Thomas Anderson o Neo. El programador o el elegido. La pastilla roja o la azul. Creer o no creer… En la película que lo coronó como una súper estrella de Hollywood, Keanu Reeves estuvo relacionado con muchas disyuntivas, una dualidad constante de Matrix que en la vida real no se le plantea en el momento de elegir una pasión. El actor es apasionado por el mundo motor pero, sobre todo, es fanático de las motos.
La primera forma en que canalizó el amor por las dos ruedas fue como coleccionista. Pero con el paso de los años encontró una evolución que incluso le permitió prohijar un negocio: fundó su propia marca de motos, desde la que fabrica modelos súper exclusivos para una clientela premium. Es lo que hace en Arch Motorcycle, en la que producen unidades personalizadas con precios que pueden superar las seis cifras en dólares.
Tiene sede en Los Ángeles, por lo que Keanu Reeves no es un simple inversionista: el actor se involucra en forma directa en muchos de los procesos productivos de las motos. Desde el desarrollo, el control de calidad, el trato directo con el cliente en la previa por tratarse de modelos personalizados y la posterior experiencia que completa el circuito de quien compra una Arch, con el servicio postventa y hasta caravanas que hacen en conjunto, bien al estilo americano.
Integrarse como un ryder más no es una carga para la celebridad sino uno de los placeres que se permite. Reeves, a los 58 años, ya intervino en más de 70 películas pero es la saga de Matrix la que lo catapultó. Acaba de estrenarse el cuarto episodio, Resurrecciones, en el que volvió a ser dirigido por Lana Wachowski, quien hace dos décadas le hizo un gran regalo al actor.
En Matrix Recargado, la segunda entrega de la saga, aparece una Ducati 998 conducida por Trinity, el personaje de Carrie-Ann Moss, en una tremenda persecución en una autopista. Las hermanas Wachowski (Lana y Lilly, las que nacieron como Larry y Andy pero decidieron cambiar de género) le regalaron la moto a Keanu Reeves, quien la sumó a su colección personal que descansa en la ciudad californiana de Hawthorne.
En ese garaje, el actor también tiene cuatro diferentes versiones de la Norton Commando, una chopper West Coast El Diablo, una Suzuki GSX-R 750 y una Kawasaki KLR 600, la enduro con la que se hizo fanático. Fue la moto que le habían prestado para moverse en Múnich mientras se filmaba Babes in Toyland, una película creada en 1986 para la televisión.
Es la Arch KRGT-1. Es uno de los tres modelos que produce la súper estrella de Hollywood. Ahora también las vende. Arch Motorcycle tiene tres modelos en su catálogo. Todas del tipo custom, motos con la performance y el confort para hacer largos recorridos.
Keanu Reeves tiene un hábito: comprarse una moto distinta para moverse en el rodaje de cada una de sus películas. Así anduvo se lo vio al comando de una Ducati Diavel, de una Kawasaki KZ 900, de una Suzuki GS 1100 E, de una Moto Guzzi T3 de 1978 o de una Norton 750 adquirida en Australia durante la filmación de la primera de las cuatro Matrix.
En 2007 buscaba a quién pudiera reformar una Harley-Davidson Dyna Wide Glide. Y encontró a su socio. Se llama Gard Hollinger. Reeves quedó tan enamorado del trabajo que hizo que le pidió que encarara la construcción de un prototipo en base a la misma Harley. El proceso fue lento pero altamente satisfactorio: en 2014 nació la primera moto de Arch Motorcycle, que lleva un homenaje al actor desde la sigla que lleva sus iniciales. Se llama KRGT-1.
El actor la presentó conduciéndola en 2016 en el Festival de la Velocidad de Goodwood. Y también protagonizó avisos publicitarios de televisión con esta moto, alguno emitido durante el Super Bowl, la gran final anual de fútbol americano.
La moto está dotada de un motor de dos cilindros gigantes en V de 45 grados de 2.032 centímetros cúbicos y 122 caballos de potencia. El escape y los guardabarros son de fibra de carbono, y tanto la suspensión como el chasis están mayormente compuestos de aluminio 6061, un material usado en la competición que reduce el peso y mejora el rendimiento.
El propio Reeves participó de las pruebas realizadas junto con la alemana Bosch para los frenos ABS. Las llantas, también de fibra de carbono, están firmadas por Blacksone Tek (19 pulgadas delante y 18 detrás). Los neumáticos que lleva son los Michelin Commander II. Tiene un precio de partida de 85.000 dólares, pero con la personalización puede alcanzar los 100.000.
La KRGT-1 es la nave insignia de Arch Motorcycle. El catálogo que figura en el propio sitio web de la marca incluye otros dos modelos. La Method 143 es una serie limitada de 23 unidades (todavía no se completó el cupo) con un motor más grande, de 2,3 litros, con un precio cercano a los 140.000 dólares. Y acaba de lanzarse la 1S, de corte más deportivo y un valor estimado en U$S 120.000.
La 1S es muy similar a la que se había presentado como prototipo en el Salón de Milán de 2017. El motor, también de S&S, es el mismo de la KRGT-1. El escape, fabricado en fibra de carbono y titanio, se inspira en los utilizados en las MotoGP, una categoría de la que Reeves es fanático y a la que suele seguir cuando corre en Estados Unidos. De hecho, lo han invitado a dar algunas vueltas en uno de los monstruos de competición en ensayos realizados en el circuito californiano de Laguna Seca.
Las motos son tan monstruosas como exclusivas. Un buen parámetro estableció Jay Leno cuando en su programa dedicado al mundo motor (Jay Leno’s Garage) entrevistó a Reeves y Hollinger. “Esta no es una moto cara. Cuando nos encontramos con un Pagani, vemos un auto de 2,4 millones de dólares porque es hecho a mano. Esta es un Pagani en dos ruedas”, parangonó el animador con el deportivo del argentino Horacio Pagani.
Keanu Reeves y su socio dicen que no ganan mucho dinero con las motos, pese a lo costoso de su precio. “Podríamos hacerlas más baratas, claro, pero no serían lo mismo y ya hay muchas compañías que se dedican a construir motos en serie”, afirmó Hollinger. Y el actor refrendó: “Ofrecemos una personalización, nadie va a tener tu moto. Si pudiéramos hacerlo por menos dinero, lo haríamos. Pero que conste que no nos estamos haciendo ricos fabricando estas motos”.
Va en sintonía con una frase que había dicho después de donar el 70 por ciento de sus ganancias en Matrix (80 de los 114 millones de dólares) a una ONG dedicada a la lucha contra el cáncer. Se cita a Reeves diciendo: "El dinero es lo último en lo que pienso. Podría vivir de lo que ya he hecho durante los próximos siglos". Por eso también destina parte de su patrimonio a producir contenidos audiovisuales, como un documental sobre la Fórmula 1 que se viene. Todo eso, mientras despunta su gran vicio: las motos.|