraba aras de prosperidad y crecimiento.

Su vida, transcurrió de las carreras de autos a los negocios marcado por un gran árbol genealógico de cuyas ramas florecieron personalidades que fueron sinónimo de poder político y económico en la península italiana. Pero, ¿por qué, después de la Segunda Guerra, sus padres se radicaron en la Argentina, país en el que tuvieron al tercero y primer varón de sus seis hijos?

Todo empezó con “Sunni”

Hija de Eduardo Agnelli y Virginia Bourbon, y nieta de Giovanni, el fundador de Fiat, Susanna Agnelli, conocida como “Sunni”, se casó en 1945 con el conde Urbano Rattazzi y tuvo seis hijos: Ilaria, Samaritana, Cristiano, Delfina, Lupo y Priscilla Rattazzi.  Sunni era la hermana menor de Giovanni “Gianni” Agnelli, presidente honorario de Fiat hasta su muerte, en 2003, y cuyo estilo de negocios convirtió a su familia en un símbolo en Italia. Conocida por su carácter franco y poco diplomático, ingresó al mundo de la política en la década de 1970 y fue la primera mujer en ser titular de la cancillería italiana.

Una mujer dinámica y cautivante que falleció a los 87 años, fue recordada como una de las grandes protagonistas del siglo XX, por su gran labor política y humanitaria durante la Segunda Guerra Mundial. Muchos dirían que logró influenciar a su familia con sus convicciones pero otros dirán que el futuro de los Rattazzi estaba asegurado desde “la cuna” y que el menor esfuerzo laboral iba a marcar los titulares que nombraran a su primer hijo varón.

“La extraño mucho…hay veces en los que se me aparece de golpe en mi mente como si quisiera decirme algo. Y me quedo con las ganas de llamarla y escuchar su voz. A papá, trato de ir a verlo cuantas veces pueda. Pero hace más de 10 años que un ACV lo dejó muy mal lamentablemente”, dijo recordando con melancolía.

Gianni Agnelli

Siendo sobrino de Gianni, nieto de Eduardo II y bisnieto de Giovanni I, Cristiano creció convencido de que un volante lo llevaría a conocer el mundo de la forma que él quisiera. Insólitamente, quién mama de la teta tana, es el tercero de los hijos de Sunni y nació en Buenos Aires,  Argentina, el 24 de septiembre de 1948, luego de que su padre tomará a su familia y los trasladara a un país de nuevas oportunidades para salvarlos de la Segunda Guerra Mundial.

"Mi papá llegó a la Argentina escapando de la guerra, ya que había quedado traumatizado con su participación en el frente ruso, mientras que mi mamá tampoco la había pasado muy bien, porque en ese momento dirigía la Cruz Roja en Italia. Eligieron la Argentina porque en ese momento era vista como un país con un gran potencial y, de hecho, se había convertido en una de las prioridades de Fiat para iniciar su expansión internacional", recordó el empresario respaldando la teoría de que no eran la típica familia de inmigrantes que viene sin un peso a salvar su vida en la “tierra prometida”.

Si bien tambaleó su formación, entre la educación de un colegio jesuita semillero intelectual de la clase dirigente italiana y la disciplina del Liceo Naval, en su adolescencia, el empresario ítalo-argentino de la industria automotriz, vivió en la calle 3 de Febrero en el barrio porteño de Belgrano pero siempre solía viajar a Balcarce, la tierra de Juan Manuel Fangio. Inclusive, sus padres tenían un campo muy cerca del de la familia de Juan Manuel Bordeu, el piloto que era apadrinado por el Chueco y que fue campeón de TC en 1966 con Chevrolet. “Bordeu acostumbraba a ir a jugar al polo al campo nuestro. Estábamos muy cerca”, recuerda.

Por esa época Rattazzi era estudiante de Economía y Comercio en la Universidad Luigi Bocconi de Milán. Venía al país en sus vacaciones ya que estaba instalado en Italia donde su familia se mudó hacia 1959. Vivía en Roma y a veces en Milán “dependiendo de la época y de cómo me iba en el estudio”. Al poco tiempo arrancó a practicar la pasión por la velocidad y se enamoró para siempre de los autos de carrera.

