Mientras Alberto Fernández responsabilizaba en Roma, ante la cumbre del G20, al Fondo Monetario Internacional y a la gestión de Mauricio Macri por terminar “condenando a generaciones que miran impávidas el destino que le ha sido impuesto”, en Argentina los integrantes del Foro de Convergencia Empresarial esperaban con “mucho interés” y “expectativa” que el organismo de crédito y el Gobierno arriben a un acuerdo para refinanciar la deuda.
No hubo acuerdo alguno y las negociaciones con el FMI siguen estancadas, lo que demuestra que la diplomacia hostil que viene aplicando el Gobierno sigue fracasando. Situación que observan con inquietud los bonistas, el Banco Mundial, el Club de París y con otras organizaciones bilaterales, además de alejar a potenciales inversores.
“Estoy satisfecho, los objetivos que nos planteamos los logramos, y pudimos avanzar en algunos otros, y eso para mí es valioso”, dijo Fernández al llegar a Glasgow, en Escocia, donde participará de la Cumbre de Líderes de la 26ª Conferencia de las Partes en la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (COP26). Ante los periodistas argentinos que lo acompañan la gira, reconoció que “la negociación (con el FMI) va avanzando con las dificultades que supone”.
La responsabilidad del Fondo
El mandatario argentino llevó a Roma, donde se realizó el foro que reúne las principales economías del mundo y las naciones en desarrollo, un discurso tan diplomático como el hierro. “Vengo a alzar mi voz”, dijo después de sentenciar: “son tan responsables los que se endeudaron sin atender las ruinosas consecuencias sobrevinientes, como los que dieron esos recursos para financiar la fuga de divisas en una economía desquiciada”.
También aprovechó su turno en la I Sesión Plenaria de la Cumbre de Líderes G20 para hablar de “ética social” y “convocar a una reflexión colectiva”. Tampoco olvido de mencionar, “en el marco de la pandemia” las “disparidades”que “estremecen”. “Casi el 80% de las vacunas (contra el coronavirus) producidas se aplicaron en países de altos ingresos. En cambio, más del 60% de la población de nuestra región aún no tiene completado su esquema de vacunación”, añadió.
El sábado, en Roma, el Presidente en apuros electorales y económicos agradeció a la saliente canciller alemana, Angela Merkel, el “apoyo de Alemania” para que Argentina “logre un acuerdo sustentable” con el FMI. El mismo día, el jefe de Gobierno español, Pedro Sánchez, ratificó personalmente a Fernández su respaldo a las conversaciones para la renegociación de la deuda. Ese respaldo ya había sido manifestado en Buenos Aires, durante la visita oficial que realizó el mandatario del país ibérico el pasado mes de junio.
Antes del discurso de barricada, Fernández mantuvo un encuentro de 90 minutos con la directora del FMI, Kristalina Georgieva, en la embajada argentina en Italia. El resultado fue tan efímero como el comunicado de prensa que distribuyó la Presidencia: “Se sigue negociando para alcanzar un acuerdo que permita a la Argentina repagar la deuda heredada de la gestión anterior. En los próximos días habrá reuniones técnicas con el staff para continuar el proceso”.
Luego de la reunión, Georgieva no aportó demasiado: “Tuvimos una buena reunión con el presidente, hemos conversado sobre la situación económica de la Argentina, se reunieron nuestros equipos económicos para lograr un progreso en las relaciones. Los dos equipos van a reunirse y van a revisar cuidadosamente lo que debe hacerse”.
Para el ministro de Economía, Martín Guzmán, las reuniones mantenidas en Roma con el FMI fueron “constructivas”. Lo mismo que repite cada vez que finaliza una mesa de negociaciones.
La diplomacia del garrote
El pasado miércoles, el Presidente afirmó que no se arrodillará ante el FMI ni firmará “a cualquier precio” un nuevo acuerdo con el organismo. Fue durante un acto con militantes del oficialismo en el que se homenajeó al expresidente Néstor Kirchner, en el estadio del Club Deportivo Morón. “A veces quisiera que los diarios de Argentina, en vez de pedirme a mí que apure un acuerdo con el Fondo de cualquier modo, le digan al Fondo que se haga responsable del daño que hizo dándole a Argentina una deuda que no se podía pagar”, sostuvo.
El mandatario calificó como una “ruina” para el país el acuerdo de auxilio financiero que en 2018 el FMI firmó con el entonces Gobierno de Macri, por hasta 56.300 millones de dólares, de los cuales finalmente se desembolsaron 44.200 millones de dólares. “Si todavía no cerramos un acuerdo, es porque no nos vamos a arrodillar, porque vamos a negociar hasta que nuestro pueblo no vea en riesgo su futuro por pagar una deuda”, dijo Fernández durante el acto.
