El periodista argentino-israelí Shlomo Slutzky se encuentra de viaje en Argentina para presentar, este jueves, su último documental, Nuestra bronca, en el que con humor y mutando a detective, persigue los pasos de Antonio Teodoro Gauto, un prófugo de la Justicia argentina por delitos de lesa humanidad al que Israel se niega a deportar.
"Mi hijo Tomer (que codirige) es quien relata la película, en la que cuenta cómo su padre, un tipo medio quijotesco, se enfrenta a los molinos de viento de la burocracia estatal, que después se convierte en una cuestión que esconde intereses mucho más grandes", dijo Slutzky en un café del barrio porteño de Villa Crespo.
Amaparado en que no hay acuerdo de extradición entre ambos Estados, Slutzky se encargó de demostrar que Gauto no sólo escapa de su supuesta responsabilidad en la causa denominada "La Cacha", sino que ingresó a suelo israelí mintiendo en su declaración jurada: en el momento de viajar, era requerido en los tribunales locales por una estafa al Banco Central.
Para Slutzky, corresponsal de Clarín en Medio Oriente durante 18 años y de Página12 durante siete, detrás de la historia de Gauto se encuentra la relación entre Israel y la última dictadura militar, por un lado, y, por el otro, la de Montoneros y la Organización Para la Liberación Palestina (OLP) en los 70. Mientras que Tel Aviv tenía a la Junta como principal comprador de armas, la organización guerrillera argentina intercambió adiestramiento en Líbano con la liderada, en ese entonces, por Yaser Arafat.
"Yo pienso que la protección tiene que ver más con la colaboración entre Argentina e Israel en los 70 y con el lugar de trabajo de Gauto. Él estaba en el destacamento 101 de Inteligencia, que depende del Batallón 601, el cual es responsable de la muerte de miles de personas", dijo Slutzky.
Para el periodista esta película-investigación le es más cercana que otras. Gauto no solo está prófugo del su país de nacimiento y vive a 100 kilómetros de su casa en Israel, sino que es uno de los supuestos responsables de la muerte de su tío Samuel, un paria en la familia de quien Shlomo se enteró de su historia ya de adulto. Por el juicio de "La Cacha" se dieron 15 perpetuas y penas que fueron entre los 12 y 13 años. Su sobrino fue testigo ante el tribunal. Pero Gauto escapó.
"Yo pienso -dijo Slutzky- que tanto esta película como otras anteriores tienen que ver con un cierto sentimiento de culpa. Que yo me haya salvado fue de casualidad. Yo ya tenía pasaje para irme el 13 de abril de 1976 para Israel y amigos que estaban en la izquierda argentina luego fueron secuestrados. El destino me pone a Gauto delante; o sea, a una persona que está ligada con el lugar donde fue torturado y asesinado un primo hermano de mi papá. Entonces, sí, la película me toca".
En sus pesquisas, que están documentadas en varias presentaciones en tribunales tanto israelíes como argentinos, el documentalista se encontró con ejemplos de esos "intereses mucho más grandes". Como, por ejemplo, que en medio de la apelación ante la Corte Suprema de Israel para el retiro de la ciudadanía israelí de Gauto, funcionarios del Poder Ejecutivo local pidieron a las partes que se retiraran para mostrar documentos secretos al Máximo Tribunal.
"Esos recursos -reflexionó Slutzky- son extraordinarios y se dan en casos como cuando un palestino es enjuiciado por algún motivo y, para no delatarlo de forma pública como colaborador de la inteligencia israelí, se saca a toda la gente de la sala y el Gobierno les muestra a los jueces la documentación que demuestra su colaboración con Israel".
A su vez, tampoco halló mucho esfuerzo por parte de Argentina por reclamar a Gauto. Para el último aniversario del atentado a la AMIA, vino de vista el viceprimer ministro de Israel y ministro de Justicia, Gideon Sa’ar, quien tenía agendada una reunión con su par de Justicia nacional, Martín Soria, por el tema Gauto. La reunión agendada fue suspendida por la parte israelí, pero la argentina no volvió a solicitar el encuentro, ejemplificó Slutzy.
Además, en 2019, tras las PASO, Gauto se apersonó en Argentina, pasando migraciones tanto a la entrada como a la salida del país, sin que nadie lo detuviera, pese a que hay un pedido de captura y que él figura como fugitivo para la Justicia local. Fotos de Gauto con la recompensa están en todos los aeropuertos argentinos.
"Tengo una amiga muy ligada al tema de derechos humanos y que con sinceridad me dijo que ya en el último gobierno de Cristina (Fernández de Kirchner), cree que no se hizo lo suficiente. O sea, en la época que, digamos, debería haber más empuje a esto. Puede ser que estuvieran ocupados con peces más gordos, pero, en definitiva, no se reclamó lo suficiente ante Israel", sostuvo el periodista.
Más allá de las responsabilidades de las autoridades de ambos países, Gauto no niega su lugar de trabajo y hasta aceptó, como Slutzky muestra en el documental, que mintió para obtener la ciudadanía israelí. Lo que el exempleado del 101 dice es que él solo llenaba fichas que le pasaban y que jamás tuvo ideología alguna o sabía lo que pasaba con esas fichas.
"Yo tenía 20 años y lo único que me importaba era tener algo de plata para comprarme pilcha", le dijo Gauto a Slutzky.
"Él no niega lo que es innegable -indicó el director-. Esas fichas que llenó sirvieron para que se detenga a personas y se las asesinara, más allá de que a él se lo reconoció en el juicio como guardia y también hubo otro reconocimiento en una acción de un grupo de tareas. Supongamos que llenar fichas no te hace responsable, pero sí te pueden juzgar. Y, después de tantos años, también podría acercarse para dar información. Y esto él no lo hizo".