“El nuestro no es un electorado de extrema izquierda. Es un electorado radical en el sentido de la proposición”. El que habla es Christian Rodríguez, chileno de nacimiento, francés por adopción, actualmente responsable de las relaciones internacionales de la campaña de la Unión Popular, sector que lidera el candidato Jean-Luc Mélenchon.
Durante más de media hora, el emisario de Francia Insumisa dialogó con Política y Negocios, y trazó un panorama de lo que sucede en el país galo, de cara a las elecciones que serán el 10 de abril.
En un escenario muy fragmentado, donde ni derechas ni izquierdas se han logrado cohesionar, el piso para la segunda vuelta contra Macron se vuelve más bajo y el escenario preelectoral mucho más dinámico. El frente liderado por Mélenchon asoma como una de las alternativas para que en el ballotage haya algo diferente a las propuestas de derecha.
“Nuestra propuesta es el último camino que nos queda, ya que de lo contrario, la extrema derecha va a tomar este sentimiento nacionalista que está vigente, y lo va a llevar hacia sus intereses, que es lo que está haciendo Zemmour”, sostiene.
Cómo será de extrema la posición derechista del candidato Eric Zemmour, un émulo de Jair Bolsonaro hoy posicionado con reales chances, que al hablar de Marine Le Pen, la define como “una mujer de izquierda”. “Es que desde la banquina, todo se ve como de izquierda. Es una cuestión de perspectivas”, bromea el portavoz del candidato.
La charla con Rodríguez fue extensa, y el resultado, una entrevista que supo trascender fronteras para trazar una mirada más global, donde se ponen en la mesa los desafíos que el sistema enfrenta en todo el planeta.
—¿Cuáles serían las bases fundamentales del programa de Mélenchon?
Primera cosa: necesitamos una Ley de Urgencia Social. Hoy en Francia tenemos 10 millones de pobres. En un año ese número creció un millón. Hay 8 millones con necesidad de ayuda alimentaria y 6 millones de desempleados. Ese es el contexto donde el gobierno de Emmanuel Macron ha dejado al país y donde pretende gobernar cinco años más. En ese contexto, de lo primero que hablamos es de bloquear los precios de alta necesidad. Estamos hablando simplemente de cinco legumbres y cinco frutas. Tú comprenderás que resulta absurdo que en el quinto país más rico del mundo sean necesarias estas medidas y haya 8 millones de personas con necesidad alimentaria. Y esto es verdaderamente escandaloso.
—Control de precios, una medida muy resistida por las derechas en todo el mundo. ¿Qué le sigue?
—Primero, bloquear los precios. Luego asegurar un salario mínimo de €1.400. Hoy día está en €1.230. Estamos planteando un alza del 14%. Es menos de la mitad de lo que aumentaron los ingresos de los millonarios durante 2020, que creció un 30%. Lo que pasó en los años de pandemia fue escandaloso. Si tomamos sólo las empresas del CAC 40 (las 40 mayores empresas), vemos que en 2020 las utilidades fueron de €51 mil millones. Equivale a un millón de empleos. La paradoja es que, en el último año, la destrucción de empleos llegó a 284 mil. Y hubo mil planes de cierres de empresas. Por eso, estamos en un contexto en el que si no paramos de alimentar las ganancias del capital se nos va a complicar.
—Hacemos una pausa aquí ¿Aumentar los salarios y menguar el crecimiento de las grandes fortunas, significa hablar de impuesto a la riqueza?
—Absolutamente necesario. Impuesto a la riqueza sobre los dividendos de estos €51 mil millones de euros que se llevaron las empresas. Porque es insostenible que grandes compañías como Sanofi, Vivendi, o los grandes laboratorios, tuvieron €5 mil millones de dividendos, pero suprimieron mil empleos. El problema es que, aún frente a esta realidad incontrastable, con empresas que en 10 años suben ganancias un 70% mientras recortan la inversión un 5%, la propuesta de Macron siga siendo la misma. El Estado le sigue dando fondos a estos grupos, supuestamente para investigar, para crear empleo, para desarrollar tecnología, pero el resultado es pésimo.
—¡Encima reciben subsidios!
—¡Claro! Nosotros estamos observando que se han ido quedando con la plata y han enriquecido a los accionistas. Por eso decimos: se acabó el tiempo de las finanzas, se acabó el tiempo del capital y la acumulación. Comienza el tiempo del trabajo.
