Desde la gestación, las hormonas tiroideas regulan la secuencia y la velocidad de desarrollo del sistema nervioso central y tal es su importancia que sus deficiencias, si no se detectan a tiempo, inhiben el crecimiento de la corteza cerebral y cerebelosa, produciendo un deterioro irreversible en ellas.
Desde entonces, y durante toda la vida, una normal función de la tiroides es fundamental para mantener la vigilia, la alerta, la respuesta a diversos estímulos, la capacidad auditiva, la sensación de hambre, la memoria, la capacidad de aprendizaje, la motilidad del aparato digestivo, la normalidad de los reflejos y un buen estado de ánimo.
Respecto a esto último, la relación entre función tiroidea y trastornos del ánimo es tan estrecha y significativa que tiene un alto impacto en la atención psiquiátrica y el precoz diagnóstico de su mal funcionamiento puede determinar el destino de un tratamiento. Incluso puede reglar la cantidad y dosis de psicofármacos a utilizar.
En el hipotiroidismo son comunes el cansancio, la sensación de letargo, la somnolencia, el desgano, los dolores de cabeza, la pérdida de memoria, la falta de concentración, la dificultad para realizar cálculos, la disminución de la libido, todos síntomas similares y frecuentes también en los estados depresivos.
La tiroides aumenta los niveles cerebrales de serotonina, clave para un adecuado y equilibrado estado anímico. El mismo efecto que producen los antidepresivos. Por el contrario, en el hipertiroidismo se observa hiperactividad, taquicardia, nerviosismo, irritabilidad, que es habitual confundir con crisis de pánico o episodios de aceleración o excitación.
Las hormonas tiroideas se llaman T3 (triiodotironina) y T4 (tetraiodotironina). La primera de ellas aumenta los niveles cerebrales de serotonina, la sustancia química clave para un adecuado y equilibrado estado anímico. Es el mismo efecto que producen los antidepresivos, por lo cual se puede afirmar que la T3 actúa como un antidepresivo.
Los pacientes depresivos que no mejoran con los psicofármacos pueden mejorar ostensiblemente si se les agrega hormona tiroides T3 a su tratamiento. Tanto la T3 como la T4 están bajo el control central de la TSH (tirotrofina).
Todo lo mencionado es muy bien conocido por los psiquiatras ya que, por un lado, a todo paciente con depresión le estudian su tiroides y, por otro, a aquellos que no responden a los tratamientos con antidepresivos se les agrega hormona tiroidea (incluso aunque no tengan alteraciones en los análisis de sangre) porque potencian y amplifican la acción de los antidepresivos. En otras palabras, los pacientes depresivos que no mejoran con los psicofármacos pueden mejorar ostensiblemente si se les agrega T3 al tratamiento.|