En el último tiempo Santiago Maratea fue noticia por su faceta solidaria. Desde sus redes, lideró campañas para recaudar dinero para diferentes causas: la compra de dos ambulancias para una comunidad wichi en Salta, el tratamiento con la medicación más cara del mundo para Emmita y el viaje de los atletas argentinos al Sudamericano de Guayaquil. Gracias a la ayuda que recibió de sus seguidores, no solo alcanzó el objetivo de cada colecta sino que hasta le sobró dinero para iniciar otras cruzadas solidarias.
“Se trata de entender qué le falta al otro. Después decidís si lo querés hacer o no, pero todo inicia por lo primero. Las buenas acciones empiezan por las buenas intenciones. Muchas veces uno no activa, pero tampoco está mal pensarlas”, lanza, como en una declaración existencial y continúa caminando.
En su entrevista a Revista Gente, deja entrever el universo que encierra el alma solidaria del joven influencer: “un día mis padres me prohibieron por varios días quedarme encerrado en el cuarto –relata parte de su historia–. Entonces, salía y encaraba a los quiosqueros: ‘Si vos me das chocolates, yo los regalo y promociono tu negocio’. Algunos me sacaban carpiendo, otros me daban, yo los obsequiaba y comentaba al afortunado que se lo mandaban de tal quiosco. Y por ahí el quiosquero se quedaba con un cliente para siempre… Fue la génesis de todo el bussines que después de unos años terminé armando”, sorprende con la historia.
“A los 17 años, cuando terminaba el colegio, conocí a Jessi, mi actual socia, y le conté lo que hacía. ‘¿Y por qué no intentamos con una marca de alpargatas que conozco y lo subimos a las redes?’, me preguntó. Arrancamos a regalarlas en colectivos, y nos obsequiaron dos. Las regalamos también. Hasta que ella les pidió a los dueños de la marca: ‘Aparte de las alpargatas, ¿por qué no le pagan un sueldito a Santi’. Y un día yo estaba ganando más plata que mi hermano economista, ¡y mi familia no lo podía creer!”.
“Me enseñaron con el ejemplo. También a irme a dormir tranquilo, porque hay reglas: lo que se toca y no se toca. También me enseñaron que el camino es largo y no hace falta pisar, cagar a nadie ni robar nada. Y que no se puede ocupar el lugar del otro, porque todos somos únicos”.
Respecto a su colaboración para conseguir los dos millones de dólares que la beba Emma Gamarra necesitaba para poder conseguir la vacuna que le permitiera tratar su atrofia muscular espinal (AME, una enfermedad genética que daña y mata las neuronas motoras), el sanisidrense admite: “fue una bisagra para mí. Tiró a la mierda mi límite de lo imposible. Yo no puedo juntar dos millones todo el tiempo porque quiera. Llevar a Justin Bieber a tu cumpleaños cuesta un millón. ¿Vos decís que, si pido que me den un palo verde para traerlo, la gente me lo deposita? No. Es una mezcla. La gente de este país, es muy amorosa y muy particular...”.
Respecto al universo de la solidaridad que se ha intensificado durante la pandemia, el influencer destaca que “cuando la gente te felicita por algo que encendió sus corazones, no entiendo bien. Se me ocurre: “¿Qué hubieran hecho ustedes?” A mí me llegó la historia de Emmita y sentí que la podía llevar a cabo. “Si ustedes la hubiesen podido llevar a cabo, ¿no lo hacían?” Además, yo no tengo esa guita: la pone la gente, ¡ellos! “Estamos en la misma, chicos, ¿por qué me felicitan a mí?’”.
“Ese es mi rol: contar lo que está pasando en situaciones en las que yo sé que, si los demás se enterasen, harían algo al respecto. Para mí ahí radica la clave. Porque los temas ya están, pero nadie los toca ni habla de ellos. Son casos que nuestro país quiere abarcar, quiere que se resuelvan, pero no sucede o donde te metés hay un chanchullo. Y son tantas las cosas que no avanzan acá, que uno se acostumbró. En síntesis, creo que empatizo con causa que empatizamos todos”.
“Lo solidario corresponde a mí, me gusta. Estas inversiones, si no te gustan no las hacés, no ponés plata de esas maneras. A mí me gusta la solidaridad. A mí me gusta ser influencer. Me gustaría ser modelo. ¡Y oooobvio, me gusta ser famoso! Ser famoso era una cosa que me correspondía. El día que entendí la fama, de muy chiquito, me la apropié”.
Los expertos dicen que durante el 2020 la solidaridad se incrementó tanto en donación de bienes (pasó del 41% al 44%) como en realización de tareas voluntarias. A esto se le suma el fenómeno de la donación de plasma de quienes padecieron coronavirus, las ollas populares, el esfuerzo de los cientos de voluntarios que cuidaron y ayudaron a los abuelos, y las innumerables donaciones de alimentos, prendas y elementos de higiene y sanitización que tanta falta hicieron.
Por eso desde Grupo Atlántida, te invitamos a sumarte con ideas y ¡pasar a la acción! ¿Cómo? Acompañándonos en las redes sociales usando los hashtags #Principios2021 y #Solidaridad2021.|