—¿El mecanismo para lograrlo es vía impositiva, vía reducción de subsidios, vía mayor control para evitar evasión? ¿Cuál sería?
—Primero, impuesto a las altas fortunas. Segundo, una política de inversión real y concreta orientada al sector de una agricultura biológica y viviente. Y una inversión muy amplia en la formación. Tenemos una idea en torno a lo que es la economía del mar y la economía de la tierra. Queremos recuperar el mar para la creación de empleo de altas tecnologías. Pero además nos hacen falta 420 mil campesinos para poder ser autónomos en el tema de la alimentación. Creemos que las grandes enfermedades que aquejan a nuestra gente, como la obesidad o la diabetes, están ligadas a una alimentación alta en azúcares y muy pobre en proteínas. Entonces todo el plan del futuro común, de la avenida común, tiene que ver con eso: con que nos quedan metas que cumplir antes de 2035 y 2050, que si no las alcanzamos de manera absoluta, desaparecemos todos.
—Dentro de las plataformas aparece la propuesta de ponerle un límite a las herencias. ¿Cómo sería ese mecanismo?
—Es una medida muy justa que apunta a grabar las herencias a partir de €120 mil. Eso implica que la mitad de la población no se vería afectada. Al resto, un porcentaje, con un tope de €12 millones. Lo que esté por encima, queda para el Estado. Tú comprenderás que no son muchos los afectados. Debe haber unas 29 familias que tienen la posibilidad de tener €12 millones en herencias, que equivalen a tener garantizados ocho siglos de salario mínimo.
—Igual, es una cifra bastante alta la que han fijado…
—¡Es que la derecha ha salido a decir que “nos quieren robar la plata de nuestras herencias”! Pero en el fondo, éste es un mecanismo de justicia, porque lo que se recaude va destinado a un fondo de 10 mil millones de euros que servirá para pagar un sueldo a jóvenes que cursan estudios universitarios o formación profesional en liceos técnicos. Será una ayuda mensual de €1.063. Porque queremos que los jóvenes estudien y se capaciten, y que no tengan que trabajar por la mañana en un McDonald’s o por la noche en un bar para poder cubrir sus estudios.
—En relación con Latinoamérica ¿Qué visión tienen desde la Unión Popular y cómo encararían la relación con los países de esta región?
—Los pilares de nuestra política internacional son, primero, la independencia diplomática de Francia. Rechazo absoluto del libre intercambio y a la guerra económica generalizada. La instauración de un proteccionismo solidario y la solidaridad con los pueblos. Desde esa perspectiva miramos el fenómeno de la migración, que tiene que ver con un tema de solidaridad con los pueblos. Nadie sale de su país porque quiere. Si lo hace es porque está obligado.
—¿Cuáles son las principales motivaciones de esa migración?
—Hoy día no sólo tenemos migración económica sino también climática. El calentamiento de la Tierra ha provocado desplazamientos. Tanto como las guerras que ha generado la OTAN. Cada guerra que pasa en alguna parte del mundo, a los 2 o 3 meses tenemos ejércitos de pobres tratando de entrar por las fronteras o durmiendo en las calles de París. Por eso creemos necesario cambiar absolutamente el sistema, para transformarlo en un sistema de seguridad colectiva, centrado en la ONU, no en la OTAN. Si la ONU no toma un papel central, el mundo bélico va a seguir creciendo.
—Me detengo en lo que mencionó sobre los migrantes climáticos. ¿Qué hacer con ese fenómeno?
—Algo muy fundamental para nosotros en la relación internacional, sobre todo con América Latina, es integrar la defensa de los llamados “bienes comunes universales” como parte de la agenda de acciones de soberanía. Francia está presente en las cinco regiones de los cinco continentes. Y en todos los océanos del mundo. Somos el segundo territorio marítimo del mundo. Entonces: o desarrollamos una diplomacia profundamente ecológica, o estamos en problemas. El agua, el derretimiento de los polos, son problemas de la humanidad. Y hay bienes comunes, como el tema del agua, que son ejes que nos golpean a todos. El cambio climático viene muy acelerado y está modificando el sistema animal y el vegetal…
—Por ende, también afecta el sistema económico y el laboral...
—Por supuesto. Si no enfrentamos el problema y empezamos a hacer una economía diferente, sólo vamos a estar acelerando la destrucción y nos vamos a suicidar colectivamente. Por esto, todo el modelo de Mélenchon está basado en pilares profundamente ecológicos. Ya no se trata sólo de crear empleo por crear empleo.