“Voy a pelear, voy a confrontar todo lo que sea necesario y voy a cerrar con el Fondo el día en que sepa eso no condiciona el futuro de Argentina”, aseveró Fernández. Y con esa estrategia de confrontación viajo a Roma a reunirse con quien debe llegar a un acuerdo. El Gobierno mantiene negociaciones con el organismo desde el año pasado y aún no se observan resultados.
Un solapado respaldo al reclamo del Gobierno
Pero no todo fue malo. El reclamo que realizó el mandatario para que el FMI revise su política de sobrecargos quedó plasmado en el documento final del G20. Además, los líderes que participaron de la cumbre del sábado y domingo en Roma reclamaron al organismo de crédito la creación de un nuevo Fondo de Resiliencia y Sostenibilidad para proporcionar financiación accesible a largo plazo para los países de ingreso medios y bajos.
Los integrantes del G20 también pidieron la canalización voluntaria de parte de los Derechos Especiales de Giro (DEG) asignados para ayudar a los países vulnerables. Algo que al país le conviene.
Así, la comitiva encabezada por Fernández logró el apoyo para que se incluyera ambos reclamos en la declaración de la Cumbre. En definitiva, el documento final favorece la postura del Gobierno, pero no es suficiente para cerrar un acuerdo con el FMI por la deuda local.
Una deuda que crece con el tiempo
El Gobierno pretende alcanzar con el Fondo un acuerdo de facilidades extendidas para refinanciar la deuda con menores tasas de interés y plazos de pago de como mínimo 10 años. Fundamentan que el país no tiene capacidad para pagar los pesados compromisos estipulados hasta 2024 en el acuerdo stand by de 2018.
Sin un acuerdo, la deuda con el Fondo aumenta. Por la aplicación de intereses y variaciones en el tipo de cambio y del primer pago de un vencimiento de capital realizado hace un mes, ascendía a finales de septiembre pasado a 43.092 millones de dólares, de acuerdo con los últimos datos oficiales disponibles.
Antes de fin de año, se deberán pagar 2.300 millones de dólares al organismo de crédito. De acuerdo con lo pactado hace tres años, el país debería pagar al organismo, entre capital e intereses, 19.020 millones de dólares el próximo año, 19.270 millones en 2023 y 4.856 millones en 2024.
Se calcula que sólo en noviembre los intereses serán de 110 millones de dólares, luego los sobrecargos aumentarán. En marzo el país deberá 7.600 millones de dólares extras. Por eso el Gobierno pide ayuda a los socios del FMI para que se eliminen los sobrecargos.
Por otro lado, el Gobierno tiene un entendimiento con el Club de París –con quien se tiene compromisos por más de 2.400 millones de dólares– de buscar reestructurar las responsabilidades hasta marzo de 2022 una vez que se llegue a un acuerdo con el FMI.
Los datos al finalizar la Cumbre del G20 siguen siendo negativos. El riesgo país se encuentra por encima de los 1.700 puntos, las reservas del Banco Central no llegan a los 43.000 millones de dólares y siguen en caída libre, el dólar amenaza con trepar sobre los 200 pesos, y la inflación sigue aumentando a pesar del obligado acuerdo de precios con los empresarios.
La incertidumbre del día después de las elecciones
Para Miguel Blanco, coordinador del Foro de Convergencia Empresarial, “la Argentina necesita refinanciar su deuda” para “tener un horizonte económico más claro”. Al igual el FMI, el empresario dijo que “es necesario” que el Gobierno cree un plan para responder a la deuda.
“Espero que haya un acuerdo porque ambas partes lo necesitan”, agregó durante una entrevista radial. Y no se equivoca. Por un lado, si el Gobierno no llega a un arreglo con el FMI, el país se encamina a un default colosal. Por el otro, Georgieva necesita arreglar las cuentas con Argentina porque es su principal deudor.
Sobre las evidentes diferencias entre el organismo de crédito y el Gobierno, Blanco explicó que “hay dos planos. Una cosa es lo que se dice para consumo interno en un período electoral y otra cosa es lo que se dice afuera”. En consecuencia, “hay que esperar para que se aclare el panorama. Hay que ver qué pasa después de las elecciones”.
En definitiva, todos parecen esperar lo mismo. El FMI quiere que la renegociación de la deuda, en caso de llegar a un acuerdo, pase por el Congreso. Un escenario que podría ser escabroso para el Gobierno, especialmente si en las legislativas del 14 de noviembre se repite el resultado de las PASO. |