“Cuando tenía 18 años me dieron el registro. Pero en Italia para poder correr necesitabas un año de antigüedad manejando en la calle. Cumplí 19 años y empecé a competir en una categoría de Fiat 500 que era muy popular en Italia en ese momento. Debuté en el Autódromo de Vallelunga. Andaban lindo y se podía doblar fuerte, pero en las rectas no viajaban a más de 140 kilómetros por hora… Era muy poco. En el ambiente del automovilismo lo conocí a Luca Cordero di Montezemolo y le dije que corriéramos juntos. Dijimos “vamos a correr en rally”. Fue así que nos anotamos para competir en el Rally de los 1.000 Lagos, en Finlandia. Me pareció un lindo nombre y fuimos, pero no sabía que era el rally más difícil del mundo. Fuimos desde Italia con nuestro auto de calle, un Fiat 125 Special. En carrera volcamos, pero fue una buena experiencia”, contaba a modo de anécdota.  

Pero las pistas italianas no fueron suficientes y en 1971 comenzó a participar del TC en argentina, debutando en  “la Vuelta a la Manzana” (uno de los eventos más importantes del rally) con un Fiat 1600 cupé.

La primera mujer que lo “flechó”

Con 21 años recién cumplidos, Cristiano no tuvo mejor idea que volver a la Argentina y se instaló en Buenos Aires como pasante en Fiat Concord, que en ese entonces era uno de los principales grupos económicos del país, con más de 20.000 empleados. Allí conoció a la mujer que le daría tres hermosos retoños: Alexia, Urbano y Manuela y mucho de qué hablar.

Con el mismo talante de su madre, Sonia del Carril, era todo lo opuesto al hombre con quién se casó. Independiente y con aspiraciones personales, la empresaria, realizó su propio desarrollo profesional, y junto a su hermano tenían una empresa off-shore en Panamá fundada desde 1980: Somi Financial Corp. Si bien primaba su vida con un perfil bajo, su fortuna declarada de 400 millones de dólares, aún abre dudas de si fue producto personal o derivada por Rattazzi.

Así fue como Sonia, Cristiano y la off-shore Somi convivieron durante 13 años. Luego, no se sabe si impulsados por la amistad y confianza que había entre el empresario y quién dirigía el país en ese momento, Mauricio Macri, que ambos hermanos Del Carril, administradores y dueños de Sol de Mayo agropecuaria, vieron la oportunidad de blanquear sus bienes en el exterior.

Pasado el malestar de la causa “Panama Papers”, la famosa y millonaria pareja decidió separarse tras dos décadas. Pero eso no fue un problema mayor. Ambos figuraban como solteros en la Argentina, luego que la empresaria se casara con el amante de los fierros en Biarritz, Francia.

Camino a la“Bolocco”

Manejaba su propio jet y helicóptero. A sus fiestas iban desde la modelo top Valeria Mazza hasta el rockero Gustavo Cerati, millonarios como Franco hasta figuras sociales y políticas. Descrito por sus cercanos como "un caballero", "encantador" y "muy educado”, venía de una familia de mucha clase y no necesita hacer alardes de nobleza.

Sin embargo, su “amistad” con la chilena Cecilia Bolocco no pasó desapercibida en Buenos Aires, tras la publicación de sus días con la ex Miss Universo. Tanto así fue, que a comienzos de junio del 2009, el presidente de Fiat Argentina se encargó de contar a sus cercanos que "Cecilia era una amiga muy querida", bajándole el perfil a la versión de su encuentro con la trasandina.

Utilizando el mismo hermetismo sobre sus “affaires” que su famoso tío, Gianni Agnelli ponía en práctica de continuo, Rattazzi jamás habló de su vida privada y menos de sus conquistas pero sus romances aparecen en las revistas de papel cuché. "Cristiano no es de salir con modelos como Nicole Neumann o con mujeres despampanantes", señalaba uno de sus amigos. "Ha tenido dos o tres pololas muy comentadas y la última fue la figura social uruguaya Alicia Fernández, pero terminaron durante el verano".

Para los medios de comunicación, Rattazzi era famoso no sólo por sus negocios sino también por su fama de playboy y hombre de la noche. Uno de los rumores más trascendentales, fue el encuentro con una reconocida periodista. Cenaron en la misma mesa, bailaron muy pegados y se fueron juntos en el mismo auto. Viviana Canosa y Cristiano Rattazzi estuvieron juntos durante la gala anual organizada por los Amigos del Museo Nacional de Bellas Artes en 2010.

Cuando el presidente de Fiat Argentina vio entrar a la periodista al salón principal del Alvear Palace Hotel, quedó eclipsado por su figura. En ese momento, Rattazzi dejó de lado su falsa modestia y supero la crisis que estaba pasando con su pareja de aquel entonces, Catherine Roemmers, una empresaria involucrada con los magnates de los negocios y se llevó a la curvilinea morocha a su casa.

