Según un informe del Centro de Estudios de la Nueva Economía (CENE) de la Universidad de Belgrano la estrategia del Gobierno de suspender las exportaciones de carne vacuna, como sucedió entre 2007 y 2015, con el propósito de incrementar la oferta destinada al mercado interno y bajar su precio, “busca impulsar un nuevo proceso de sojización en nuestro país”.
“El resultado de este tipo de medidas adoptadas en el período 2007-2015 fue una reasignación del suelo en favor del principal producto exportable que no se consume internamente de manera significativa: la soja”, indica Víctor Beker, director del CENE.
“De hecho –agrega-, la superficie sembrada con la oleaginosa pasó de 16,6 millones de hectáreas en 2007/2008 a 19,8 millones en 2014/2015. Dicho proceso se revirtió en los años siguientes, hasta regresar en 2019/2020 a 16,9 millones de hectáreas sembradas con soja”.
“Aparentemente, la intención gubernamental es volver a las casi 20 millones de hectáreas alcanzadas en 2015, desalentando el uso de la tierra para producciones alternativas como la ganadería vacuna y probablemente el cultivo del trigo, que trepó de 5,2 millones de hectáreas en 2014/2015 a 6,9 millones en 2019/2020”, plantea el economista.
Y al mismo tiempo explica que “la estrategia detrás de estas medidas sería concentrar las exportaciones del sector primario en un solo producto, que no tiene un consumo significativo en el país, por lo cual las variaciones de su precio no impactan en la mesa de los argentinos”.
“Por otro lado, se procuraría divorciar el precio interno de productos como el trigo, el maíz, el girasol y la carne del precio internacional, de modo que los incrementos externos no repercutan sobre los internos, y reservar su producción principalmente para abastecer la demanda interna”, dice Beker.
El exdirector del INDEC estima que el Gobierno “apuntaría, de esta manera, a emular la estructura productiva de países como Chile, donde el precio internacional de su principal producto de exportación, el cobre, no impacta sobre el costo de vida”.
“El modelo impulsado tendría así a la soja como núcleo duro de una matriz primario-extractiva exportadora. Claro está que el riesgo de tal estrategia estriba en la dependencia de las exportaciones de un solo producto y, por lo tanto, de las fluctuaciones en su precio. El ciclo económico argentino quedaría más sujeto aún al ciclo de la soja”, completa Beker.|