Un acuerdo que no convence y lleva al país de la inviabilidad a la imprevisibilidad – Negocios & Política
 

La semana económica |Un acuerdo que no convence y lleva al país de la inviabilidad a la imprevisibilidad

El entendimiento llega al Congreso con grietas de lado a lado; con el peso de la negociación de Néstor Kirchner en la coalición gobernante, la oposición partida por las responsabilidades y las izquierdas unidas contra en FMI. Argentina debía desembolsar US$ 19.000 millones en 2022 y, ahora, comenzará a pagar en 2026. ¿Cuáles son los escenarios posibles?
Ana Belén Ehuletche
Análisis
Ana Belén Ehuletche
Análisis

En similares condiciones con los países de la región y del resto del mundo la Argentina logró en 2021 crecer 10,3 puntos, lo que representó una recuperación respecto a la caída de la actividad en pandemia incluso, con ramas de la industria con mejores resultados que en 2019. 

El dato, no es menor si se tiene en cuenta que ningún país de la región -a excepción de Venezuela- maneja elevadísimos niveles de inflación y depreciación de la moneda local, en simultáneo. Sin embargo, esa misma característica “crecer pese a la inflación”, es la que hace invisible ese crecimiento, incluso, para sus propios actores: empresarios, emprendedores y trabajadores en cada uno de los niveles. 

La sensación de “estancamiento” es general, aunque se produzca, se venda o se consuma más, porque esa variable, que crece vertiginosamente sin ningún pudor, arrasa. La falta de herramientas de ahorro o financiamiento, truncan el desarrollo e invitan a la especulación.

La Argentina llega a un nuevo acuerdo con consenso respecto a la inviabilidad de afrontar la deuda que adquirió Mauricio Macri, por más de 44.000 millones de dólares, lo que implicaba –entre otros pagos– dos desembolsos de US$ 19.000 millones en 2022 y 2023. Negociar o “rollear” –refinanciar– como plantean quienes la tomaron en 2018, es la alternativa. No pagar, significa default, “caerse del mapa” financiero, donde están los poderosos, entre ellos, China, uno de los aliados que el presidente Alberto Fernández visitó en su última gira.

El nuevo esquema de repagos que definió el ministro Martín Guzmán con el staff del FMI, es tan “bomba” para los próximos años de la Argentina como lo fue el que firmó la anterior administración, mientras sabía que debería volver a negociar. Los cuestionamientos parecen tener más origen en el golpe al ego que le dio Alberto Fernández, este martes en el Congreso, cuando recordó algo que podría haber omitido mencionar: que el entendimiento no exime a la Corte de investigar el origen del endeudamiento.

Frente a las posiciones radicales que indujo el kirchnerismo y la comparación con la decisión de pagar la deuda en 2005, el ala albertista del gobierno logró instalar en los últimos días su posición y, con respuestas, puso sobre la mesa las diferencias implícitas: el acuerdo no convence, “es el mejor posible”; “la Argentina no cuenta con los fondos para cancelar la deuda”; “Néstor primero hizo un acuerdo”; “no existe un país más grande que preste a la Argentina el monto de la deuda”.

¿Pateó el tablero? En la apertura del año legislativo, Fernández perdió votos del núcleo duro de JxC pero, en el mismo momento, se ganó la ovación del Frente que lo llevó a la presidencia, le sacó una sonrisa a su compañera de fórmula –con quien mantiene poco y nada de diálogo– y puso en cero el marcador. 

El documento de 137 páginas llegó este viernes al Congreso y será debatido, finalmente, el lunes en Diputados. Ese día, tal como lo prometió, Guzmán expondrá los detalles en la Comisión de Presupuesto de esa Cámara.

Al ruido entre las mayorías, se suma la expresión de las izquierdas, incluidas agrupaciones políticas ligadas al FdT que rechazan de plano el acuerdo y lo muestran en las calles; aunque la presión no complique el proyecto en el plano legislativo no deja de expresar una tensión en el plano social. Las marchas de este sector minoritario, advierte sobre un “riesgo latente", un fantasma o “déjà vu”, la crisis de 2001.

Ahora, la guerra

En paralelo, frente a la inestabilidad arraigada en la economía local, el mundo hace un aporte para complicar la posibilidad de hacer pronósticos. A una negociación embrollada, se le sumó un conflicto bélico que puso al mundo en las puertas de una guerra global. 

La invasión de Rusia a Ucrania hizo volar el precio de los commodities, entre ellos, el trigo y maíz que ya comienza a impactar en la falta de productos como harina, fideos y aceite en el mercado interno. Y si había un tema complejo por resolver, la pieza clave para cumplir las metas de déficit fiscal, los subsidios a la energía –que rondan el 2 %– el efecto inmediato de la guerra ha ido por acá.

Tanto en el precio del petróleo, como el gas natural que Argentina importa para compensar la demanda, principalmente en temporada invernal, ya subió en torno al 25%, un incremento que vuelve una misión imposible saber cuál será su precio de acá a los próximos 3 meses. 

En el mejor escenario, si el conflicto entre Rusia y Ucrania no escala, en lo inmediato, el acuerdo con el FMI genera un “período de gracia” hasta 2026, lo que puede dar alivio siempre que el país mantenga el ritmo de reactivación de la economía. Sin embargo, el desafío es grande porque 2021 mostró que no sólo es necesario crecer, sino ajustar el resto de las variables de la macro para que ese dato llegue al llano. 

En el otro plano, si el precio de los insumos energéticos continúa en alza, cumplir con las metas: reducir la emisión monetaria, el déficit y la inflación, sin achicar más de lo estipulado los subsidios, con el mismo nivel de gasto social y en jubilaciones, será inviable. Frente a la dependencia de las exportaciones, que ingresan divisas para aumentar la reservas, el acuerdo con el FMI, queda sujeto a la imprevisibilidad: cuánto de esa ganancia se deberá utilizar para garantizar el abastecimiento energético, cuánto quedará para habilitar importaciones para la industria y cuánto para el Tesoro. |

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