Casado y separado, estuvo de novio varios años con Alicia Fernández, una uruguaya que vivía en Montevideo pero que viajaba casi todas las semanas a Buenos Aires. Fuentes cercanas al empresario reconocían que la fama estaba bien ganada, aunque desmentían tajantemente la idea de que es “hombre de la noche”. "Después de las once de la noche siempre le agarra sueño", explicaba un ejecutivo que lo conoce desde hace muchos años.

Rubia y de la alta sociedad, Fernández estaba separada dos veces y con cuatro hijos. Rattazzi la sedujo en una fiesta, la invitó a cenar donde ella le confesó que le gustaba el jamón de la marca San Daniele y el empresario le envió uno cada día. Ese siempre fue el estilo de uno de los hombres más influyentes de Argentina.

"Fiat es mi vida, mi interés y el de mi familia"

El legado de su apellido materno: Agnelli, encierra todo el peso de su poder. Involucrado en la empresa familiar,  tras el retorno de Fiat a la Argentina, Cristiano fue designado en 1996, como presidente de esa filial que pasó a denominarse Fiat Auto Argentina S.A y ratificado en el puesto en el año 2002. También, fue también miembro del Consejo Directivo de la Unión Industrial Argentina y Vicepresidente de la Asociación Argentina de Fabricantes de Automóviles (ADEFA).

A la par de sus acciones como empresario, Rattazzi desarrolló una esporádica carrera deportiva como piloto de categorías promocionales, siempre representando a la marca italiana. La velocidad y la adrenalina, son dos de las características principales de este hombre, mitad argentino, mitad italiano, que a veces parece un chico. Y quizá ése sea el secreto para mantenerse, con la energía de un adolescente: “Soy curioso por naturaleza. Todo lo que me llame la atención me atrapa absolutamente…. Lo malo de esto es que me aburro muy fácilmente cuando algo ya me es familiar”, afirmaba pícaramente. 

Mucho se habló y se va a hablar de la Misión Argentina a Nürburgring. Los Torino asombraron al mundo con 10 pilotos y un andar fenomenal. Una epopeya que nació gracias a que alguien corrió esa carrera con otro auto en Argentina: Cristiano Rattazzi. Es por eso que el "tano" dice fueron 11 los pilotos argentinos en 1969 en Alemania.

En esa época el as del volante compartía su fiat ni nada menos que con Luca Cordero Di Montezemolo, ex presidente de Ferrari. “¿Nürburgring? “Es la primera vez que vengo- decía Cristiano- pero me parece muy divertido y pintoresco… hay que manejar bien la caja y moverse bastante; de todos modos con nuestro auto no podíamos ambicionar mucho. Cuando no llovía girábamos en 16 minutos y con la lluvia en 17 y medio, porque si no adiós gomas y frenos…” Lo secundaron Luca con 21 años y Pino Ceccato de 25 tras obtener un magnífico noveno puesto en la general.

Cerca de 50 años después, el en ese entonces presidente de Fiat Auto Argentina, recibía el año nuevo en Abu Dhabi con su fiel amigo Di Montezemolo. Junto al capo de Maranello tuvieron siempre mucho en común más allá de la “Hazaña de los Torino”.

Rattazzi fue el promotor del retorno directo de la automotriz italiana al país y años después, resultó el impulsor de la reapertura de la planta de Ferreyra, cerrada durante la crisis de 2002. Rebelde con causa, durante la "Década ganada", Fiat Argentina reactivó su planta, recibió más de u$s 600 millones de inversiones, alcanzó niveles récords de producción y ventas y, además, fue rentable por primera vez desde su vuelta al país, a mediados de los 90.

"Su fortuna es imposible calcularla, pero Cristiano es uno de los empresarios más importantes del país", comentaban las mismas fuentes sobre el hombre que fue cercano a Menem y en ese entonces, lo era a Cristina Kirchner. Tanto que incluso tuteaba a la Presidenta. Pero, en paralelo, Rattazzi fue la voz díscola del empresariado y con ironía, alertó sobre el Modelo kirchnerista que muchos otros prefirieron ignorar.

En una posición privilegiada “donde su opinión pesa”, el hombre de los fierros trasgredía al gobierno de los Kirchner al punto de que si “el pingüino” anunciaba algo y todos lo aplaudían, Cristiano seguía de brazos cruzados.  Ya era un clásico K, que las planas mayores de la Unión Industrial Argentina no apoyarán sus iniciativas, aunque Ragazzi se sacaba el sombrero sobre que el ex presidente tenía un manejo de las cuentas públicas muy superior al de sus antecesores en el cargo: "Supo manejar una situación difícil y tenía un control de los números espectacular. Nunca se ha visto un presidente en la Argentina que entienda la economía como él".

