La cumbre europea permitió aprobar la adhesión de Ucrania y Moldavia, para prometer a los Balcanes que se acelerará su camino a la Unión Europea y para repetir las condenas a Rusia y la necesidad de preparar un eventual corte del suministro de gas ruso. Reunidos en presencia de la presidenta del Banco Central Europeo Christine Lagarde, debatieron sobre la inflación y los efectos a medio y largo plazo que podría poner en peligro la unidad de la Eurozona.
La “fragmentación” referida a la ampliación de las diferencias entre el riesgo país de los países europeos pero también a los efectos divergentes que podría tener la inflación, que penalizaría a los países más endeudados (Grecia, Italia, España, en ese orden) y a los que están creciendo más despacio parece hacerse oir.
Desde que se creó el euro hace ya más de 20 años nunca hubo en Europa un nivel de inflación como el actual. Un 5% se hubiera visto antes de la pandemia como una tasa demasiada alta y ahora todos y cada uno de los 27 superan ese nivel. Los tres bálticos ya rondan en los últimos meses el 15%. Todas las miradas se centran por ahora en el Banco Central Europeo, que en su reunión del 9 de junio dijo que en julio empezaría a subir las tasas de interés. Se espera una subida menor, de 0,25 puntos. En septiembre podría seguir una segunda. Son las primeras subidas de tasas de interés en la Eurozona en 11 años.
La Comisión Europea ya comunicó a los gobiernos que sus previsiones económicas prevén que la inflación siga siendo elevada prácticamente todo este año, pero esperan que en 2023 empiece a reconducirse. Es un escenario peor que el previsto hace apenas dos meses. El Banco Central Europeo también anunció que pondrá en marcha en julio un “mecanismo anti fragmentación”.
Es un eufemismo para hablar de un mecanismo que, con un nombre más elegante, sirva para comprar deuda de países con más problemas para colocarla en los mercados financieros y evitar así que el riesgo país se dispare. Italia sería el país en el punto de mira. España, Grecia, Portugal y Chipre estarían en la recámara. No se descarta ni tener que usarlo con Francia.
Lagarde debe controlar la inflación, evitar que se dispare el riesgo país, mantener la estabilidad financiera de la Eurozona y el nivel del euro frente al dólar. Pero el BCE, como cuentan siempre los funcionarios de la Unión Europea, es sobre todo una herramienta política que sostiene el euro, un logro político de la integración europea y no una mera divisa.
En la torre de cristal del BCE en Frankfurt se trabaja día y noche para tener listo un “mecanismo anti-fragmentación”, una serie de argumentos para seguir comprando deudas, pero ahora no de todos los países de la Eurozona sino de los que necesiten ayuda para colocar sus emisiones.|