Una inofensiva herramienta que facilitaba el servicio técnico a los clientes de smartphones, hoy es un arma en manos de las cloacas de los Estados. De origen israelí, Pegasus, está consiguiendo una dudosa lista de méritos: fracturar una coalición de investidura; dejar al descubierto al presidente Pedro Sánchez; ha conseguido que Ronan Farrow le explique en castellano a la ministra de Defensa, Margarita Robles, qué es la revista New Yorker en la que trabaja y en la que ha firmado la polémica investigación sobre el espionaje a parte del independentismo catalán “Cómo espían las democracias a sus ciudadanos”.
La empresa que disfruta de los secretos, NSO Group, presume de “desarrollar tecnologías para prevenir el crimen y el terrorismo”. Pero las siglas representan a sus emprendedores: Niv Carmi, Shalev Hulio y Omri Lavie, que cumplieron lejos de las unidades de ciberdefensa, no tenían ningún trasfondo militar o de ciberespionaje.
No eran hackers, no eran guerreros del teclado ni estaba vinculados al Mosad o la Unidad 8200 de espionaje digital. En realidad, eran un grupo de startuperos empeñados en conseguir el sueño de Silicon Valley en Israel. “No venían de la inteligencia militar, no eran niños bien. Apenas eran informáticos. Más entusiastas de los videojuegos y los foros de Internet que precedieron a las redes sociales que del hacking”, dijo la primera persona que los contrató.
Hulio y Lavie, uña y carne desde el instituto y emprendedores salen en titulares, luego de que su primera empresa se quedara sin capital tras la crisis global de 2008. Se llamaba MediAnd, y era una primitiva app para comprar lo que la gente veía en las series de tele. Nunca despegó y Hulio, tuvo que ponerse a trabajar en una tienda de móviles de las del centro comercial para salir a flote.
Ahí sí tuvo la idea de lo que hoy es Pegasus. En aquellos tiempos, actualizar o solucionar un problema de software de un móvil era una tarea difícil. Los clientes no tenían por qué saber nada de tecnología, los accesos remotos omnipresentes en los ordenadores de empresas estaban en pañales en la industria móvil y la relación entre servicio técnico y clientela no estaba a la altura de las posibilidades de Internet.
Así nació CommuniTake, un servicio en el que, con permiso de los usuarios, con un simple SMS bastaba para hacerse con el control de un móvil ajeno. Una idea de servicio que pronto llamó la atención del Ejército israelí. En 2009, los agentes de inteligencia militar los visitaron en un kibbutz reformado que antaño había sido una granja de pollos. Fue allí como los dos amigos dejaron la empresa original e idearon Pegasus.
Para Hulio, el pegaso representaba la idea de un caballo de Troya con alas, que entraba en los aparatos sin necesidad de cables. Aunque en la mitología griega se trata de un caballo alado nacido de la sangre del monstruo Medusa.
Pero si iban a trabajar en esto tendrían que fijarse unas normas básicas. La primera, que Pegasus solo estaría disponible, aparte de para para su país, para otros gobiernos. El primero ajeno a su país fue México, que felicitó públicamente a sus responsables por el servicio que prestó Pegasus a la hora de detener al narcotraficante El Chapo. Era una herramienta demasiado poderosa para dejar en manos privadas. La segunda, que ellos no tendrían acceso a los datos recabados –pese a que se alojan en sus propios servidores, ajenos al control incluso de los propios Gobiernos clientes.
La tercera, que sólo trabajarían con clientes que aprobase el Ministerio de Defensa de Israel, aunque existen sospechas de que Israel filtra esa lista de acuerdo con los intereses diplomáticos del país. Como, por ejemplo, concederle acceso a Arabia Saudí –Pegasus fue una herramienta empleada para localizar al periodista Jamal Khashoggi, asesinado en Turquía en 2018 por agentes saudíes– y Emiratos Árabes Unidos, los dos países árabes de la región con los que Israel ha construido puentes en los últimos años.
NSO Group afirmó que su propósito es "salvar vidas", un mantra que también viene de Hulio, cuya principal labor al margen de NSO Group es voluntario en rescates tras desastres o emergencias internacionales. Independientemente del propósito, si los aqueos hicieron su caballo con madera, el pegaso de NSO está hecho de dinero: la empresa está valorada en más de 1.500 millones de euros, cuenta con más de 750 empleados. En 2018, cuando ya iban por el medio millar de trabajadores, se fueron todos a un retiro de lujo en Tailandia, acompañados de un puñado de famosos contratados por la empresa.
NSO Group aparece puntualmente en los listados de mejores empresas donde trabajar, acumula reconocimientos y premios, es la startup que ha funcionado. Aunque su nicho de negocio consista en sortear todos los controles de las democracias.|