En algunos países de América, Europa y el propio Estados Unidos, los gobiernos observan de qué manera podrán sortear el descontento en las urnas para mantener su política de sanciones y ruptura con Rusia, en el mediano y largo plazo.
El continente americano no está ajeno al contexto bélico entre Rusia y Ucrania. En Perú, los precios aumentaron casi un 7%, principalmente por los alimentos y combustibles, la inflación más grande desde 1988. El futuro político de Pedro Castillo tambalea a ocho meses de asumir su mandato, a pesar de que aumentó subió el salario mínimo en un 10%.
En Honduras, miles de transportistas bloquearon las rutas en ocho departamentos. El país registra precios récord en los combustibles: el galón (3,9 litros) de gasolina premium vale 4,94 dólares, el de regular, 4,61, y el de diésel, 4,49.
“El paro de trasporte es totalmente injustificado. Rebaje impuestos al diesel; más de 4000 millones. Protestar es un derecho, parar la circulación es un acto ilegal penado por la Ley y representa un boicot a mi gobierno. NO hay diálogo hasta que suspendan el paro”, escribió el miércoles en Twitter la presidenta hondureña, Xiomara Castro.
Al día siguiente nombró una comisión para buscar una solución al problema. En el mundo, el diésel se ha disparado a medida que los inventarios de Europa bajan producto de la guerra y las sanciones a Rusia.
En España, los transportistas protestaron por 14 días contras las subas en los combustibles y la ministra de Transportes, Movilidad y Agenda Urbana, Raquel Sánchez, anunció un subsidio a los transportistas de 20 céntimos de euros por cada litro de diésel.
En Italia, la “asociación agrícola Coldiretti informó que 100 mil granjas italianas están a punto de cerrar debido a los altos costos de producción, ya que los precios de las materias primas utilizadas (entre esos, el diésel) por los productores agrícolas han aumentado significativamente. El coste del diésel está alcanzando los 2,1 euros el litro”, según el portal Misión Verdad.
En Alemania, Robert Habeck, ministro de Economía, anunció créditos por 100 mil millones de dólares para las empresas con problemas económicas por los elevados costos de las materias primas con las que fabrican. Entre ellas, el diésel, el gas, el acero, el paladino, el cobre, todas producidas por Rusia.
En Francia, la respuesta del gobierno de Emmanuel Macron fue una ayuda de 400 millones de euros para los transportistas y una rebaja de 15 céntimos por litro de diésel. Macron puede ser uno de los grandes derrotados por la guerra en Ucrania. En este país, la inflación anual alcanzó el 4,5% en marzo por la suba de alimentos y combustibles. La ventaja de quince puntos sobre Marine Le Pen, ultraderechista cercana a Putin y Trump, se erosionó al mismo ritmo que el poder adquisitivo.
En una eventual segunda vuelta, Macron ganaría solo por dos puntos frente a Le Pen. Si fuera al revés, la ultraderechista podría romper el consenso de la UE sobre la guerra en Ucrania. La UE ya tiene problemas para convencer a Alemania de mayores sanciones al petróleo y el gas ruso, principales ingresos de Moscú. Le Pen se perfila como una opositora a las sanciones a Rusia por los efectos que generan puertas adentro.
En Estados Unidos, Joe Biden lidia también con una grave situación económica. Bloomberg publicó una estimación bastante alarmante; en 2022, los hogares estadounidenses pagarán este año 5.200 dólares más por la misma canasta de productos. Un promedio de 420 dólares al mes por la inflación en EEUU, la más alta desde 1982.
La situación golpea tanto a la administración actual que el 55% de los estadounidenses desaprueban su desempeño, según una encuesta del canal NBC. El partido demócrata está a punto de perder el control del congreso en las elecciones de medio término. Biden no ha podido poner en marcha su proyecto de infraestructura para que haya una transición a las energías limpias. Tampoco mover su agenda política más importante.
Mientras que entre los republicanos hay un 40% de sus votantes que están de acuerdo en sacar a Estados Unidos de la OTAN. El propio Donald Trump, puede usar un eventual fracaso en Ucrania como una forma de deslegitimar aún más la política exterior de Estados Unidos.