Hasta hace poco, el término “prebióticos” se veía solo en las etiquetas de determinados alimentos, pero ahora también aparece en formulaciones cosméticas. Es que se calcula que una persona aloja alrededor de 39 billones de bacterias, y los prebióticos favorecen el crecimiento de aquellas que son beneficiosas para la salud. Porque sí, aunque suene desagradable, esas bacterias le hacen bien al cuerpo, ya que lo protegen de infecciones y enfermedades.
Claro que esos 39 billones de microorganismos se expanden a lo largo de todas las superficies y cavidades del cuerpo, pero los que se encuentran en la piel forman un grupo que se conoce como flora o microbiota cutánea.
“Luego de años y años de investigaciones científicas, sabemos que, además de la barrera cutánea, hay otra línea de defensa que protege a la piel de las agresiones externas: la flora cutánea”, explica la doctora María Florencia Paniego, dermatóloga. Este descubrimiento impulsó el uso de los prebióticos en la cosmética, dado que estas sustancias son capaces de alimentar a los microorganismos beneficiosos y así ayudar a desarrollar un microbioma más saludable y resistente a los patógenos.
En el caso de las cremas, estas sustancias son bastante comunes cuando se trata de combatir afecciones de la piel, como la dermatitis atópica, la rosácea o el acné. Y hay más, “el microbioma tiene efecto antioxidante, calmante y reparador, o sea que cuando está sano ayuda a que se enlentezca el envejecimiento cutáneo”, indica la doctora Valeria Angles, jefa de la Sección Dermatología Infantojuvenil del Hospital Italiano. Por eso también se advierte su presencia en hidratantes, sérums y hasta en bases de maquillaje.
La flora cutánea puede desestabilizarse por varios factores, entre ellos un hábito que se instaló con fuerza debido al Covid-19: el lavado constante de la piel, sobre todo de las manos, pero también del rostro. El riesgo es mayor cuando se utilizan jabones o geles antibacteriales, ya que este tipo de productos también barren de la piel las bacterias saludables. Por supuesto, la solución no es dejar de lavarse, sino adoptar otros hábitos que moderen este impacto negativo. El uso asiduo de cremas hidratantes y emolientes es de ayuda, pero aún más si estas contienen prebióticos en su composición.
“La interrelación de la biotecnología con la nutrición le permitió a la cosmética el desarrollo de nuevos productos con sustancias activas que tienen la capacidad de estimular el crecimiento y la actividad de las bacterias beneficiosas que residen en nuestra piel”, explica Patricia Dermer, doctora en Análisis Biológicos y creadora de Lidherma.
Esta marca, justamente, lanzó una línea a base de un prebiótico (la inulina, que se extrae de la raíz de achicoria) para responder a las problemáticas de la piel que surgen por el uso constante del barbijo, el alcohol y el lavado excesivo, como descamación, picor, enrojecimiento, etc. Otros factores que favorecen la alteración del microbiota son la exposición solar, el estrés, el uso indebido de antibióticos, tanto orales como tópicos, y la contaminación ambiental.
La microbiota es un ecosistema y, como tal, en su estado saludable tiene un equilibrio. La pregunta que subyace es si estos productos dermocosméticos con agregado de prebióticos pueden alterarlo.
Según indica la doctora Angles, “al tratarse de sustancias que ayudan a que se desarrollen de forma más saludable las bacterias que ya están normalmente en nuestro miocrobioma, se pueden usar de forma continua”; aunque advierte: “No generan alteraciones siempre y cuando estos productos también tengan un PH correcto y los excipientes adecuados”.
Por supuesto, además existen prebióticos en cápsulas o en polvo, pero en ese caso el nivel de acción va más allá de la piel, ya que la ingesta hace que estas sustancias actúen también a nivel digestivo. La aplicación tópica diaria, según indica Paniego, “puede influir para bien en la composición y el equilibrio de la comunidad cutánea. Ellos protegen y hacen que la piel se vuelva más resistente”.
Pero como sucede con cualquier “vitamina” o “súper alimento” –ya que en definitiva así puede resumirse la acción de los prebióticos– siempre es mejor consultar a un especialista. “Es fundamental la visita previa a un dermatólogo para que este indique cuál es la mejor opción para el tipo de piel y cómo incorporarlo de forma correcta en la rutina diaria, tal como sucede con cualquier otro producto cosmético”, resume Paniego.|