La segunda pandemia: enfermedades mentales – Negocios & Política
 

Presente & Futuro |La segunda pandemia: enfermedades mentales

El desborde del Sistema Nacional de Salud británico respecto a los casos de salud mental ha llevado a sus autoridades a pedir que el Gobierno elabore un plan de contención para un flagelo que incrementó los diagnósticos de depresión, ansiedad, psicosis y trastornos alimentarios. ¿Cómo es la situación en Argentina? ¿Por qué los trastornos mentales deben ser abordados desde el plano político?
Adrían Machado
Presente & Futuro
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Millones de personas en todo el territorio del Reino Unido se enfrentan a largas esperas para recibir atención de salud mental, por lo que las autoridades del Servicio Nacional de Salud (National Health Service - NHS) junto a trabajadores de la salud han solicitado a ministros de gobierno la realización urgente de un plan de contención para hacer frente a lo que llaman una “segunda pandemia”: depresión, ansiedad, psicosis y trastornos alimentarios.

La crisis del Covid-19 ha provocado un dramático aumento del número de personas con problemas de salud mental en la isla. Los responsables de la Confederación (un organismo de membresía para organizaciones que encargan y proporcionan servicios del Servicio Nacional de Salud) y del Real Colegio de Psiquiatras declararon a The Guardian que más de 1,6 millones de personas esperan tratamiento especializado y otros 8 millones no pueden entrar en la listade espera pero que se beneficiarían de la ayuda.

En algunas partes del país, los servicios especializados de salud mental tienen tal nivel de saturación que están “devolviendo” incluso los casos más graves de pacientes con riesgo de suicidio, autolesiones e inanición a los médicos de cabecera que los derivaron, lo que ha provocado que los profesionales adviertan que algunas personas probablemente morirán como consecuencia de ello.

“Estamos avanzando hacia una nueva fase en la que es necesario 'vivir con' el coronavirus, pero para un número preocupante de personas, el virus está dejando un legado creciente de mala salud mental que los servicios no están equipados para tratar adecuadamente en la actualidad”, señaló Matthew Taylor, director ejecutivo de la Confederación del NHS.

“Con las proyecciones que muestran que 10 millones de personas en Inglaterra, incluyendo 1,5 millones de niños y adolescentes, necesitarán apoyo nuevo o adicional para su salud mental en los próximos tres a cinco años, no es de extrañar que los líderes de la salud hayan apodado esto como la segunda pandemia. Una crisis nacional de esta envergadura merece una atención específica y sostenida por parte del gobierno, del mismo modo que hemos visto con el retraso en la atención electiva”, agregó.

La Confederación pide que se amplíen las instalaciones del NHS para la atención especializada en salud mental y que se lleve a cabo una importante campaña de contratación, como parte de un plan de recuperación. Uno de cada diez puestos de psiquiatra consultor está sin cubrir.

Los responsables de salud también creen que un elemento clave de un plan de recuperación debe incluir un enfoque en la prestación de apoyo temprano a los niños y jóvenes con problemas de salud mental. Desde el inicio de la pandemia se ha producido un aumento del 72% en el número de niños y adolescentes remitidos para recibir apoyo urgente por trastornos alimentarios, y un aumento del 52% en las remisiones urgentes de menores de 18 años a la atención de crisis.

David Turner, médico de Hertfordshire, dijo que estaba tan preocupado por la situación que había decidido hablar públicamente por primera vez en sus 25 años de carrera. “Yo y muchos otros médicos de familia creemos que el asunto se ha vuelto crítico y que es sólo cuestión de tiempo que muera un niño”, declaró a The Guardian.

Turner dijo que el acceso a los servicios de salud mental para niños y adolescentes “nunca fue bueno antes del Covid”, pero ahora es “espantoso”. Añadió que el doble efecto del aumento de la demanda y la falta de inversión en los servicios de salud mental infantil y juvenil ponía en peligro a los pacientes.

“No cabe duda de que muchos cientos de adolescentes de todo el país están sufriendo debido a una deficiencia en los servicios de salud mental adaptados a sus necesidades y, lamentablemente, algunos morirán. Esta situación podría revertirse rápidamente con una rápida inversión de dinero y recursos. Como hemos visto durante la pandemia de Covid, cuando hay voluntad política y dinero somos capaces de ofrecer una asistencia sanitaria de primera clase en este país. Ahora tenemos que hacerlo para nuestros jóvenes”, concluyó.

