Podríamos decir que es una antecesora, o quizá antecedente de Porno y Helado, que se estrenó recientemente a través de la competidora Amazon Prime Video por los puntos en común: es una serie de humor, el autor del guión también protagoniza la tira y traza su propio universo con un estilo bien marcado. Sin embargo, Sebastián Wainraich tiene un ritmo diferente en su forma de contar una versión ficticia de su propia existencia.
Además, se trata de una producción argentina para Netflix y esto también genera una dirección en sí misma. Ahora, con su segunda temporada disponible, Wainraich continúa en la apuesta de seguir contando sobre su alter ego en la serie donde también es conductor de una radio. Con una vida de relativa fama, Sebastián busca recomponer la relación con su ex pareja, mientras que comparten el criado de sus dos hijos. El tinte de los capítulos está teñido de ironía y se ríen a través del mismo autor, de estos supuestos pormenores de la vida común.
La serie funciona muy bien, a pesar de algunos lugares comunes y situaciones obvias. Los guiones son certeros para crear este universo exclusivo, las actuaciones responden perfectamente al imaginario de esos argentinos específicos (que han sabido instalar su impronta en comunidades de otras provincias grandes del país, como la nuestra), la dirección de Hernán Guerschuny le da a cada envío esa pregnancia audiovisual necesaria para que todo fluya y divierta amablemente.
La dupla Wainraich-Guerschuny interpreta de forma interesante el pulso narrativo que le permite desplegar ese microuniverso porteño-palermitano en el que viven algunas personas de CABA, y que tiene prácticas culturales hermanadas con aquellas de otras capitales del mundo. Y, aunque abre varios hilos de conflicto con los personajes secundarios, el envío sigue funcionando con la amabilidad que en su temporada anterior.|