Basada en la biografía ficcionalizada de la novelista y ensayista norteamericana Joyce Carol Oates, Netflix estrenó Blonde, una biopic de Marilyn Monroe que recupera el mito dorado de Hollywood pero que también repara en los años traumáticos de Marilyn como Norma Jean, su nombre real y la persona que era cuando se apagaban las luces, el peso de la ausencia de su padre, los reiterados abortos y sus divorcios y amoríos tumultuosos.
Dirigida por Andrew Dominik, quien trabajó una década entera en el proyecto, y protagonizada por Ana de Armas, Blonde apunta en ahondar en los padecimientos y claroscuros de Marilyn, tal vez la fantasía colectiva más importante de la cultura pop occidental del siglo XX. Todo el mundo conoce a Marilyn, pero nadie conoce a Norman Jean: la película desarma la cartapesta de la figura de Marilyn para que podamos ver a Norma Jean.
A partir de la construcción de una Virgen dolorosa, el relato comienza con la infancia de una Norma Jean pura cuya luz se va apagando por el vampirismo y abuso de los hombres que la rodearon y también por su madre. El director muestra el peso que recae sobre ella desde niña, primero por el abandono de su padre -llamado Charles Stanley Gifford, del que sólo conservaba una foto y al que siempre persigue y replica en la figura de sus parejas y después por la enfermedad mental de su madre, Gladys, a quien busca de adulta y teme por un posible paralelismo en el padecimiento psíquico.
La propuesta estética de la película -que comenzó a rodarse en agosto de 2019, tuvo que postergarse por la pandemia y, hasta julio de 2021 no fue posible finalizar- le permite a Dominik explorar todas las posibilidades narrativas y sensitivas del sonido y la imagen: por momentos, la elección de los formatos -pasa del 1:1, al 1,37, al 1,85 hasta el 2,39; hace un uso dramático del blanco y negro y del color y se vale de una narración fragmentada que alterna escenas de sexo y violencia que le valieron una clasificación de NR-17, un gesto que hubiera limitado mucho su distribución en cines. El último condimento que refuerza la apuesta formal: la inquietante banda sonora de Nick Cave y Warren Ellis, quienes ya habían trabajado junto al director.
La calificación de la película por su “contenido sexual” en Estados Unidos generó una suerte de polémica porque la misma Ana de Armas manifestó que no estaba de acuerdo.
Blonde, la novela, fue publicada en 2000 y atacada ya en ese momento por quienes -con una visión purista- sostenían que la autora se había tomado demasiadas licencias sobre la imagen del icono. En aquel momento, ella defendió su texto: había explorado en una biografía con recursos de la ficción como darle voz a la persona debajo del disfraz de espectacularidad y a la mujer que fue subestimada debido a su belleza.
En una entrevista reciente con la revista The New Yorker, Oates dijo que si bien no tenía “ningún sentimiento particular” hacia la calificación, aclaró que “las cosas reales que le sucedieron a Marilyn Monroe fueron mucho peores que cualquier cosa en la película”.
Al abordar el tema, la autora neoyorquina defendió la forma cruda en la que el director de Blonde decidió llevar su texto a la pantalla: “No es una película para sentirse bien. Muchas películas sobre Marilyn Monroe son optimistas y tienen mucha música y canciones. Ella es muy hermosa y dulce. Esta película es quizá más cercana a lo que ella de verdad vivió. Los últimos días de su vida fueron brutales”.
Oates, de 84 años y varias veces candidata al Premio Nobel, también elogió la película de Dominik como una “obra de arte” y defendió la interpretación que hizo de un texto de más de 900 páginas: “Creo que la visión de Andrew es paralela a la mía, o idéntica a la mía. Pero también hizo una película que es única”.
Desidealizado y crudo, el relato de Blonde destruye completamente la idea preconcebida de una biopic de Hollywood. La protagonista también defendió ese relato crudo sobre la vida del ícono al advertir que la película tiene las marcas de la época. “Durante muchos años, nadie se atrevía a darle el dinero a Andrew Dominik para que hiciera la película; de no ser por la eclosión del #MeToo, nunca la habríamos podido rodar. ¿Por qué? Porque habla de cosas que Hollywood no quería escuchar y que aún suceden; como dijo la propia Marilyn, ´es un lugar en el que te pagan mil dólares por un beso y 50 centavos por tu alma´”, reconoció Ana de Armas, quien conoce de primera mano los mecanismos de la industria y se acercó a la figura de Marilyn estudiándola durante meses al detalle: cargaba siempre con ella una carpeta con 750 fotografías que analizó con curiosidad e imaginación. Al ser consultada sobre la posibilidad de identificarse en el proceso de interpretación la actriz fue más cauta, pero se animó a trazar un paralelismo: “Recuerdo cuánto me afectaron las críticas a mi acento cubano, y que Andrew Dominik me hizo comprender qué beneficioso sería para el personaje lo que yo sentía. Después de todo, Marilyn siempre se sintió insuficientemente preparada, y juzgada, e infravalorada”.
En el diálogo entre el texto de Oates y las imágenes de Dominik, Blonde desmonta la narrativa del símbolo y deja vislumbrar a una mujer, aún cuando la ficción aporte su propia lógica.