Ese componente recreativo está "revolucionando" el enoturismo en esta provincia, la principal región vitivinícola del país suramericano, que destaca por ofrecer un amplio abanico de experiencias gastronómicas, culturales y festivas con un denominador común: el disfrute del vino.
"Mendoza siempre tuvo una imagen conservadora. Ahí te das cuenta de que cuando está la oferta, aparece la demanda. Cuando a alguien se le ocurre una buena idea, y lo hace bien, la gente se engancha", asegura Marina Beltrame, directora de la Escuela Argentina de Sommeliers (EAS) desde su fundación en 1999.
Nuevos tiempos, nuevas tendencias
En una época caracterizada por las prisas, el consumo diario de vino se ha desplomado: los argentinos tomaron un promedio de 18,2 litros per cápita en 2021, prácticamente la mitad que en 2001 (36,3 litros), según las últimas cifras del Instituto Nacional de Vitivinicultura.
Curiosos y siempre atentos a las nuevas tendencias, los amantes de esta bebida han mutado sus actitudes, cambiando "totalmente" la elección del vino hacia opciones de gamas medias y altas.
"Se buscan vinos más interesantes y más logrados. La gente prefiere elegir muy bien el vino, paga un poco más o mucho más, pero lo piensa, lo busca, lo espera", asevera Beltrame, que atribuye este comportamiento a que la población, en general, "tiene menos tiempo para el disfrute".
Las bodegas no han permanecido ajenas a esta realidad; más bien, todo lo contrario. En los últimos quince años, los establecimientos vinícolas, especialmente en la provincia de Mendoza, han apostado muy fuerte por el enoturismo, construyendo un "canal de comunicación" directo con sus consumidores potenciales.
"No buscan necesariamente una gran rentabilidad, sino exposición y recordatorio de marca. Al final, esto vuelve en que la gente, cuando está en otro lugar, se acuerda de ese vino para beber cualquier día", sostiene la directora y fundadora de la EAS.
Así, los tradicionales "tours" por las bodegas y los viñedos, las catas de vinos y los menús de varios pasos, que mezclan cocina de vanguardia con distintos maridajes, representan un gran atractivo: entre mayo y agosto del año pasado, unas 213.600 personas visitaron las bodegas mendocinas, de acuerdo al último informe del Observatorio Económico de Turismo del Vino.
Fiestas, bodas... y vinos en lata
En pleno auge del enoturismo, cada vez hay más espacio para la innovación y la captación de nuevos públicos, como sucedió en octubre del 2022 con "Deep into the Valley", una fiesta de música electrónica que combinó vino y gastronomía de alta calidad en las cercanías de las montañas mendocinas.
Este festejo tomó el testigo de otro todavía más multitudinario, el "Wine Rock", el festival de rock y vino más importante de la provincia, que el año pasado celebró su décima edición en el Valle de Uco con Los Enanitos Verdes como principales cabezas de cartel.
Con todo, las bodegas argentinas no limitan sus propuestas a las visitas guiadas, la gastronomía de calidad o la música en directo, explorando alternativas más románticas gracias, en parte, al empuje de los turistas brasileños.
"Últimamente, hay muchas reservas en bodegas grandes porque los brasileros se van a casar en Mendoza. Esto es tremendo, porque no estamos hablando de una parejita con su mamá y su papá, sino de 300 personas que van a ese casamiento", constata Marina Beltrame.
Ese "boom" del entretenimiento alrededor del vino en Mendoza también ha propiciado la aparición de nuevas formas de consumición, entre las que sobresale, sin duda, el vino en lata, entendido por Beltrame como el mejor método para disfrutar de este licor en contextos "fiesteros".
"Algo que no puede pasar es asociar el vino en lata a un mal vino, porque puedo encontrar algo digno y elegir esa forma de envase. Ahora, nadie paga por una lata un precio alucinante, con lo cual termina siendo un vino medio", afirma la experta, para quien existe un "mercado" interesante en torno a este tipo de envasado.
En opinión de la directora de la Escuela Argentina de Sommeliers, el enoturismo argentino "seguirá creciendo" en los próximos años, consagrándose como el principal motor del desarrollo económico de Mendoza y de otras regiones productoras.
"Las ciudades del vino siempre fueron para hacer vino y punto, y hoy terminan siendo un gran atractivo turístico, porque después hay una reinversión y la ciudad mejora, es impresionante. Yo voy a Mendoza desde hace treinta años y cada vez la veo más linda", sentencia Beltrame.