El cuerpo perfecto, en opinión de Diana Dayyani, pertenece a un personaje de dibujos animados. No cualquier personaje de animación, ni Vilma Picapiedra, ni Betty Rubble, sino una coneja: Jessica Rabbit. "Me encanta ese aspecto de reloj de arena", dice Dayyani, de 23 años, de Houston. "La cintura pequeña, las caderas lindas y agradables".
Dayyani estaba tan enamorada del físico de Rabbit que en abril decidió conseguirlo para sí misma. Recurrió a la escultural ayuda del Dr. Patrick Hsu, cirujano plástico certificado en Houston. Le propuso una reducción de senos (7.400 dólares) y un aumento de glúteos, o aumento de glúteos brasileño (BBL), por 9.190 dólares, además de la anestesia y los gastos de quirófano.
En este último procedimiento, que suele costar unos 15.000 dólares y no está cubierto por el seguro médico, le harían una liposucción de la grasa de los costados, el abdomen y la parte baja de la espalda, y se la inyectarían en los glúteos. "Es como pasar el dinero de la cuenta corriente a la caja de ahorros", dice. Y con ello, Dayyani se convirtió en otra de las tantas miles de mujeres de todo el mundo que se someten a una de las cirugías estéticas más populares (algunos hombres también se la hacen, pero no tantos).
Sólo en 2020, hubo 40.320 cirugías de aumento de glúteos, que incluyen tanto implantes como injertos de grasa, informa la Sociedad de Estética. Según los datos de palabras clave de Google, hubo 200.000 veces más búsquedas de "BBL" al mes, entre enero y mayo de 2021.
También es una de las más peligrosas, con mayor cantidad de muertes. Un informe de julio de 2017 de la Fundación de Educación e Investigación de Cirugía Estética publicado en el Aesthetic Surgery Journal señaló que uno o dos de cada 6.000 BBL resultaron en muerte, la tasa de mortalidad más alta para cualquier cirugía estética. En 2018, la Asociación Británica de Cirugía Plástica y Estética aconsejó a los cirujanos de Gran Bretaña que dejaran de realizarla, aunque no pudieron prohibirla de forma rotunda.
No importaba: las mujeres viajaban a Turquía o a Sudamérica para operarse, donde era significativamente más barato. Al menos dos víctimas fatales británicas fueron localizadas en una clínica de Izmir (Turquía).
La razón por la que el procedimiento es tan peligroso es bastante sencilla. La zona de los glúteos tiene una enorme cantidad de vasos sanguíneos, algunos de gran calibre. Estos drenan en la vena cava inferior, que es una línea directa al corazón. En esta operación, la grasa se inyecta en los glúteos con una cánula o tubo metálico largo.
Pero para los médicos puede ser difícil saber dónde están inyectando la grasa exactamente; a veces han inyectado por error la grasa en el músculo glúteo, o justo debajo de él. Entonces, ésta puede viajar directamente al corazón y a los pulmones, obstruyendo el flujo sanguíneo y causando la muerte inmediata.
En 2018, preocupados por la tasa de mortalidad, la Sociedad Americana de Cirujanos Plásticos, la Sociedad Americana de Cirugía Plástica Estética y la Sociedad Internacional de Cirugía Plástica Estética, entre otros, formaron el Grupo de Trabajo para la Seguridad en el Injerto de Grasa Glútea, con el fin de desarrollar pautas de seguridad en torno al procedimiento.
Entre sus recomendaciones estaban: que los médicos dejen de inyectar la grasa en el músculo y utilicen instrumentos más grandes. "Esas cánulas se doblan, y si se doblan cuando las insertás en el glúteo, no tenés idea de dónde está la punta de la cánula", dijo el Dr. Luis Ríos, cirujano plástico certificado en McAllen, Texas, y ex presidente de la Fundación de Educación e Investigación de Cirugía Estética.
Un estudio de seguimiento realizado en 2020 reveló que el 94% de los médicos conocen las recomendaciones. "Cuando se hace correctamente, cuando se hace con cuidado, es seguro", dijo el Dr. Steven Teitelbaum, cirujano plástico certificado en Santa Mónica, California, que participó en la redacción de las pautas, pero no realiza la cirugía.
"Conocemos exactamente el mecanismo que puede provocar la muerte y sabemos cómo evitarlo. El cirujano sólo tiene que mantener una intensa atención y concentración". Sin embargo, los pacientes siguen muriendo, sobre todo en los "chop shops": centros de bajo costo y gran volumen que suelen encontrarse en Las Vegas, Los Ángeles y Miami, con médicos que pueden no estar certificados, ni ser cirujanos.
