Leópolis, un patrimonio de la humanidad amenazado por los misiles de Putin – Negocios & Política
 

Guerra en Ucrania |Leópolis, un patrimonio de la humanidad amenazado por los misiles de Putin

Ante los anuncios de Joe Biden y los titubeos de la OTAN, Vladimir Putin atacó con misiles objetivos de poco valor en Lviv, una ciudad donde las sirenas que anuncian bombardeos se han convertido en un sonido habitual que agudiza los sentidos. Un vendedor de libros bajo un cielo amenazante y el presagio de una larga guerra.
Fernando Oz, desde Leópolis.
El Mundo
Fernando Oz, desde Leópolis.
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Pareciera que Vladimir Putin ha dejado de sorprender a los ucranianos. Los misiles que lanzaron las Fuerzas Armadas de Rusia el sábado, desde el Mar Negro, sobre la ciudad de Lviv se encontraban en el menú de opciones de quienes comienzan a habituarse a vivir en esta guerra.

El blanco del objetivo ruso fue una base de combustible y un taller de reparación de radio, pero las hondas expansivas también dañaron algunas viviendas. Hubo cinco heridos y no se tuvo que lamentar ninguna muerte, según el jefe de la Administración Estatal Regional, Maksym Kozytskyi.

Para el primer ataque se utilizaron dos misiles y ambas explosiones se escucharon desde el centro de Lviv a las 16.30, hora local. El segundo se produjo a las 18.55, cuando el sol ya no estaba y caía una suave llovizna helada.

Con la vista puesta en el cielo

Al principio las sirenas causaban pánico y todos corrían hacia el refugio más cercano sin importar qué estuvieran haciendo. Ahora, a poco más de un mes del inicio de la invasión rusa, ese alarmante ruido que anuncia un bombardeo sólo agudiza el oído y la visión.

“Estamos en guerra, pero todos debemos continuar con nuestras vidas. Hay alarmas todo el tiempo, nos acostumbramos, es triste”, resume en un fluido inglés un vendedor de celulares del área comercial de Lviv. De fondo suena la sirena y desde el local de venta de telefonía móvil se puede ver, a través del ventanal reforzado con cintas de embalar transparentes, a un hombre que mira hacia el cielo.

Las calles del centro de la capital cultural de Ucrania se encontraban atiborradas de transeúntes que iban y venían, que compraban y veían vidrieras. Dentro de los restaurantes había pocas mesas vacías y las de afuera estaban plenamente ocupadas, especialmente las que se encontraban sobre las veredas abrazadas por un sol primaveral.

La imagen es una postal del pasado viernes y lo único que hacía recordar que uno se encuentra en un país en guerra son las bolsas de arenas en algunas esquinas, los carteles que señalan los refugios, los cuartetos de militares que andan de rondín y piden pasaportes al azar, y esas repentinas sirenas que afinan los sentidos.

A la misma hora del sábado, la postal del centro de Lviv era completamente diferente. En los comercios sólo se encontraban los empleados, las mesas bajo la sombra lucían tan vacías como en las que se posaba el sol, y los uniformados andaban de a seis.

¿Usted quiere saber qué cambió de un día para el otro? La respuesta es sencilla: La presencia del presidente estadounidense Joe Biden en Polonia, cuya frontera se encuentra a 80 kilómetros de distancia de Leópolis, una pequeña París ucraniana al Este de la vieja Europa, declarada por la Unesco como patrimonio de la humanidad por su arquitectura y sus monumentos históricos.

Ese escueto razonamiento no fue realizado por un analista militar ni por un leguleyo doctor en ciencias políticas, sino por un hombre entrado en años que vende libros usados, todos prolijamente acomodados sobre un paño de felpa azul extendido del lado donde pega el sol, en la avenida Svobody, a metros del teatro de la ópera y donde baila el ballet de Leópolis, y a unos doscientos metros del monumento a Tarás Hrihórovich Shevchenko, un poeta y pintor humanista, dueño de una de las mentes brillantes que tallaron la literatura moderna ucraniana.

Una guerra que promete ser “larga”

En Varsovia, Biden anunció más ayuda para Ucrania. Horas antes, el mandatario se había reunido con algunos de los más de 2,17 millones de refugiados que huyeron hacia Polonia. También mantuvo encuentros con ministros ucranianos. Pronosticó que la guerra será “larga” y pidió a Occidente que se comprometa a apoyar a Ucrania.

“Por el amor de Dios, este hombre no puede permanecer en el poder”, soltó Biden al final de su discurso. Un día antes había prometido 1.000 millones de dólares adicionales y ya ha enviado misiles Javelin, lanzacohetes antitanque, drones, lanzagranadas, armas y municiones.

Leópolis se ha convertido en el principal centro de acogida de los desplazados que llegan de todo el país. Además de los misiles que impactaron ayer, Rusia ya había atacado esta ciudad, primero contra una base militar en las afueras donde entrenaban combatientes extranjeros, que causó 35 muertos; y luego contra el aeropuerto local, donde no hubo víctimas.

Este sábado, cuando Vladimir Putin decidió sacudir la tarde de Lviv para demostrarle a Biden lo amenazante que puede ser, nadie se sorprendió. Después de un mes de ataques, los ucranianos que decidieron quedarse en el país saben que respirar o no, en una guerra, también puede ser una cuestión de suerte. Nadie sabe dónde puede caer un misil, ni cuánto daño puede hacer la honda expansiva, que los sistemas antimisiles pueden fallar y que también ocasionan daño y muerte.  |

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