Con un círculo de poder magnánimo y con la aprobación del actual mandatario, todo indicaría que Nikolai Patrushev podría ser el más apto para reemplazarlo. Conocidos desde jóvenes y desde la cuna del Leningrado, ambos mejores amigos han trazado un círculo de confianza y política que solo podrían sucederse entre sí.
Con familias leales al régimen de Lenin, fueron a las escuelas del Partido Comunista reservadas a la formación de la clase dirigente y después ingresaron al Comité de Seguridad del Estado, el legendario KGB. Ya en los servicios de espionaje comenzaron sus carreras hacia las cumbres del poder.
El “Halcón”, como lo llaman sus conocidos, es reservado, amable, con un hijo como ministro del gobierno nacional y con un pasatiempo en el vóley, donde luce una camiseta con el numero 13 durante los entrenamientos que recibe tres veces a la semana.
La prensa occidental indaga que la invasión a Ucrania podría haber sido más la idea de Patrushev que de Putin y es el primer nombre que se menciona cuando se acompaña las primeras planas sobre alguna enfermedad que tenga el Primer Mandatario ruso, como su sucesor. Inclusive, Christopher Steele, un ex funcionario de la inteligencia británica comentó que Putin “tiene necesidad de curas médicas permanentes”, pero que no sabe cuál es la enfermedad grave que padece.
Patrushev era el director del FSB, sigla que heredó las funciones del KGB hasta 2008, cuando Putin debió pasar un período fuera de la presidencia, por razones constitucionales que ya no existen, y fue primer ministro del fiel Dimitri Medvedev. Entonces decidió promover a su amigo Nikolai al cargo clave de secretario del Consejo de Seguridad.
Ambos comparten las ideas del nacionalismo ruso, fuertemente conservador y religioso, que consideran a Occidente como el culpable de combatir el papel de potencia mundial que le corresponde a Rusia desde los tiempos de Ivan el Terrible, en el mil quinientos, considerado el fundador del Estado ruso.
Hace un año, el ensayista ruso Alexei Solovej escribió: “Piensan en el mismo modo, están hechos por la misma materia. Y tienen un objetivo secreto extremadamente simple. Evitar peligros para el Estado, garantizar una transición gradual que sea decidida por ellos y no sea puesta en duda por desafíos internos y externos”.
Está considerado el principal de los Siloviki, que quiere decir en ruso, “hombres fuertes”, aquellos que trabajan para los servicios de seguridad, militares o civiles. Son los que manejan el aparato gubernamental, mucho más desde que uno de ellos, Vladimir Putin, ex jefe del KGB y el FSB, gobierna el Estado ruso desde el 1 de enero de 2000.
A Patrushev los rumores le asignan haber desarrollado el concepto de “desnazificación” de Ucrania que fue esgrimido por Vladimir Putin como una causa principal de la invasión. Es considerado aún más rígido que Putin. El año pasado, cuando ya se estaba preparando la guerra, declaró que “para contener a Rusia, Occidente intenta desestabilizar la situación sociopolítica del país, inspirar y radicalizar el movimiento de protesta y erosionar los valores espirituales y morales tradicionales rusos”.
“Rusia podría utilizar métodos de fuerza para frustrar o evitar acciones inamistosas que amenacen la soberanía y la integridad territorial de la Federación”. Un año después se inició la invasión a Ucrania.
Patrushev también opinó que la campaña de rusofobia atribuida a Ucrania antes de la guerra, fue consecuencia de la propaganda occidental. Alargándose en la cita histórica hasta las épocas de Iván el Terrible, el documento de estrategia de la seguridad nacional señala que ya en el siglo XVI a los occidentales “no les gustaba que el zar ruso no reconociera su liderazgo político y moral”.
En una entrevista a la publicación rusa Argumentos y Falsedades, dijo que este desmadre de los valores llevó a que “el padre y la madre estén siendo rebautizados como padres número uno y dos”. Y agregó: “Quieren dar a los niños el derecho a determinar su propio sexo”. Estos conceptos recuerdan los del patriarca ortodoxo ruso Kirill contra las celebraciones gay como armas de disolución occidental.
Patrushev parece haber seguido el camino del presidente Putin, que de ateo y comunista evolucionó a nacionalista de ideas conservadoras fuertemente atadas a las enseñanzas de la iglesia ortodoxa. El número dos de Rusia no es un extraño para los argentinos. Visitó nuestro país al frente de una nutrida delegación que trató “temas de cooperación técnico-militar”.
El 5 de diciembre de 2017 se reunió con el entonces presidente Mauricio Macri, con quien se fotografíó entregándole una camiseta del seleccionado ruso con vistas al Mundial de Fútbol que tuvo lugar en ese país unos meses después. Argentina y Rusia firmaron dos años antes un Acuerdo de Asociación Estratégica Integral.|