Esta novela de 111 páginas, publicada por la editorial UOIEA!, es una historia contrafáctica que puede ser leída en clave profética. Guglielmetti, escritor bahiense nacido en 1981, narra la historia de Toro -un futbolista argentino ficticio que tuvo la oportunidad de hacer un gol y falló en la final del Mundial Brasil 2014- y a la vez de Nico, el amigo que lo acompaña y descubre una trama secreta de FIFA -la federación que nuclea al fútbol mundial- que incluye árbitros robots.
Luego de no haber podido definir con suerte, Toro es castigado en las redes sociales, como está sucediendo en estos días con los jugadores de la selección argentina tras perder con Arabia Saudita por 2-1. Al igual que el personaje del texto, el combinado dirigido por Lionel Scaloni que tiene como referente al mejor jugador del mundo, Lionel Messi, también recibe por estas horas algunos comentarios agresivos por su desempeño en el partido.
El equipo asiático tuvo un audaz planteo que consistió en "tirar el offside" en cada ataque de los argentinos, una estrategia que contó con la "complicidad" del VAR, el dispositivo por el que se le anularon tres goles al conjunto nacional a lo largo del partido, generando debates y suspicacias acerca de la falibilidad de esta tecnología. Escrita obviamente meses antes de este cotejo, la novela de Guglielmetti anticipa y tematiza estas nuevas cuestiones que convierten al fútbol en otro juego.
El periodista explica que el tema del robot como árbitro de la novela es una exageración en referencia a todas estas implementaciones tecnológicas como el VAR o el offside automático que "supuestamente vienen a traer justicia al fútbol y lo hacen más corrupto, menos justo y lo vacían del verdadero espíritu de este deporte tan noble". Y apunta: "que un partido se defina por un offside de una partecita del hombro o el canto de una uña tras cruzar líneas en tres dimensiones me parece un sicariato al espíritu del deporte mismo". Al escritor le resultan sospechosas las tecnologías que se aplican con criterios dispares dependiendo el contexto: "eso me parece más grave que un árbitro que se equivoque en el momento mismo de las acciones", sostiene.
En la novela, donde ya desde el título hay un claro homenaje al libro de Philip K. Dick ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas?, el lector vacila entre los personajes humanos y los manejados por una inteligencia artificial, eje de una trama policial que el lector trata de despejar a lo largo de los 22 capítulos que recorren el texto. Sin embargo, lo más importante de esta historia radica en mostrar las soledades y devenires detrás de los ídolos del fútbol, como en las quedaron sumergidos los jugadores argentinos en la concentración de Qatar.
Autor también de los libros Fisher y Los refugiados, Guglieminetti tiene también un poemario publicado por Vox con el exjugador Ariel Ortega como protagonista, y en su libro anterior, Antes que el tiempo arrase con todo, hay otro extenso poema dedicado a la muerte de Maradona.
- Télam: ¿Qué metáfora narra la ciencia ficción en tu novela?
-Nicolás Guglielminetti: La ciencia ficción es un recurso que utilicé en todos mis proyectos anteriores en narrativa. Acá lo introduje a través del árbitro y la teoría conspirativa al punto que en la novela se duda constantemente qué personajes son personas y cuáles, meras inteligencias artificiales. Creo que eso lo traigo de mi fascinación a temprana edad por Matadero 5 de Kurt Vonnegut, donde narra con maestría y humor corrosivo los espantos de la guerra hasta que la ciencia ficción irrumpe. También hay un guiño en el título a la gran novela de Philip K. Dick ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas?
Además de esto siempre me interesó el trabajo de tres escritores argentinos como son Luciano Lamberti, Felix Bruzzone y Carlos Godoy, que en algunas de sus historias cruzan el realismo con elementos sobrenaturales o de terror.
- ¿La aparición de las redes sociales han cambiado la relación entre las personas? ¿Hay algo positivo en esos vínculos? ¿Algo literario?