—La agenda ecológica debe definitivamente ser una agenda internacional. ¿Lo interpretan así?
—Sin dudas. Por eso nos interesa integrarnos a Latinoamérica, por ejemplo, siendo parte observadora de la CELAC. Queremos en realidad participar de todas las alianzas que incluyan a países no alineados. Porque tenemos mucho por aprender de ellos. Como es el caso de Bolivia, que ha integrado a nivel constitucional el tema de la tierra y el agua. Cuando hablamos de bienes comunes, estamos hablando de eso. Integrarlos a la constitución, como hizo Evo Morales. Aprender lo que está haciendo el Tribunal de Justicia Climática y de Medio Ambiente. Todo lo que sea proteger el ecosistema, la biodiversidad, los recursos naturales, debe ser prioridad.
—¿Qué posición tienen sobre las iniciativas para la reducción de la jornada laboral?
—Nosotros queremos una semana laboral de 4 días y de 30 horas de trabajo. Te dicen que es escandaloso. Te dicen “ustedes no quieren trabajar”. Nos critican por pedir la jubilación a los 60 años, pero para nosotros no sólo es un derecho sino un deber de solidaridad generacional. Tú puedes trabajar hasta los 70, si quieres. Pero a partir de tus 40 años de aportes completos, tienes derecho a decir “no trabajo más”. No como ahora que debes trabajar hasta los 68, y cuando llegas, debes seguir trabajando en negro para cubrir tus gastos, porque las pensiones son una miseria. Entonces, apoyamos la semana de 30 horas, la semana de 4 días laborales. Queremos pasar del "todo empleo", como política, al "todo felicidad".
—¿Funcionará?
—Todos los estudios y experiencias en los países nórdicos son generadoras de empleo. Aquí en Francia tenemos dos desafíos fundamentales que son la vejez y la dependencia. La vejez, simplemente porque somos parte de un continente viejo. La creación de empleos en torno al tema de la vejez es algo estratégico. Por eso llamamos a crear un servicio público de casas para adultos mayores. Hoy día está en manos de los ricos. A una familia le cuesta entre 3500 y 4 mil euros por mes tener a sus mayores en estos hogares. Y entre las 15 fortunas más altas de Francia está la del presidente de las asociaciones de casas de jubilados. Por eso, la idea de crear un servicio estatal de protección a los ancianos no es más que otra pieza de lo que le llamamos un “modelo de circulación”. De circulación de la economía y de circulación de las generaciones.
—¿Qué señalan los críticos de Mélenchon?
—Neoliberalismo puro y duro. Que cada uno tiene que ser libre e independiente, que cada uno tiene derecho a ser rico, que nuestro modelo es destructor porque te impide ser emprendedor. Todo el discurso de Macron es una copia de lo que ya vivieron en Argentina con Macri. Yo digo que son primos hermanos. El plan laboral era exactamente el mismo. Lo mismo con el proyecto de jubilaciones. Y todas las privatizaciones que hizo Macri, después Macron también las puso en práctica.
—Sería ingenuo pensar que Macron sea un seguidor de Macri. Más bien da a pensar que ambos son seguidores de… ¿Seguidores de quién?
—Ahí está el tema. Hay un poder centralizado que está marcando y bajando línea con mucha efectividad. El poder central es fuerte.
—¿Y ese poder dónde está?
—Bueno, aquí hay muchas familias que ganan lo que ganarían 27 millones de personas. En Europa, desde hace 10 años se han instalado con fuerza estas políticas neoliberales, convencidos de que tienen para 20 años más de robo. Y eso se vio con lo que pasó durante la pandemia, durante la cual estos bandidos se han hecho mil veces más ricos. Esa toma de conciencia nos hace pelear con mucha fuerza, y hace que tenga un valor muy especial esta campaña. Si nosotros logramos volcar ese miedo -que no es sano- en construir una conciencia común, tendremos futuro.
—Por último, ¿por qué se interesó por darle una entrevista a un medio argentino?
—Porque queremos que se conozcan nuestras propuestas, para que ayuden a los francoargentinos o a los francolatinoamericanos a entender que la radicalidad de un proyecto tiene que ver con la gravedad de la situación. Por eso es que la socialdemocracia ya no tiene espacio porque dejó de ser una alternativa. Lo que proponemos no es la radicalidad de los grupos de extrema izquierda. Somos radicalmente alternativos porque la crisis es extremadamente grave. |