De mano de los autores de Carmel, ¿quién mató a María Marta?, la productora Vanessa Ragone y el director Alejandro Hartmann, revivieron el mayor asesinato político, periodístico y social que vivió el país en la última dos décadas: la muerte de José Luis Cabezas.
Un reportero gráfico osado, extrovertido, curioso e innovador que conquistó mundos impensables por medio de su lente. Cada foto de Cabezas ponía a los más temerosos a sus pies. El largometraje supo captar la esencia de quien fue un periodista respetado y de quién puso en agenda a las mentes más siniestras que dirigían al país en los ’90.
“Al principio pensamos en una miniserie, del mismo estilo, pero decidimos finalmente hacer una película. El caso Cabezas tiene un clarísimo momento de nudo dramático y vimos que funcionó bien como película desde que empezamos a trabajar. No era necesario extenderla”, admitió Ragone.
“Yo dudé al comienzo del trabajo de montaje, porque el material era muy amplio y además las entrevistas fueron abriendo varias puertas, pero ahora que la vemos estoy muy contento de que hayamos decidido hacer una película”, completó Hartmann.
Los 105 minutos de El fotógrafo y el cartero: el crimen de Cabezas destaca de manera unánime la potencia narrativa, la solidez argumental y la calidad formal del trabajo de este dúo, gran protagonista de la actual producción de documentales en nuestro país.
“Es muy difícil hacer documentales de esta dimensión. Y hasta hace unos años parecía algo imposible. La aparición de las plataformas y el trabajo con Netflix nos permitió hacer un documental muy poderoso en lo narrativo, lo estético, lo conceptual y también en la producción”, detalló Ragone.
Desde que todo ocurrió hace ya 25 años en Pinamar, el caso Cabezas estuvo siempre dando vueltas en la cabeza de Ragone, sobre todo por su propia historia familiar de padres periodistas. El interés creció en ella todavía más cuando leyó dos libros de Alejandro Vecchi, el abogado de la familia del fotógrafo asesinado el 25 de enero de 1997. “Esta historia nunca había sido contada en un registro documental como el nuestro, con investigaciones, entrevistas y un desarrollo dramático. Lo comentamos con Hartmann, que estaba pensando también en el significado de la época, de los años 90, y nos pusimos a trabajar”, explicó la productora.
Para Hartmann, el de Cabezas es un caso “que ilumina la mirada de la Argentina de los últimos 25 años”. Revela que una de las razones que impulsaron el proyecto fue la de acercar esta historia al conocimiento de las generaciones más jóvenes. “Quienes no vivieron aquellos episodios, como nosotros, a lo sumo conocen la imagen y el nombre de José Luis, así como el de Alfredo Yabrán, pero nada más. Vale por eso recordarlo. El reclamo de “no se olviden de Cabezas” tuvo que ver con el crimen específico y con muchas otras cosas de lo que fue la Argentina de los años 90″, apuntó.
El primer paso fue una meticulosa investigación periodística. Después llegó el contacto con el enorme material de archivo disponible sobre el caso. “Teníamos un guion previo, manejábamos ideas muy claras sobre el tema, conocíamos la causa e hicimos muchísimas entrevistas. Pero en el momento del montaje, que es cuando la historia empieza a armarse de verdad, tuvimos que volver a revisar todo. Ese material tan amplio empezaba a adquirir más de un sentido y a proponer distintas capas de lectura y profundización”, explicó Ragone.
Aparecían por un lado toda clase de lecturas propias de teorías conspirativas y, por el otro, miradas que justificaban la atención de los realizadores. Pero un mismo eje siempre guió esa investigación cada vez más abarcadora: la Justicia ya había actuado y castigado a los culpables en un proceso que siguió todo el país. “Lo que al final decidimos –señala Hartmann- es contar esta historia desde la perspectiva quizás más conocida, pero agregando algunos datos seguramente menos trascendentes para mucha gente. Nosotros no somos la Justicia. No tenemos por qué resolver nada. La Justicia, en este caso, ya se pronunció y nosotros contamos justamente eso. ¿Quedaron preguntas abiertas? Seguramente sí”.
Para Ragone, lo que en definitiva expone el documental es un escenario con dos caminos paralelos. Por un lado, las complejas, muchas veces confusas y casi siempre incomprensibles derivaciones policiales y políticas de un caso impactante. Y por el otro, el drama personal de José Luis Cabezas, de su familia, de sus colegas y amigos. Hartmann reconoció que a los dos les hubiese gustado contar con el testimonio de alguien bien cercano a Yabrán “para conocer a un personaje con muchas facetas desconocidas, muy misterioso, que genera dudas”.
“José Luis –concluye Ragone- era un reportero gráfico que lo único que quería era hacer bien su trabajo. Lo capturaron en la puerta de su propia casa después de una fiesta, lo metieron en un auto, lo esposaron, le pegaron dos tiros y después prendieron fuego el vehículo. Tendría muchas preguntas para hacer después de todo lo que investigamos, pero en definitiva fuimos por esa historia, tan horrible por donde se la mire. En el documental, además de los hechos, también quedan planteadas las dudas y los silencios para quien quiera seguir buscando algunas respuestas”.|