La ONU evalúa que en 2022 entre 691 y 783 millones de personas en el mundo, o sea alrededor del 9,2% de la población mundial, padecían hambre. El peor efecto lo sufrió África, donde el número de personas afectadas por el hambre era casi el 20%. En América Latina la situación era mejor, pero aquí también unos 6,5 millones de personas afrontaron la inseguridad alimentaria.
Últimamente, hemos escuchado a muchas personas opinar que la crisis alimentaria mundial ha sido causada por el conflicto en Ucrania. Esta afirmación es más que discutible, simplemente porque los precios mundiales de los alimentos comenzaron a subir mucho antes de la operación militar especial lanzada por Rusia en febrero del año pasado.
Ya en 2021, el aumento del costo de los productos agrícolas alcanzó un récord del 20% interanual. Esto se debió en parte a desastres naturales, como la sequía en América del Sur o las inundaciones en Asia. Pero el principal detonante fue la política económicamente injustificada de los países occidentales.
“Habiendo recurrido a la emisión monetaria adicional en la lucha contra las consecuencias negativas de la pandemia, los países occidentales absorbieron como una aspiradora todos los alimentos de los mercados mundiales”.
Habiendo recurrido a la emisión monetaria adicional en la lucha contra las consecuencias negativas de la pandemia de COVID-19, esos países absorbieron como una aspiradora todos los alimentos de los mercados mundiales. Como resultado, se aceleró la inflación y se creó un déficit de productos básicos a escala global.
Por supuesto que Rusia y -en menor medida- Ucrania son actores realmente importantes en el mercado agrícola mundial. Después del inicio de la operación militar especial, los ucranianos comenzaron a atravesar problemas con la exportación de granos, principalmente por haber minado sus propios puertos. Y las exportaciones agrícolas rusas enfrentaron sanciones sin precedentes por parte de los Estados Unidos y sus aliados.
Iniciativa del Mar Negro
Para evitar el agravamiento de la crisis alimentaria en los países del Sur Global, Rusia firmó en julio de 2022 los llamados acuerdos de Estambul ("Iniciativa del Mar Negro").
Como parte de este pacto, mediado por la ONU y Turquía, se suponía que se restablecería tanto el transporte de cereales ucranianos a través de un corredor seguro, como los suministros de productos agrícolas y fertilizantes rusos bloqueados por las sanciones occidentales. Un año después, la segunda parte de estos acuerdos, en lo que se trataba de Rusia, quedó sin cumplir.
Permítanme recordarles que la proporción de nuestro trigo en el mercado mundial asciende al 20%. Es éste el volumen de cereales que la población del planeta no recibe debido a las medidas restrictivas introducidas por Occidente.
En esta situación, Rusia está dispuesta a suministrar alimentos y fertilizantes a los países más necesitados incluso de forma gratuita, tal y como hemos declarado públicamente en repetidas ocasiones. Pero nuestros adversarios se muestran reticentes a permitirlo, porque temen no solo el crecimiento de la autoridad de Rusia, sino también el debilitamiento de su régimen de sanciones ilegales.
Mientras tanto, millones de personas en los países en desarrollo están pagando esto con su salud y sus vidas.
Lo que sí se cumplió
Por el contrario, la primera parte de la Iniciativa del Mar Negro sí comenzó a funcionar. En el plazo de un año, se exportaron 32,8 millones de toneladas de carga desde los puertos ucranianos. Sin embargo, más del 70% terminó en países de ingresos altos y medianos altos, incluida la Unión Europea, que, como sabemos, produce más alimentos de lo que se consume.
Y a los países más pobres, principalmente en África y Asia, llegó menos del 3%. Es evidente que los colonialistas europeos engañaron a todos de nuevo. De manera similar a cuando habían almacenado gran cantidad de vacunas contra le coronavirus en la etapa inicial de la pandemia.
En general, parece monstruoso que todavía tengamos que hablar del problema del hambre, hoy en día. A lo largo de los últimos siglos, la humanidad ha acumulado tantas riquezas y tecnologías que, si hubiera voluntad política por parte de los países más desarrollados, el problema de la seguridad alimentaria a escala global podría resolverse de una vez y para siempre.
“Parece monstruoso que todavía tengamos que hablar del problema del hambre, hoy en día. La humanidad ha acumulado tantas riquezas y tecnologías que, si hubiera voluntad política por parte de los países más desarrollados, el problema de la seguridad alimentaria a escala global podría resolverse de una vez y para siempre”.
Periódicamente se hacen diferentes estimaciones sobre cuánto dinero se necesitaría para combatir el hambre. En esta primavera, el premio Nobel y entonces director ejecutivo del Programa Mundial de Alimentos de las Naciones Unidas, David Beasley, anunció una suma de 23.000 millones de dólares.
En comparación, el presupuesto militar de los EEUU para 2023 es de 858.000 millones de dólares, y el gasto militar total de los países de la OTAN es de 1,3 billones de dólares.
Estas cifras indican claramente cómo son prioridades de los autoproclamados "amos del mundo". Los numerosos conflictos provocados por ellos en diferentes partes del mundo, incluida Ucrania, así como el hambre global, son necesarios para tratar de mantener al resto del mundo en un estado de sumisión.
Quieren excluir cualquier competencia frente a ellos mismos y la posibilidad misma del desarrollo sostenido fuera del mundo occidental. Creen que sólo los "mil millones de oro" deberían prosperar.
Las vidas y el bienestar de otros pueblos no les importan, ya que son ahora y siempre serán considerados "daño colateral" necesario para que los "elegidos" mantengan su poder y dominio.
No obstante, por todos los problemas que enfrenta la comunidad internacional, Occidente seguirá culpando a Rusia y a otros Estados soberanos, en los que hoy se están formando focos de resistencia al neocolonialismo.
*Embajador de Rusia en Argentina