Una de estas clínicas, Mia Aesthetics, en Miami, tuvo ocho pacientes que murieron en los últimos seis años, cuatro de ellos a causa de una mala operación de BBL, según USA Today y The Naples Daily News. (La empresa no respondió las llamadas). "El problema no es sólo que estos médicos no estén formados adecuadamente, sino que al operar sin escrúpulos, no hay forma de recoger sus datos ni de enviarles una advertencia acerca de los peligros del procedimiento", dijo Teitelbaum.
"Cuando empezamos a reconocer que había un problema con la BBL, nos enfrentamos a la dificultad de averiguar cómo encontrar a estas personas para hacerles llegar información, y por desgracia no había forma de hacerlo".
Ni brasileño, ni levantamiento
No está claro de dónde procede el nombre de Brazilian Butt Lift (lift, levantar en inglés), ya que técnicamente no se levanta nada. A un cirujano plástico brasileño llamado Ivo Pitanguy se le atribuye ser el pionero del procedimiento en la década del '60. Poco a poco se fue extendiendo hacia el norte, ganando popularidad en Estados Unidos, alrededor de 2010, gracias a Jennifer López, Kim Kardashian West y Nicki Minaj, cada una de las cuales es venerada por su trasero.
Las mujeres niegan haber tenido ayuda quirúrgica. Kardashian West se hizo una radiografía durante un episodio del reality show Keeping Up With the Kardashians. Los médicos no encontraron implantes, aunque no se habló de injertos de grasa). Pero una editorial de enero de 2020 en la revista Plastic and Reconstructive Surgery argumentó que el procedimiento fue bautizado en realidad en 1996, cuando Learning Channel presentó un segmento con el Dr. Leonard Grossman, cirujano plástico certificado que hizo una liposucción de grasa de una mujer brasileña y la inyectó en sus glúteos.
El segmento se llamaba "Construyendo el trasero brasileño", y así nació el nombre. Los autores propusieron que el procedimiento, en cambio, se llamara “aumento de glúteos subcutáneo seguro". Desde entonces, las cantidades de grasa inyectada no han hecho más que aumentar. "No sé en qué momento nos metimos en la idea de que más grande es mejor, y pusimos volúmenes cada vez mayores en el momento en que nos dimos cuenta de que podíamos hacerlo", dijo el Dr. Oni García, cirujano plástico certificado en Miami.
Nadie sabe con seguridad cuáles son las repercusiones a largo plazo. Pero el Dr. Arthur W. Perry, cirujano plástico certificado en Nueva York y Nueva Jersey y profesor adjunto de cirugía en Columbia, está tan preocupado que se niega a realizar el procedimiento. "¿Qué pasa con esa grasa cuando se pone una gran cantidad de grasa muerta en los glúteos?", se preguntó. "Porque eso es lo que es: grasa muerta. Ni siquiera hemos empezado a ver los desastres estéticos de la gente que anda por ahí con unas nalgas de paisaje lunar, con un glúteo más grande que el otro". "En lo que a mí respecta, en este momento no es un procedimiento que se realice de forma rutinaria y uniforme con seguridad", dijo.
Un resultado satisfactorio
A Dayyani no le preocupaba morir. Confiaba en Hsu, que dijo haber realizado unas 2.000 intervenciones en siete años y tener una lista de espera de un año y medio. Además, no tenía ningún problema de salud subyacente. Dayyani adoptó un enfoque más filosófico: "Es como si cada vez que te subís a un avión te pusieras un poco nerviosa y corrieras un poco de riesgo, pero igual lo hacés", razonó.
Le preocupaba más sobrevivir a la operación con un trasero deformado. Dayyani quiere ser abogada y le preocupa que no la tomen en serio con un trasero tan grande. "En algún momento quiero estar frente a un juez", dijo. "No quiero tener rasgos de loca. Sólo quiero que parezca que fui mucho al gimnasio". Hsu le aseguró que sería conservador; tampoco quería que pareciera una caricatura.
La operación duró unas tres horas, después de las cuales se sintió como si la hubieran batido en una licuadora. Su trasero parecía una pelota de playa hinchada, lo que la asustó. Pero Hsu le aseguró que se reduciría con el tiempo; sólo un 70% de la grasa se queda en el cuerpo. También tuvo que recibir drenaje linfático durante una semana después del procedimiento para drenar el líquido extra en el cuerpo. Eso duele.
Durante las primeras semanas no pudo sentarse ni acostarse boca arriba. Para dormir, Dayyani recortó un agujero en una silla de jardín en el que cabía su cola, a la vez que mantenía sus pechos levantados. Dice que valió la pena. Pasó de una copa G a una doble D, y su vientre es plano. "Ahora, literalmente tengo abdominales marcados", dice.
¿Y su trasero? Es como el de Jessica Rabbit. "La operación mejoró mi figura de reloj de arena", dice. "No puedo ponerme algunas de mis antiguas prendas porque mi trasero no cabe en los pantalones. Nunca me sentí mejor".|