Si miramos hoy cómo está el mundo, encontramos caos; esta semana el máximo referente del órgano de energía de las Naciones Unidas anunció que estamos entrando, y vamos a vivir la crisis energética global más grande de la historia.
Se trata de una crisis energética mundial nunca vista, lo que marca, en consecuencia, que nos encaminamos hacia una desaceleración del comercio y las economías en términos generales.
Según el jefe de la Agencia Internacional de Energía (AIE), la restricción global en el suministro de energía que escasea y un aumento de los precios del combustible podría empeorar. “El mundo nunca ha sido testigo de una crisis energética tan grande en términos de su profundidad y complejidad”, afirmó el director ejecutivo de la AIE, Fatih Birol, en un foro global en Sídney. El funcionario fue contundente: “Es posible que aún no hayamos visto lo peor, esto puede tener serias implicaciones para la economía global”.
Aunque algunos insisten con que Argentina está fuera del mapa, estas noticias junto con el efecto que ha generado en el mercado interno el alza en los precios de las commodities que Argentina exporta y de la energía que importa, demuestran que no es así, que es parte del mundo globalizado. Más cerca, encontramos que Uruguay, que ha manifestado la necesidad de que el Mercosur se actualice en varias oportunidades, acaba de aprobar la decisión de negociar un tratado de libre comercio (TLC) con China.
Esta decisión es parte de una ola de tratados de levantamiento de las restricciones comerciales en la región, entre los que también se incluye un acuerdo actualmente en negociaciones entre Brasil y México, que buscan hacer punta en el comercio multilateral a nivel regional. En este camino ¿dónde está la Argentina? Aquí sí, al margen de las decisiones que toman sus propios vecinos con quienes comercia, pero también compite cuando se trata de necesidades de abastecer con alimento y energía a un mundo en crisis.
Y, en este punto, es preciso entender que tanta exportación, venta de insumos, productos y servicios al mundo o “libre comercio” no es sinónimo de neoliberalismo, es - por el contrario-, una realidad que, si no se acepta y trabaja para potenciar, se traduce en operaciones descoordinadas –y desreguladas- que incluso dan lugar a la sobre y subfacturación en el comercio internacional.
Pero el frente externo con sus desafíos y oportunidades no es el protagonista en esta historia, las problemáticas originadas al interior de la economía local, con una inflación que supera los 5 puntos en los últimos 4 meses, arrasa. No sólo con las expectativas, sino con el esfuerzo de aquellos sectores que han logrado repuntar tras la pandemia y con las industrias vinculados al sector energético, químico y petroquímico que superan por hasta 20 puntos la capacidad instalada promedio que cerró en 68% en el último registro oficial.
A pesar de que el Gobierno venía apostando a encaminar el “sendero de crecimiento” y al descenso de la inflación, luego del 6,7% de marzo que logró bajar a 6 en abril y a 5,1%, en mayo volvió al camino ascendente con pronósticos de un alza superior para julio, a partir del shock de precios que produjo la salida intempestiva del titular de Economía, y los anuncios tardíos que llegaron de la mano de la ministra Silvina Batakis recién este lunes.
La necesidad de que se reduzca la demanda de dólares para poder garantizar los que necesita el sector productivo, una decisión lógica para no enfriar la economía, enfrentó al Gobierno con el sector de turismo y es lógico reflexionar si ¿vale la pena?
Las estadísticas muestran que están entrando el doble de turistas que los viajantes argentinos al exterior, una situación que revierte una tendencia histórica (salen más de lo que ingresan); las fronteras muestran que ingresan desde los países vecinos con dólares a consumir y llevar de todo: combustible, cerveza, alimento, ropa con recursos que van –en gran proporción– al mercado ilegal, del mismo modo que lo hacen los turistas que se alojan en hoteles en las distintas ciudades del país.
Estos dólares que deberían equilibrar la “cuenta turismo”, producto de la brecha de más de 130%, simplemente se van al blue y esto, junto a algunas maniobras de sectores con intereses más oscuros que viajar, alzan la demanda de la moneda que colisiona con la economía formal. Mientras los pocos argentinos que salen al exterior no sólo por turismo sino también por cuestiones de salud o empleo, pagan haciendo uso del dólar tarjeta, en la Argentina el 99% de los turistas, no cambian sus dólares en el mercado oficial.
De cara a un contexto adverso que no contribuirá con el orden de las finanzas la Argentina pareciera no tener plan más que parches sobre el andar. Mientras los líderes que dirigen el país aceitan el diálogo, las oportunidades, en materia de energía y de alimento, flotan. En este escenario, las decisiones atravesadas por vínculos ideologizados resienten la capacidad de generar relaciones económicas eficientes. Un punto que aplica tanto para afrontar las tensiones con el campo y los pedidos de la Mesa de Enlace, por un lado, y con los sectores “piqueteros”, por el otro, pero también para asumir cuál será el rol en el escenario de crisis mundial. |