La situación en Argentina

A fines del año pasado se publicó en nuestro país el Primer Informe de la Encuesta Ciencia, Salud, Creencias y Sociedad en contexto de pandemia Covid-19 en Argentina. El reporte indaga sobre la salud, el bienestar, el coronavirus y las vacunas según la región del país y la adscripción religiosa. Los trastornos de ansiedad fueron los padecimientos que más sufrieron las personas en 2021. El trabajo fue realizado por el Centro de Estudios e Investigaciones Laborales (CIEL), dependiente del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET).

En el último año, las personas declaran haber atravesado al menos 3 problemas de salud. En primer lugar, afecciones vinculadas a la salud mental y luego alergias y problemas de piel. Al menos 2 de cada 10 tuvieron Covid.

3 de cada 10 no recurrieron a nadie para atender la ansiedad y la depresión y 2 de cada 10 tampoco lo hicieron para cuestiones que consideraron psiquiátricas. Quienes tuvieron ansiedad y depresión acudieron a profesionales de la salud mental en el orden del 42,4% y 34,9%. 

La salud mental como problema político

El fallecido escritor inglés Mark Fisher escribió hace una década un pequeño texto a raíz de una polémica ocurrida en el Reino Unido. Sectores de derecha afirmaban que no se producían suicidios debido a la quita de beneficios sociales ocurrida poco tiempo atrás.

“Los suicidios por los beneficios sociales no existen. El suicidio es un problema de salud mental”, señaló un antiguo funcionario laborista. Ese comentario fue levantado por diferentes tuiteros y editorialistas de la derecha en Reino Unido. Fisher señaló que tres líneas argumentales fueron las que se utilizaron contra la idea de afectación a la salud mental debido a la quita de ingresos:

  • Los subsidios no fueron causados por los cambios en los beneficios sociales, por lo que mencionarlos es un acto de explotación oportunista.
  • Si fueron causados por las reformas, no son argumentos para abandonarlas (es decir, no son las reformas en sí, sino la aplicación de las mismas, faltó contención para quienes tuvieron que volver a salir al mercado laboral, por ejemplo).
  • El suicidio no es un acto racional, por lo que no puede tener un significado político.

Más allá del porqué de los suicidios, Fisher arremete contra la idea de la no utilización del argumento del suicidio a causa de legislaciones nocivas. “Si el hecho de que una persona muera como consecuencia de la implementación de medidas no puede ser utilizado como evidencia de que la legislación tiene efectos nocivos, ¿qué más podría serlo?”, inquiere.

La racionalidad esgrimida como núcleo argumental central es discutida por el autor de “Realismo Capitalista”, ya que la capacidad de actuar racionalmente por quienes sufren enfermedades mentales está afectada severamente, por lo que deben ser protegidos. La falla garrafal estatal en cuanto a la contención de los pacientes que debían volver a trabajartambién es resaltada por Fisher.

El argumento central puesto en discusión por el ensayista británico es el que fue sostenido desde sectores reaccionarios y afirmaba que se había “politizado” a la salud mental ante las críticas sobre los suicidios. El punto es el opuesto, afirma el filósofo, las enfermedades mentales han sido despolitizadas y se acepta sin problemas que la depresión sea la enfermedad más tratada (en tiempos pre-covid) por el Servicio Nacional de Salud.

Una de las características del trabajo de Fisher es haber considerado frecuentemente al estrés como “privatizado”, desde los 80’ con Margaret Thatcher pasando por el Nuevo Laborismo de Tony Blair y los gobiernos de coalición que lo sucedieron. Los salarios se estancaron, las condiciones laborales se precarizaron, el desempleo aumentó. La mayor razón reportada por quienes sufren de depresión es la ansiedad, y la solución recetada fue la medicalización. El daño causado por la destrucción de la solidaridad y la seguridad tuvo como respuesta la visita al médico clínico o, si se tenía suerte, al terapeuta.

Las causas sociales son obviadas por la corriente de tratamiento dominante, ya sean terapéuticas o de la industria farmacéutica, es más fácil de sostener que las razones de la depresión se encuentran en la química individual del cerebro o en raíces de la temprana infancia del sujeto. Y la mayoría de los desórdenes pueden ser tratados con drogas.

La depresión es el lado oscuro de la cultura empresarial, allí el voluntarismo mágico se encuentra con las oportunidades limitadas. Los ricos son los ganadores y el acceso a la cima está abierto para cualquiera que tenga el deseo de lograrlo, no importan tus orígenes familiares, étnicos o sociales, y si no lo lográs solo hay una persona a la que culpar.

La culpa debe ser ubicada en otro lugar, dice Fisher, revertir la privatización del estrés y considerar a la salud mental como un problema político.

A pesar de tener casi una década, la reflexión sigue siendo válida, debido a que es una problemática que pasa desapercibida por todo el espectro político, así como por buena parte de la sociedad.  |

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