Pero ese reconocimiento no le impedía criticarlo duramente, más cuando quiso sumar al título de industrial el de tambero, solicitando el ingreso a la Sociedad Rural Argentina (SRA) justamente en las semanas que se acentuaba la crisis entre el Gobierno y el campo. Algunos pesos pesados de la industria criticaban el alto perfil del hombre de Fiat y aseguraban que con sus declaraciones profundizaban los enfrentamientos con un gobierno al que precisamente no le costaba demasiado pelearse con los empresarios.

"A Cristina la conozco de 1997, cuando compartimos un viaje a El Calafate, y la tuteo porque cuando me la presentaron empezamos a hacerlo y ahora no veo razón para cambiar", explicaba Ragazzi, pero aún con una relación construida en el tiempo, el empresario tiempo después dijo: “¿Qué me importa a mí que Cristina vaya presa? No importa absolutamente nada. Hasta hace poco a nadie le importaba la corrupción. Ahora la corrupción empieza a ser condenada, y  es una buena señal, y hace que “la sociedad sea más educada”, tras la que se consideró la persecución política más grande a la ex presidenta luego de su mandato.

El hombre de muchas voces

Nunca tuvo participación directa en la política. Acusado de menemista o noventista por su amistad con el ex presidente argentino Carlos Saúl Menem dijo que "en la década de los 90, nuestra empresa en la Argentina perdió más de 1000 millones de dólares, lo que igual no quita que piense que no todo lo que se hizo estuvo mal. Yo me defino como un ortodoxo, porque lo que quiero es un país normal, que se parezca a Chile o a Brasil".

Otro de los motivos de desvelo para Rattazzi era las retenciones propias del gobierno kirchnerista, a las que criticaba desde hacía varios años: "creo que en algún momento pudieron ser necesarias para hacer frente a lo peor de la crisis, pero en el mediano plazo son el peor impuesto porque castigan a la productividad", explicaba el empresario. Y eso fue lo más atrayente para el empresario por parte del macrismo, tanto así que se consideró un fiel devoto de su gobierno.

No solo porque era el presidente de FCA, una de las terminales automotrices más importantes del país; sino también porque ocupaba un lugar importante en la Unión Industrial Argentina como vicepresidente, reconocía de igual manera, los errores de gestión de Macri y los justificaba como todos diciendo, “no hay que olvidarse que veníamos del desastre”.

“Es preocupante. La inflación, por ejemplo, es mucho más alta de lo que todos pensábamos. Yo estoy tratando de entender qué es lo que pasa- decía un Cristiano Ratazzi a meses de vivir Cambiemos un revés electoral- Hay una compra de dólares por miedo y pánico porque no se sabe hacia dónde va el país. El riesgo país está en torno a 700 (en el momento en que se hizo la entrevista), y eso no es bueno y los antecedentes del país son tremendos”.

Aún a fines del gobierno de Macri, alzó la voz para defender que la industria automotriz no soportaba un impuesto a la exportación como el que estaban aplicando. La suba en las retenciones y el miedo de que los autopartistas dejaran de producir por la devaluación del peso frente al dólar, fue la tormenta más grande que debió atravesar su empresa desde su llegada a la Argentina y el reto más grande de mantener sus halagos al gobierno de Cambiemos.

La clave para crear riqueza, según Ratazzi, es la inversión privada, y recordó palabras del presidente, Alberto Fernández que en una Conferencia Industrial de la UIA dijo que “de la pobreza no se sale con el Estado y los planes, se sale con empresarios que inviertan y den trabajo”. “El Presidente habla según donde está”, dijo el empresario coincidiendo que nadie puede vivir de los planes pero que hay problemas de competitividad y logística muy graves que la Argentina tiene que resolver.

De igual manera, el hombre de una gran fortuna, integra la lista de quienes presentaron un amparo para no verse afectado por el Impuesto a las Ganancias, otro de los logros del Gobierno actual.

Se enamoró otra vez

¿Se volvería a casar?, le preguntaron una vez,  ¡Ni loco!- respondió- Estoy encantado con mi estado actual de absoluta libertad. No puedo prometer amor eterno. Y trato de no engañar jamás a una mujer con mentiras. Más de una vez me han dicho: “Por favor, aunque sea mentime”. Y lo cierto es que ni en chiste puedo mentir, ¡no me sale!