- Las redes sociales y las nuevas tecnologías atraviesan nuestras vidas por más que nos neguemos a eso. La posibilidad de estar interconectados con gente de cualquier parte del mundo que de ninguna otra manera podríamos conocer es algo positivo. El acceso inmediato a la información también. Yo por ejemplo soy fan de Twitter. Lo utilizo para divertirme y muchas veces para informarme mucho antes de que la noticia llegue a las redacciones, pero tampoco puedo negar que muchas veces es una cueva de haters. También veo muchas veces que ciertas personas crean un personaje para vender una imagen o un discurso que en nada se condice con cómo son en la vida real y ahí sí detecto mucho de literatura. Hay mucha gente haciendo literatura en las redes sociales y ¿quién soy yo para decir qué está bien o qué está mal?...
- Hiciste un poema dedicado a Maradona ¿Creés que tuvo una vida más épica y trágica en términos del héroe que Messi? ¿Se puede pensar en una novela de Messi?
- Maradona fue lo más grande que vi en la faz de la tierra. Nací en el 81 y tengo recuerdos vagos del 86 pero vi lo que hizo en el 90 con un tobillo como un pomelo contra Brasil y también lo vi en el 94 gritándole el gol a la FIFA, que luego se lo cargó con el episodio del doping que ya conocemos. El día que murió creo que una parte de nuestro ser argento murió con él. Aunque ahora que lo pienso a veces me pasa que lo creo vivo. Creo que Maradona trascendió a la propia muerte y creo que en ese sentido Messi es distinto y está bien que eso sea así. No creo que esté bien pedirle a Messi que sea Maradona. Él es el más grande a su manera y eso está muy bien. Incluso ahora que está más relajado sin el lastre de las finales perdidas se lo ve más humano y cercano a la gente.
- ¿Cuál es el aspecto más literario de la vida de un jugador de fútbol?
- La épica del fútbol es un material sumamente rico para hacer literatura. El jugador de fútbol tiene un superpoder que no tiene incluso la clase política: darle alegrías y sensaciones genuinas a un pueblo. Eso me parece mágico y trascendental. El aspecto más literario de la vida de un jugador de fútbol creo que también viene en relación a eso de la superación. La mayoría vienen de orígenes humildes y ven en el fútbol una forma de salvarse no solo ellos sino a su grupo familiar y proyectarse, en muchos casos, a la cima del mundo. Creo que no hay material literario más rico que eso.
- ¿Cómo ves la relación entre fútbol y literatura?
- Para mí es natural. Yo jugaba en un club de Bahía Blanca llamado Bella Vista del cual salieron cracks como Alfio Basile, Jorge Recio, Martín Aguirre y Rodrigo Palacio. El problema es que yo no era ellos y el fútbol me abandonó a eso de los 19 años cuando ingresé a la universidad. Ahí me topé con un libro que cruzaba la poesía con el fútbol y se llamaba Laspada, el autor era Marcelo Diaz. Ahí me di cuenta de que no debía separar mis dos pasiones que era el fútbol y la literatura sino profundizar sobre eso.
La relación entre fútbol y literatura parece distante, pero yo trabajo para que no sea así. Mi sueño es que la gran novela argentina esté atravesada por el fútbol. No puedo entender cómo en un país donde se respira este deporte no haya una literatura acorde a esa pasión. A veces me pasa que leo a grandes escritores tratando de acercarse al fútbol y no les creo que hayan tocado una pelota en su vida. Lo que yo intenté hacer en este trabajo fue plasmar la manera de pensar y decir de los jugadores de élite y su entorno. Mostrar el lado humano, sus soledades y padecimientos tras la fachada que les arma el marketing.
- ¿Tu novela de alguna forma es un homenaje al jugador de fútbol?
- Comencé a escribir la novela en 2014 tras la derrota del equipo de Sabella frente a Alemania. Ahí empecé a percibir un hostigamiento para con los jugadores de la selección de parte de los haters de las redes sociales y me pareció interesante construir un personaje que padeciera eso a tal punto de tener que exiliarse y fuera devorado por el olvido. Durante muchos años esa idea prosperó como una biografía no autorizada. Luego mi editor me sugirió agregar a la trama una teoría conspirativa en que el árbitro principal de aquella final había sido nada más ni nada menos que un robot creado por la FIFA para perjudicarnos.