Pero el tiempo lo desmentiría y finalmente hace más de diez años halló la horma de su zapato. Gabriela Castellani, veinte años menor, conquistó el corazón del amo y señor del Fiat. La empresaria,  florista y madre de tres hijos (Patricio (25) Catalina (22) y Justine (14))  conoció a Ratazzi un 15 de enero en un hotel cinco estrellas de Punta del Este: “Yo iba a gimnasia. En esa época teníamos el mismo entrenador. Así que nos conocimos, empezamos a salir y acá estamos”.

El hombre amante del Spaghettini con parmigianino, sociable por  naturaleza, familiero y dinámico, encontró un alma joven dispuesta a seguirlo en sus más amplios retos adrenalínicos. “Ahora, vivimos juntos en su casa. Antes, yo iba y venía todo el tiempo desde Rosario, porque yo nací allá y vivía ahí. Cuando mi hija menor, Justine, empezó el secundario, yo estaba cansada de ir y venir. Entonces dije, “la mando al colegio en Buenos Aires”. Así que, ahora vivimos los tres juntos”.

Cero peleador, cero malhumorado, de muy buen carácter pero introvertido “si está preocupado, se mete para adentro y no le sacás ni una palabra”, así lo define Gabriela: “Es tal cual se lo ve. Si lo peleo, no me contesta, no me da pie para la pelea. Es muy alegre y siempre dice que es muy buen padrastro. Se divierte mucho con mi hija Justine. Además, es súper activo, no para nunca. Se sienta un momento, se para y se pone a arreglar un enchufe”.

Como buen libriano, odia las rutinas y busca emociones nuevas todos los días para implementar en su vida familiar: “Nos encanta tomar sol, caminar, jugar al tenis... en cada lugar que vamos, tenemos una rutina diferente. Por ejemplo: si estamos en el campo, vamos a la quinta, buscamos los huevos en el gallinero, volvemos caminando y terminamos jugando al tenis. En Italia, nadamos un montón. A Cristiano le encanta ir a sus lugares, comer en su casa de Italia y que le cocine Teresa. Le encantan las playas de Italia. Lo que más me gusta es que es muy divertido, ocurrente, es muy buena persona y bastante paciente conmigo. Lo adoro”, dice Gabriela, dueña de “Castellani & Castellani” una casa de Ramos generales que abrió con su hermana María José.

 El adiós a una etapa

Después de 51 años de trabajar para Fiat, hace unas semanas anunció su retiro. El decano entre los ejecutivos de la industria automotriz argentina, se despidió de las tareas cotidianas en la empresa, aunque seguirá ligado como accionista del Grupo Exor, una de las empresas controlantes de la nueva automotriz Stellantis (fusión de FCA y PSA).

Es hora de que las nuevas generaciones tomen el timón”, declaró el heredero de la familia Agnelli a sus 73 años, dando paso a Martín Zuppi, el hombre que tomará las decisiones a partir de ahora en la filial argentina de FCA. Su sucesor, trabaja en la empresa desde hace 25 años, pero siempre mantuvo un perfil más bajo que el mediático C.R.

El veterano de la industria automotriz, sin embargo, seguirá vinculado a la industria como accionista de Stellantis, el gigante automotor nacido de la fusión entre FCA y PSA (Peugeot-Citroën), aunque sin un cargo oficial ni ejecutivo. Aunque al intrépido y dinámico empresario, es difícil imaginárselo en el retiro, adelantó que tendrá tiempo para hacer “un montón de cosas”: “Módena, la empresa de helicópteros, me encanta. Tiene que crecer, hacerse fuerte. Esa me interesa. Me voy a seguir ocupando. Es más: voy a tener más tiempo. Y, siempre, puede haber alguna cosa estratégica”.

Carismático y polémico, volvió a dejar algunas máximas antes de renunciar como "el Estado crea limosna, no crea valor" ante las condiciones que buscan las empresas extranjeras para invertir en un país “que espanta como Argentina” y que “ser el mejor dentro de un terreno y trascender en la historia, no es cuestión sólo durar un par de años. Steve Jobs, Bill Gates, Michael Schumacher, Vettel, Juan Manuel Fangio y Adolfo Cambiaso. Ellos son buenos ejemplos de lo que para mí significa ser un número uno”.

Completamente precavido y calculador, al punto de que en su muñeca izquierda tiene una pulsera cadena en oro blanco con su nombre grabado junto a su grupo sanguíneo: ORH positivo, como tradición familiar, muy pocos -por no decir nadie- lo conciben desvinculado de la empresa. Sin embargo, esa será la realidad: “Quiero que mis hijos y nietos vivan en un país normal. Siempre voy a estar acá, al pie del cañón, para que la Argentina mejore. Hay tantas cosas para hacer. Y se merece que las hagamos. Se merece que luchemos”.|

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